Durante las navidades trato de evadirme del entorno de caridad acrítica y a plazo fijo, del consumismo desaforado, y de las tradiciones con excesos de dudosa religiosidad. Por ello, o tal vez por mi despiste, no me había enterado del repudiable destrozo de la imagen de Jesús niño en la ermita de Linarejos ni de las reacciones suscitadas por tal suceso. Una vez que he podido acceder a la información publicada y al revuelo, me parece pertinente reflexionar sobre ello y sobre algunos otros hechos relacionados que había dejado pasar.
La noticia firmada por Juan J. García Solano en el Jaén se inicia con la disyuntiva entre dos únicas hipótesis: o un acto vandálico sin más, o un atentado simbólico contra la fe cristiana en el mismo día de la navidad. Después de las tesis iniciales, el periodista pasa al relato de los hechos relevantes que se han podido conocer. Luego sigue completando su crónica con la única versión, lógicamente triste y -sobre todo-indignada del Hermano Mayor de la Cofradía D. Fernando Soto. Este señor expresa su pensamiento y enfado acusando, acorde con la segunda suposición del periodista, al supuesto fanatismo antirreligioso o anticristiano que él se imagina. Después de descargar improperios sobre el desconocido autor del lamentable suceso, concluye que no hará la lógica y cívica acción legal. Evita así que se persiga al autor de este delito y de los que pudieran seguir. El señor Soto se da por satisfecho acusando gratuitamente de “desalmado y anticristiano” a una imaginaria persona, descartando cualquier otra posibilidad. De la misma manera se pronunció con cierto revuelo en “Rincones de Linares” el Sr. Martínez Aguayo, Presidente de la misma Cofradía. Parece pues, que el suceso se ha presentado de una manera manifiestamente mejorable. Trato de explicarlo teniendo los conceptos que abren, en su título, este escrito.
Define el diccionario el respeto como el sentimiento o actitud que lleva a reconocer los derechos, la dignidad y decoro de las demás personas o cosas y abstenerse de ofenderlas y/o maltratarlas. Magnífica actitud, si además se extendiera a la propia persona de quien actúa y para con las responsabilidades colectivas contraídas. Es evidente la falta de respeto por parte de quien perpetrara la condenable fechoría en la ermita. No respetó los sentimientos de quienes entienden que tal escultura tiene un elevado valor simbólico. No respetó el valor artístico y cultural de la imagen deteriorada. No respetó tampoco la generosidad de una institución privada, (la Cofradía o la I.C. o propietaria última) que abre sus puertas a cualquiera que quiera acceder a esa propiedad. Con ser bastantes las faltas de respeto citadas, hubo más y, en este caso, entre personas conocidas que ejercen la información y/o la representación con trascendencia social y/o posible interpretación partidaria de terceros. Sí, se entiende que en caliente el fervor nos lleva a decir lo que la prudencia desaconseja. Así se juntaron la falta de respeto al rigor informativo, a conocer sentimientos ajenos y -sobre todo- a la presunción de motivaciones del deleznable acto.
Sin dejar el respeto, sino todo lo contrario, aumentándolo con las creencias -religiosas o no- nos irá bastante mejor. Podríamos empezar por las creencias cristianas, en especial las de paz-solidaridad para todo el año, tan razonables para cualquiera, creyente o no. Al mismo tiempo que cada cual crea en los dogmas y se declare como quiera: católico, musulmán, judío, evangelista, sintoista, budista,… O que si no cree o no es religioso, pase por no creyente, agnóstico o ateo. Seguimos hablando de respeto, en este caso a las creencias o no creencias de cada cual. Ese respeto para todas y cada una de las personas que nos rodean es la laicidad. Como se ve hasta ahora no ha surgido la antirreligiosidad. Puede que, como a lo largo de la historia, desgraciadamente exista el anti-católico o anti-islámico. Como vemos la guerra de religión, con sus fanatismos pasados (cruzadas o inquisición) o presentes (yihad o islamofobia), se viene repitiendo por esa falta de respeto o laicidad. Sin embargo el mundo y Linares avanzan y personas con distintas creencias o sin ellas, sin incomodarse por ello, se reúnen el segundo miércoles de cada mes en silencio en favor tanto refugiado y migrante como sufre y muere en nuestros días.
Puede que la ética informativa, la elemental prudencia y el imprescindible respeto han guiado a otro grupo de personas cristianas a reconocer el humanismo del vecindario no creyente. Tal vez sea esa la senda: abordar la realidad sin prejuicios, informar con rigor y prudencia, para acometer en conjunto solidario tantas adversidades como acosan a la humanidad.