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Siento mucho, señora ministra, que usted fuese una entre cientos, entre miles, entre millones de niñas españolas que se sentaban en su silla del cole a estudiar, a aprender, a socializar con sus compañeras y compañeros.

Siento mucho que en su adolescencia pudiese tener un grupo de amigas y amigos con quienes salir sin tener que ir escondiéndose por las esquinas de algún familiar o vecino inquisidor.

Siento mucho que usted fuese una niña como cualquier otra niña, porque usted como sus compañeras sabía que lo era.

Siento mucho, señora ministra, su anonimato entre tantas niñas, porque usted, y no sabe cómo lo siento, usted no era diversa. Ahora, en su mayoría de edad tampoco lo es; lo siento tanto…

¿Cómo iba usted a ser diversa? Usted tiene el pelo liso, su tez es clara, su constitución guarda los cánones imprescindibles para considerarla “normal”.

Sus padres no tuvieron que hacer cola durante días para arreglar el papeleo necesario para identificarla como española.

Nadie le cuestionó nunca por su acento, por lo que comía…

A sus profesores no se les ocurrió jamás que usted no pudiese ponerse un pantalón corto para hacer deporte.

Tampoco se les ocurrió nunca consultar a sus padres para ver si usted podía ir a aprender a nadar o ir de excursión con sus compañeros.

Nadie le dijo a usted, y eso era consecuencia de no ser diversa, que tenía que taparse el pelo para no excitar la libido de los niños y hombres que la rodeaban.

Esa niña tan poco diversa que usted fue, se ha convertido en la ministra de Igualdad de todas las españolas. Bueno, de todas no, solo de las españolas que a usted le parecen lo suficientemente mujeres, lo suficientemente españolas, lo suficientemente adeptas a su ideología, que déjeme decirle, va a la deriva y sin timón hacia una misoginia y racismo inverso inconmensurable.

Nosotras, las mujeres nacidas en contextos musulmanes, creyentes o no, sí, no se sorprenda, no todas somos musulmanas, sí somos consideradas diversas. Hoy nos lo dicen desde ONU Mujeres, desde el Consejo de Europa, desde el gobierno de España, desde su partido, Podemos…Voy a explicarle por qué nosotras somos diversas según estas instituciones, porque veo que no acaban de tenerlo muy claro.

Somos diversas porque a pesar de ser españolas, europeas, se nos sigue considerando hijas de inmigrantes, como si la condición de inmigrante fuese heredable.

Somos diversas porque a la mayoría de nosotras se nos prohíbe, aún siendo españolas, ir a clases de natación o ponernos un pantalón corto para hacer deporte.

Somos diversas porque tenemos que suplicar a nuestros padres que nos dejen ir a esa excursión cultural o lúdica que ha organizado el colegio, y si no nos dejan ir, nos vamos con nuestra diversidad a comernos las lágrimas a la cama. Las lagrimas con diversidad saben más amargas que las suyas, señora ministra.

Somos diversas porque podemos desde los 8 años llevar hiyab a la escuela sin que nadie ponga en tela de juicio que esa es nuestra elección, porque …somos diversas y tenemos que mostrarlo públicamente. Así contentamos a nuestro patriarcado islamista y contentamos a quienes como usted necesitan presumir de ser inclusivos, de que aceptan de buen grado esta diversidad que considerarían inaceptable para cualquier niña realmente española.

Se lo voy a decir en castellano: No somos “castellanas viejas” como usted, por eso también somos diversas.

Somos diversas porque no podemos tener un noviete que no sea musulmán, ni rejuntarnos ni casarnos con él. A no ser que queramos ser vilipendiadas, acosadas, insultadas o algo peor, casadas contra nuestra voluntad para reconducirnos. Si, señora ministra, eso les pasa a niñas españolas en España.

Somos diversas porque todas somos “musulmanas” ¿Qué le importará a un gobierno de izquierdas el laicismo? ¿Qué les importa que al resto de ciudadanos no se les nombre como católicos sino como ciudadanos? Aquí lo que importa es que se vea que hay “diversidad”.

Tengo una larga lista de agravios diversos con respecto a esta diversidad.

Sería normal pedirle que dedique al menos un minuto de su apreciado tiempo a pensar en por qué un ministerio como el suyo no mueve un dedo por estas niñas. Piense en por qué cuando vemos carteles expresando “diversidad” a nosotras se nos tapa con un uniforme misógino, el hiyab. Y aún se lo pongo más fácil: Piense por qué los hombres nacidos en contextos musulmanes ni tienen identidad ni son diversos.

Está usted rodeada de politólogos que deberían, al menos, saber que la diversidad y las identidades son un arma de doble filo que a día de hoy cercenan literalmente las cabezas de quienes se atreven a cuestionarlas.

Espero, señora ministra, que a pesar de su normalidad pueda entender con esta sencilla carta que la diversidad no es un arma que pueden esgrimir ustedes a la ligera, porque hay niñas, niñas, que cada día sienten el filo de esa diversidad muy cercano a su cuello.

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