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Presos, religión e indultos de Semana Santa, por Antonio G. Movellán

Las religiones suelen estar donde nadie está. Ya no solo es que se cuelan en las almas, muchas veces en contra de la libertad de conciencia, sino que también se cuelan en los cuerpos y particularmente en los más enclaustrados y ocultados para la sociedad. En todas las prisiones del mundo las religiones están muy presentes ya que legiones de imanes, curas, rabinos y pastores pululan por sus pasillos con autorizaciones especiales. En las 84 cárceles de nuestro país donde están encerrados 60.000 presos, en este tiempo de pandemia, todas las visitas con los presos fueron prohibidas excepto las vistas de curas y religiosos que siguieron entrando y saliendo y fueron el único vinculo con el exterior (y a pesar de esto las muertes por sobredosis no han parado-¡alguien debería investigar esto!).

En España hay 164 curas y 3.000 voluntarios católicos que entran y salen de las prisiones en una obra supuestamente social. El Estado paga a los capellanes y da cerca de 1.400.000 euros al año a la pastoral de prisiones. Los evangélicos son 146 pastores y miles de voluntarios y los Testigos de Jehová tiene también cientos de voluntarios repartidos por las prisiones. Hay también Adventistas y otras denominaciones evangélicas con la Iglesia de Filadelfia o sectas-Iglesia como “Remar”. También hay 21 imanes reconocidos y hasta un rabino.

El sistema penitenciario español – a pesar de lo que se diga por ahí -se basa en el control y la vigilancia de unas poblaciones reclusas muy altas en número ya que el código penal de 1994 abrió la escotilla al incremento de la población carcelaria planificándose, al tiempo, una gran inversión(sic) en nuevos panópticos de finales del siglo XX. Desde luego no hay en el horizonte del sistema penal español una idea de subvertir el orden inhumano de la penitenciaría y encaminarse hacia a la abolición de la prisión, más bien al contrario. Piénsese que entre los 25.000 funcionarios de prisiones solo el 14% de estos están dedicados al “tratamiento” y el resto a la vigilancia y al control -y en muchísimas ocasiones al maltrato-. Nuestras cárceles están repletas de drogas y dramas humanos que no van a resolverse intramuros. Es en este contexto, donde las organizaciones religiosas se introducen en las cárceles. La cárcel, como la marginación, es el sitio ideal para el proselitismo religioso y por eso la pluralidad religiosa en la cárcel es tan profusa; también es el lugar ideal para el desenvolvimiento de las sectas   como la española “Remar” o el lugar ideal para las obras supuestamente sociales del tipo cuasi aristocrático como las de “Nuevos Horizontes” del Padre Garralda. Todo  ello forma parte de la cadena de tratamiento. La práctica religiosa en la prisión es un símbolo de adaptación al tratamiento penitenciario y el tercer grado, muchas veces, se cumple fuera en las organizaciones religiosas y en sectas religiosas como Remar. El preso sumiso y adaptado normalmente es un preso religioso y el imán, a veces, es colaborador del CNI.  Recogemos aquí la conclusión de un magistral estudio realizado por el profesor  Salvador Cutiño Raya “ El tratamiento penitenciario(…)es uno de los medios, tal vez el más efectivo y refinado, para garantizar la disciplina y la vigilancia en las prisiones(..) El resultado de esta ideología tratamental en las prisiones ha sido la ampliación del poder disciplinar de los encargados de la ejecución penal, la disminución de la resistencia de la población reclusa frente a las malas condiciones, esperando obtener recompensas de su colaboración, y la aceptación oportunista e hipócrita de las normas de régimen interno

En este sentido la práctica religiosa y el encuadramiento en las muchísimas organizaciones religiosas que deambulan por las prisiones es un componente más de esta ideología del tratamiento considerado más como una técnica de docilidad y disciplina que como una ayuda para la emancipación personal.

El vergonzoso mantenimiento de la prerrogativa por las cofradías religiosas de indultar a los presos de nuestro país en Semana Santa, además de un insulto a la supuesta aconfesionalidad del Estado, no es más que un reforzamiento, por parte del Estado, del catolicismo entre los presos para que acepten la sumisión y la docilidad ya que se presenta a la cofradía o la hermandad-y por extensión al catolicismo- como una institución con influencia directa y con “mano”  en el sistema penitenciario estatal. En una reciente entrevista que realicé al activista anarquista Amadeus Casellas, con más de 25 años de prisión a sus espaldas ( le puedes ayudar aquí) , y que actualmente se dedica a la defensa de los derechos de los presos me dijo que, en España, el tratamiento penitenciario se podía resumir en la frase “preso drogado, carcelero descansado”  y que  en esa drogadicción también colaboran muchas de las organizaciones religiosas que proliferan en las prisiones de nuestro país, propagando la resignación ante la adversidad, la soledad y la pobreza .

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