No forma parte de la tradición de los musulmanes rusos
Varios diputados rusos pretenden que se prohiba el uso del niqab para frenar el avance del islamismo en el país. En varios países de Asia Central esta medida existe desde hace tiempo. Los muftíes están divididos entre ellos sobre la medida.
Desde hace semanas se debate en Rusia la posible prohibición del uso del Niqab, el velo islámico que cubre todo el rostro dejando sólo una rendija para los ojos, a menudo asociado a la corriente fundamentalista del wahabismo. Fue el presidente del Consejo de Derechos Humanos, Valerij Fadeev, quien propuso la prohibición, apoyado por varios diputados y líderes de opinión que insisten en la necesidad de frenar las tendencias extremistas entre los musulmanes de todo el país.
Por otra parte, la cuestión del Niqab también divide a la comunidad musulmana en Rusia, ya que los líderes religiosos descartan las restricciones al Hijab, el velo con la cara descubierta. Los comunistas del Kprf han anunciado que el proyecto de ley sobre la prohibición, que prevé al menos una multa de 15.000 rublos (150 euros) por cualquier forma de cubrirse la cara, ya ha sido enviado al gobierno para su consideración oficial. Fadeev se mostró «molesto por el hecho de que hasta ahora no se haya prohibido el Niqab en Rusia», mientras que en varios países de Asia Central esta restricción está en vigor desde hace tiempo. Los políticos tienen la intención de debatir la cuestión directamente con los líderes del Islam tradicional y las autoridades regionales.
El Gran Muftí de Moscú, Ildar Aljautdinov, advierte de que una prohibición demasiado directa podría provocar tensiones en la sociedad:
«Estos intentos pueden parecer una violación de las normas laicas del Derecho y la Constitución, que garantizan a todos los ciudadanos de Rusia la libertad de profesar su religión y observar sus cánones».
El diputado de Rusia Unida en la Duma de Moscú Ildar Gilmutdinov, responsable de la Autonomía Federal Nacional y Cultural de los Tártaros, se pronunció a favor del niqab, advirtiendo a su vez que una prohibición podría dificultar las relaciones de Rusia con todo el mundo islámico.
Un miembro del Consejo de Derechos Humanos, Kirill Kabanov, que siempre ha sido partidario de la línea estricta en cuestiones de inmigración, reaccionó a estas declaraciones afirmando que «para el islam ruso tradicional este tipo de vestimenta no es nada natural», y que su reciente difusión no es más que «una provocación de los radicales, que tienen una actitud hostil hacia nosotros y nuestro país, y son ajenos a nuestras tradiciones y nuestro mundo». También recordó que en Asia Central el Niqab e incluso la Paranja, el velo que cubre completamente el cuerpo de la mujer, no están permitidos, y el diputado del Kprf Mijail Matveev cree que «en primer lugar necesitamos un pronunciamiento oficial de los líderes religiosos sobre qué ropa es apropiada para los musulmanes en Rusia».
Algunos recordaron un discurso del presidente Vladímir Putin en 2012, en el que argumentó que «el niqab no forma parte de nuestra cultura, la de nuestro Islam tradicional, ¿por qué tenemos que asumir tradiciones que nos son ajenas?» Aljautdinov respondió que «si la decisión de la prohibición ayuda realmente a proteger la vida de nuestros ciudadanos, frenando el crecimiento del extremismo islámico, entonces todos la apoyaremos, pero este argumento debe estar respaldado por datos reales». Fue el viceministro del Interior, Andrej Khrapov, quien respondió a estos llamamientos señalando que «no hay signos claros de una tendencia radicalizadora del islam en Rusia».
Otros líderes religiosos, como Kamil Samigullin, de la administración islámica de Tatarstán, también afirman que «la prohibición es un ataque a los musulmanes», mientras que el muftí de Volgogrado, Kifakh Mokhamad, apoya la propuesta, recordando el reciente atentado en el Krokus City Hall, señalando que «el Niqab no es un atributo religioso, sino sólo un hábito de algunas sociedades musulmanas, que no tiene ninguna referencia a la sharia». Algunos proponen dejar la decisión «en manos de los gobernadores, en función de las tradiciones regionales», y desde muchos ámbitos se reitera que la cuestión clave no es el peligro (no demostrado) del radicalismo, sino «evitar el crecimiento de la islamofobia» en Rusia, que a menudo se convierte en una forma de represión de los inmigrantes.