Las quemas de dos iglesias en Santiago de Chile nos parecen injustificables y las rechazamos completamente, del mismo modo que nos parece injustificable que los ciudadanos españoles tengan que financiar las actividades de las iglesias, sean o no seguidores de sus doctrinas y cultos.
La existencia de un Concordato, un acuerdo entre estados, el Vaticano de un lado y España de otro, es una anomalía democrática perpetrada en los estertores del franquismo que debe terminar. Cada año 11.000.000.000 € de los ciudadanos españoles son desviados a la caja de una institución que conserva privilegios medievales inasumibles por un estado moderno.
Particularmente bochornoso es que el dinero que el estado destina cada año a la conservación y la reparación de las iglesias, que suman una parte sustancial del Patrimonio de España, no tengan como contrapartida la propiedad de esos edificios, que en la mayor parte de estados de nuestro entorno constituyen patrimonio público y las iglesias simplemente son usufructuarias.
La desmedida ambición por la propiedad de esas instituciones por parte de la Iglesia católica española, la ha llevado en los últimos años incluso a apropiarse de bienes de todo tipo mediante una práctica, la de las inmatriculaciones, que ha conducido a situaciones esperpénticas como que monumentos considerados Patrimonio de la Humanidad como la Mezquita de Córdoba figuren hoy como propiedad de dicha iglesia, para colmo falseando la historia del monumento en flagrante atentado contra la verdad histórica y la decencia. El que el presidente Sánchez y el vicepresidente Iglesias estén calladitos ahora en el poder, y que el Gobierno que negociaron en vez de derogar los acuerdos concordatarios esté preparando visitas al papa de Roma, es una traición más al pueblo, propia de falsos profetas de izquierdas.
La religión es un derecho de las personas creyentes de sus dogmas y que no tiene que interferir de ninguna manera en la vida y en la libertad del resto. Los monumentos son de los pueblos, no de las sectas ni de comunidades religiosas de ningún tipo, y el dinero público no es para enriquecer sin medida a la Iglesia Católica que tanto ha traicionado la religión cristiana que dice defender, cuando aquella nació predicando y practicando la pobreza, la entrega a los “humildes” viviendo entre ellos en vez de tirarles migajas desde palacios con mesas de opulencia. Aquello de que “es más fácil que pase un camello por el ojo de aguja que un rico por el reino de los cielos”, ante la soberbia y la ambición de los prelados católicos suena ya a cachondeo.
Fernando Barredo. Coordinador Europa Laica Toledo