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Rafael Martínez y la enseñanza racionalista

Rafael Martínez López constituye una figura fundamental en la Historia de la educación en España. Un inmigrante en Madrid trabajó en distintos oficios, especialmente en los ferrocarriles donde desarrolló muy pronto un gran compromiso sindical y político en el ámbito del socialismo.

Participó en la creación de la Sociedad de Obreros del Ferrocarril del Mediodía en 1899, habiendo ingresado unos años antes en la Agrupación Socialista de Madrid. Pero Rafael Martínez tenía también inquietudes educativas, y se puso a estudiar por libre la carrera de Magisterio. Consiguió el título de maestro de primera enseñanza en 1904. En ese momento pudo combinar sus dos compromisos, el socialista y sindical con el educativo, ya que se puso al servicio de la enseñanza de los obreros en la Escuela Laica de su Sociedad Obrera, para luego fundar en 1905 la Escuela Laica Socialista del Centro Obrero de Madrid, que estaba en la calle de Relatores. Siguió participando activamente en la vida organizativa sindical de los ámbitos ferroviario y educativo. Ganó por oposición en 1918 una plaza de maestro en la Escuela Mixta de la Colonia de la Estación de la localidad madrileña de Torrelodones. Allí trabajó hasta 1937, y allí salió elegido concejal en 1931 y 1n 1936. Figura clave del Frente Popular en Torrelodones, terminaría la guerra en Valencia colaborando en las Milicias de la Cultura. Al terminar la contienda sufrió una intensa persecución, y aunque se le conmutó la pena de muerte no pudo vivir mucho más, porque murió de frío y hambre en el penal de Ocaña en 1940.

Queremos ahondar en sus ideas sobre la educación, asunto al que ya hemos prestado atención en otro trabajo. En este caso nos acercamos al artículo que publicó en Vida Socialista en 1910 titulado “La Escuela futura y la enseñanza racionalista”, porque nos ofrece algunas claves importantes.

La escuela futura tenía una misión fundamental: preparar al hombre para una nueva situación, donde se asegurasen la paz y el bienestar general. Pero para cumplir este objetivo era necesario transformar radicalmente la escuela, abandonando por completo los dogmas, e implantando la educación racionalista.

Así pues, esta escuela racionalista tendría un carácter emancipador, educando a los niños en la idea de que la escuela no era un lugar de tortura donde se aprendían cuestiones que, en su gran mayoría, eran inútiles para la vida real, sino un lugar donde se les debía alentar en el descubrimiento de verdades y conocimientos útiles, donde no se les coartasen sus inclinaciones naturales, y donde por su iniciativa propia, guiados por los profesores, fueran aprendiendo muchas cosas necesarias.

La enseñanza racionalista trataría de afirmar los lazos de la solidaridad entre los hombres.

La escuela, tal y como estaba concebida, pretendía que no es alterase el estado de cosas, los privilegios, ya fuera aquella dirigida por la Iglesia, ya por el Estado ambos contrarios a la enseñanza racional. Por eso, según Hernández, eran el Partido Socialista, los sindicatos obreros y los maestros quienes debían encargarse del cambio.

Hernández insistía mucho en el protagonismo del maestro con iniciativa, aún dentro de los límites de los programas educativos oficiales, ya que podría dar a la enseñanza un carácter libre, aunque, la acción del mismo era insuficiente, porque existían muchos obstáculos legales. En este sentido, el Partido Socialista, desligado de compromisos con los poderes, tenía la misión de ayudar a derribar esos impedimentos, junto con el sindicalismo.

Hemos trabajado con el número 6 de Vida Socialista (6 de febrero de 1910). Podemos consultar el trabajo de este autor, “Rafael Martínez y la apertura del curso de Escuelas Laicas” de 1915: educación versus instrucción”, en El Obrero (febrero de 2018). Sobre Rafael Martínez es conveniente acercarse al Diccionario Biográfico del Socialismo Español, además del trabajo de A. Plaza, Rafael Martínez, “Retrato incompleto de un socialista olvidado”, en las VIII Jornadas de Historia y Fuentes Orales (2007). Por otro lado, para profundizar en la educación y cultura socialistas contamos con la monografía de Francisco de Luis Martín, La cultura socialista en España (1923-1930), Madrid, CSIC, 1993.

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