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Religiones e iglesias homófobas, por Antonio Gómez Movellán

No solo en nuestro país sino en la mayoría de los países occidentales la homosexualidad ha sido considerado un delito hasta hace cuatro días y no digamos ya el lesbianismo que ni se concebía su existencia. La derecha cavernícola que existe en nuestro país todavía se llena la boca de acusaciones contra Cuba y la homosexualidad y tienen razón, pero deberían hablar también del franquismo y del nacional catolicismo que encarceló a miles de homosexuales.

En el Reino Unido la homosexualidad era un delito hasta 1984 y en Alemania hasta 1994 y todavía hoy hay muchos países que niegan el matrimonio homosexual por no hablar de países como Polonia, Hungría o Rusia que mantienen legislaciones abiertamente homófobas.  En la historia de la represión de la libre sexualidad las religiones han jugado un papel de primer orden ya que todas, desde el cristianismo al judaísmo pasando por el islam, siguen manteniendo patronos de persecución a la libre sexualidad de las personas imponiendo patrones morales heterosexuales en el marco familiar. Incluso las denominaciones cristianas más avanzadas, como algunas iglesias reformadas de los países nórdicos, han tenido que aceptar los derechos civiles de homosexuales por imposición de las leyes civiles ya que las iglesias reformadas protestantes son una prolongación del Estado. Las iglesias y las religiones parecen obsesionadas por la persecución a la libre sexualidad, pero, en verdad, todo ello hunde sus raíces en el mantenimiento de estructuras económico sociales patriarcales que requieren del castigo de la libertad sexual y de la dominación de la mujer. En la actualidad vivimos en sociedades que por su avance económico y social están garantizando cada vez más la libertad sexual y por ello las ideologías religiosas se quedan desfasadas. Pero todavía hay grupos políticos y organizaciones, sobre todas las iglesias, más aún en países empobrecidos, que son la punta de lanza de la lucha contra libertad sexual.

En nuestro país, tras 40 años de nacional catolicismo, donde la iglesia católica tuvo un monopolio en la educación moral de los españoles, hemos tenido otros cuarenta años de democracia vigilada también con mucha influencia por la iglesia católica. En efecto, durante la democracia la legislación sobre el matrimonio, divorcio , aborto o derechos civiles de homosexuales o lesbianas ha estado condicionada por la influencia de la iglesia católica en el sistema político a través de unos partidos políticos principales ( PP y PSOE y algunos nacionalistas ) totalmente sumisos a esa influencia; solamente, tras muchos años de luchas de los movimientos sociales,  el gobierno del partido socialista tuvo que proponer una legislación de reconocimiento de derechos civiles de homosexuales y lesbianas y reformar la ley del matrimonio y divorcio así como despenalizar el aborto y establecer una legislación de plazos  y para acallar las protestas clericales el PSOE también compensó a la iglesia con una mayor financiación del clero. Y aun así la Iglesia Católica española, en alianza con el resto de religiones y con el Partido Popular, movilizaron a cientos de miles de personas contra el matrimonio igualitario y para ello utilizaron de forma masiva al alumnado que estudia en los colegios católicos financiados por el Estado.  

 Todavía la iglesia mantiene prácticas en su interior que violan los derechos fundamentales de sus miembros como, por ejemplo, la represión sexual del clero católico. Algunas personas dicen que las cosas están cambiando y hablan de tal o cual gesto del Papa de Roma y sin embargo las relaciones homosexuales, para la iglesia católica, siguen siendo consideradas un pecado y están terminantemente prohibidas considerándose un “desorden natural”. Por ejemplo, cuando se presentó el proyecto de unión de hecho de homosexuales en Argentina, Bergoglio, el hoy Papa de Roma, lo calificó de ley antinatural y diabólica. Estas fueron sus declaraciones en el 2010: “Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicarse y dominar la tierra. No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es solo el instrumento) sino de una ‘movida’ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios», Ahora, el Papa Francisco I, hace declaraciones de cierta apertura en cuestiones morales, pero para seguir manteniendo, dentro de la iglesia, una homofobia sin matices y en muchos países, donde aún no ha sido aprobado el matrimonio igualitario, realiza una batalla contra el mismo en alianza con la derecha católica y los evangélicos . De paso diremos que es una vergüenza que, en nuestro país, siga teniendo el matrimonio canónico, donde no se permite el matrimonio homosexual, una eficacia civil directa.

Para las iglesias, en los países en que ya se han conquistado derechos civiles que favorecen la libertad sexual , es cada día mas difícil justificar su doctrina homófoba y contraria la igualdad de las mujeres  ya que la igualad o la libertad sexual son  considerados, por la mayoría de la población, derechos fundamentales ,incluso para la mayoría de los católicos o evangélicos; frente a ello las iglesias utilizan estratagemas para limitar los avances  civiles en nombre de la libertad individual o incluso la libertad religiosa frente a lo  que denominan la “ideología de género”, queriendo confundir lo que son derechos fundamentales de las personas con una “ideología” secularista perniciosa. En estos países, como el nuestro, altamente secularizados , las iglesias y no solo la católica, se alían con grupos políticos de extrema derecha y con una base de apoyo juvenil adoctrinada en los colegios católicos, donde configuran una especie de bloque político electoral católico que reclama una superioridad moral frente al secularismo, utilizando  para ello el aborto y la eutanasia ya que frente a la “cultura de la muerte “, los católicos , vistos por sí mismos  como  una especie de mártires de la sociedad secularista ,  reclaman la “cultura de la vida” y de la familia , fanatizando a miles de jóvenes en ,esta sí, ideología reaccionaria.

En algunos países occidentales las iglesias y en particular la iglesia católica, constituyen la punta de lanza, en alianza con partidos políticos civiles, en contra de las políticas de igualdad de la mujer y de los avances civiles de la libertad sexual y en aquellos países occidentales, donde muchos derechos se han conseguido, intentan confundir a la opinión publica argumentando que la libertad sexual es algo individual que debe ser respetado, pero no debe imponerse por la ley civil. Y no hablemos ya del islamismo en occidente donde fomenta el discurso contra la libertad sexual en un espacio comunitarista que intenta aislar absolutamente a la comunidad de creyentes de la sociedad civil.

Por eso resulta patético que los Estados y la institución, como ocurre con el nuestro, en vez de mantener un laicismo institucional en relación a las iglesias y religiones, manteniendo indiferencia y neutralidad, presentan a éstas, tanto en la legislación civil como en la simbología institucional, como entidades benéficas, espirituales y favorecedoras de la convivencia, cuando los hechos demuestran otra cosa ya que más bien favorecen el odio y la discriminación de las personas.

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