Esta semana pasada ha sido importante para el mundo católico, mostrando la fortaleza de la presencia de los rituales y celebraciones católicas en una sociedad cada vez más secularizada y laica. Esta muestra es también un reflejo de las creencias de buena parte de los españoles. En concreto, según datos del CIS, un 54% se declaran católicos (practicantes o no), mientras que el 26% dicen ser agnósticos y el 17% ateos. Constituye un tópico afirmar que la religión ha sido una de las cuestiones que más han dividido políticamente a los españoles en los últimos dos siglos. Tanto en determinadas épocas históricas (en especial, la Segunda República), como en el período democrático iniciado en 1977, las creencias y prácticas religiosas han estado fuertemente asociadas al eje izquierda-derecha. Lo curioso es que, a pesar de la secularización que ha experimentado la sociedad española y de que disminuye el número de personas que manifiestan vivir la fe religiosa, el factor religioso no ha disminuido su impacto en el voto con el paso de los años, sino que lo ha mantenido o incluso aumentado, como muestran diversas investigaciones[1].
Autoridades públicas en actos religiosos
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