Un alegato contra la intolerancia y una apuesta al debate.
El atentado a la revista Charlie Hebdo perpetrado en enero de 2015 en París generó disputas en torno a la libertad de expresión. Según comenta Riss, actual director del medio, algunos se condolieron con los muertos a partir de un concepto abstracto de libertad, basado no en la democracia sino en la cobardía y en el lugar común: cuando les tocó escuchar la crítica a sus propias creencias, se echaron atrás y denunciaron a la revista por publicar, según ellos, aberraciones. Otros, racistas, aprovecharon la denuncia de los islamistas extremos para cerrar el paso a los inmigrantes.
El autor de Un minuto cuarenta y nueve segundos denuncia a los laicistas aplacados porque “exigen que los defensores del laicismo aplaquen sus convicciones, pero no piden nunca que los religiosos aplaquen sus prácticas dogmáticas e intolerantes”. El libro es un alegato contra la intolerancia religiosa, un homenaje a los colegas muertos en el tiroteo y una forma de recordar la centralidad de los argumentos en el debate público.
Los intolerantes existen porque no pueden evitar la ceguera que deriva, en casos extremos, de la institución religiosa. La religión puede funcionar como un freno a la libertad. “No va a ser sencillo sacarnos de encima la religión porque la humanidad siempre va a necesitar creer en algo”, afirma Riss.
Fanatismo y libre expresión
Voltaire escribió: “el fanatismo es a la superstición lo que el delirio a la fiebre y lo que la rabia a la cólera. El que padece éxtasis y visiones, el que toma los sueños por realidades, y las imaginaciones por profecías es un exaltado; el que confirma su locura con un crimen es un fanático”. El filósofo francés defendió una idea abierta de libertad de expresión: la libertad no debe ser restringida en ningún caso, y menos cuando produce ideas opuestas. La libertad no es una entelequia, una abstracción que se proclama en el ring mediático solo para conseguir votos. En todo caso, la libertad se pone en juego cuando cuestiona nuestras creencias.
En Occidente, la libertad artística o reflexiva tuvo que lidiar con los dogmas. En una sociedad democrática el pensamiento no puede tener límites pero el fanatismo suele poner barreras a la libertad de expresión. La versión intransigente de la fe -y las derivaciones en el dogmatismo político- puede transformarse en un veneno para la libertad.
Libertades y objeciones
El problema no es que haya religiones sino que estas se conviertan en el modo excluyente de relacionarnos con el otro y en el medio para condenarlo porque no piensa de la misma manera. ¿Cómo convivir con el fascismo religioso? ¿Cómo separar la defensa de las ideas de las creencias dogmáticas? ¿De qué manera puede un religioso no advertir que su creencia puede convertirse en el fundamento irracional de la intolerancia? Riss sostiene: creer es una libertad fundamental; cuestionar las bases de las creencias es otra libertad fundamental.
Una manera posible de respetar la libertad es evitar la defensa de la versión dogmática de nuestras creencias.
Riss nació en Melun en 1966. Es periodista y caricaturista, director del diario Charlie Hebdo. Trabajó en La Grosse Bertha en 1991 donde conoció a Charb, Luz, Cabu, Philippe Val y todo el equipo que llevaría adelante a Charlie Hebdo a partir del año siguiente. Desde 2009, comparte con Charb la dirección del diario. El 7 de enero de 2015 fue gravemente herido durante el atentado terrorista contra Charlie Hebdo, en el que murió acribillada casi toda su redacción.