El otro día, paseando por el Gòtic, sucumbí a la tentación de espiar el belén de este año, que se estaba preparando en Sant Jaume. Me temía la gansada de cada año, y con esa poca esperanza metí la nariz entre las vallas, para ver qué feliz ocurrencia nos habría regalado el gobierno Colau. El resultado no fue decepcionante: una vez más, los prejuicios tronados de determinada progresía triunfaban por encima del legado cultural y religioso. Que nada recordara que nos acompañan siglos de tradición católica, más allá de algún buey esquilado y una Virgen perdida entre objetos.
Con una previa obligada: el montaje de la artista Paula Bosch me ha parecido muy bonito, tanto en su ejecución, una colorida mezcla de trastos guardados en cajetines, como en la idea que lo inspira, un feliz caos que recuerda el jaleo familiar de todos los años a la hora de hacer el belén. Como conjunto, es elegante, es simpático y es poético, y personalmente lo encuentro entrañable. Pero la cuestión –y la polémica recurrente– no está en el montaje del artista, sino en la intencionalidad política del Ayuntamiento que, año tras año, late en el mismo sentido: despojar de religiosidad la fiesta religiosa por excelencia, en un proceso de deconstrucción de la memoria y la tradición. Como planteé en el libro S.O.S Cristianos , hay una corriente ideológica de la izquierda, vinculada a severos prejuicios, que no es laica, sino profundamente anticatólica –lo cual no es lo mismo–, y bajo este estigma se toman decisiones políticas.
Es muy difícil entender cómo se puede celebrar el nacimiento de Jesús, una conmemoración de enorme solemnidad para los creyentes, despojándolo del sentido católico que lo inspira. Es decir, ¿se acepta la Navidad, el pesebre, los camellos, los bueyes, el caganer , pero que nada recuerde que se está conmemorando el inicio de una fe religiosa que ha marcado la esencia social y cultural de nuestra nación, durante dos mil años. ¿Por qué caray hacen un belén, si en realidad detestan hacer un belén? ¿Por qué se apuntan a esta tradición, si la menosprecian? ¿Por qué celebran la Navidad, si están en contra de lo que significa? Y no compro la idea de la laicidad, la multiculturalidad y el resto de mandangas que nos venden en el mercado de la demagogia, porque respetar el sentido religioso de una tradición milenaria, que históricamente nos define, no va en detrimento del concepto plural de sociedad, sino al contrario, lo fortalece y lo eleva. Lo repito: no es laicidad, es anticatolicismo; no es respeto, es menosprecio; no es ideología, es tontería.
Pilar Rahola
___________
*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.