En los valles pasiegos y la mayor parte de las comarcas cántabras había una norma común para mantener el orden y el decoro tanto en los templos como en los establecimientos públicos
Recientemente recordaba unas placas de porcelana blanca con grandes letras negras, en el interior de la iglesia de mi pueblo cayonés. En ellas estaba escrito: «Prohibido escupir» y «Prohibido blasfemar». Hablando con los mayores del lugar, incluido mi padre, me contaban que antiguamente castigaban por blasfemar, mi progenitor me decía que en el valle de Carriedo había carteles en los bares y otros lugares, comunicando que se impondría una multa a quienes blasfemasen. Yo en mi infancia no comprendía el significado de aquellos carteles en la casa de Dios. ¿Cómo era posible que alguien se atreviese a escupir y blasfemar en su casa? Estas placas estaban colocadas en unas columnas, en el lugar destinado a los hombres, pues hace años mujeres y hombres escuchaban la misa por separado, ellas en la parte delantera con sus velos o mantillas, muchas con su misal y rosario.