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Política, religión y aconfesionalidad en Sanlúcar

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SD.-En una sociedad democrática y aconfesional como España, la separación entre política y religión es un principio fundamental que garantiza la igualdad y la libertad de creencias para todos los ciudadanos. Sin embargo, recientemente, en Sanlúcar, con la alcaldía de IU, se ha planteado la pregunta sobre si ciertos actos políticos están socavando este principio en aras de ganar votos y seguir comprando voluntades a cambio de una foto luciendo cordón en un pazo.Todo esto se deduce de las reacciones de militantes, simpatizantes y votantes en general en las redes sociales y en la calle ante el enésimo desfile procesional por las calles de la ciudad.

La medalla de oro otorgada por la corporación municipal a la Hermandad del Nazareno de Sanlúcar ha generado una controversia en las filas de la izquierda, cuando no la burla de los detractores y adversarios ideológicos de la organización de izquierda. La cuestión no es si la hermandad merece o no tal reconocimiento, sino más bien la intención detrás de esta acción y cómo encaja con la aconfesionalidad de España y el programa político de IU en las últimas elecciones.

Izquierda Unida se presenta, en este ayuntamiento también, como un partido progresista que aboga por valores como la igualdad, la aconfesionalidad y la justicia social. En las elecciones, lo hace como una opción para aquellos que buscan un cambio y un gobierno que refleje estos valores. Sin embargo, la entrega de la medalla de oro a una hermandad religiosa plantea preguntas sobre la coherencia de estas afirmaciones que sin duda están lastrada por la otra fuerza en el consistorio sanlúqueño: El PSOE y las costuras del pacto de gobierno que firmaron para regir los destinos de nuestra ciudad en otro mandato de cuatro años que además genera muchas dudas sobre quién está más interesado en que lo mejor del acuerdo es no meneallo.

Los socialistas llevan 16 años asegurando sus estipendios y aunque muchos se quedaron sin él, al no vencer en las elecciones, otros temieron perderlo en el caso que Carmen Álvarez y su organización no aceptaran las exigencias de los socialistas en las negociaciones para formar gobierno.

Está fuera de dudas que dejar el camino expédito al PP no formara parte, de ninguna de las maneras, del guión postelectoral de los dos partidos.

Así y todo la falta de acuerdo, en cambio, no hubiera supuesto ningún roto en las economias de los delegados/as de IU que juraron sus cargos después de solicitar, todos, las excedencias en sus respectivos puestos de trabajo.

La aconfesionalidad en España, hecha la preliminar foto laboral de familia del consistorio, implica que no se debe favorecer ni discriminar a ninguna religión. Algunos argumentarían que otorgar reconocimiento especial a una hermandad religiosa va en contra de este principio, ya que parece favorecer una tradición religiosa en particular. Este tipo de acciones pueden dar lugar a percepciones de que se busca ganar rentabilidad política o mantener el apoyo de un grupo de votantes que podrían estar en desacuerdo con las ideas progresistas que representa IU, aunque visto lo visto, el aprecio de estos grupúsculos religiosos a cualquier gobierno de izquierda no se le escapa a nadie y ha hecho y harán todo lo posible desde sus púlpitos mediáticos o religiosos para que esta opción política se defenestre, por lo que la falsa creencia, en los círculos más ¿puristas? de IU, de que » hay que gobernar para todos» no es más que la claudicación a los principios que se quieren defender desde estas organizaciones religiosas y la contradicción de IU a las programáticas exigencias públicas y mediáticas de una ciudad aconfesional.

El mundo capilleril, representado mayoritariamente por las hermandades, ha demostrado en muchas ocasiones ser beligerante con el progresismo y sus mentores. Ejemplos recientes, como el pregón de la Virgen de la Caridad, han evidenciado actitudes que no encajan bien con una visión de sociedad más igualitaria y laica. Estos eventos nos plantean la pregunta de si los líderes políticos deberían estar alineados con estos valores y tradiciones, o si deberían priorizar los principios que defienden en su programa político.

En última instancia, es esencial que los líderes políticos, como la alcaldesa Carmen Álvarez, reflexionen sobre la coherencia entre sus acciones y sus valores declarados. La entrega de la medalla de oro a la Hermandad del Nazareno de Sanlúcar puede haber sido un gesto simbólico, pero también plantea preguntas sobre la dirección política que toma la ciudad y si se están respetando los principios de aconfesionalidad que son fundamentales en una sociedad democrática.

La política y la religión son asuntos sensibles que deben manejarse con cuidado y responsabilidad. Es vital que los políticos actúen de manera coherente con los principios en los que se basa su partido y que respeten la diversidad de creencias pero sin intervenir en ellas aunque sí con el apoyo institucional para que ejerzan sus libertades religiosas que en ningún momento están en entredicho.

La ciudadanía de Sanlúcar merece un gobierno que respete la Carta Magna, refleje sus valores y principios, sin importar su afiliación religiosa o sus inclinaciones políticas, y está claro que en este caso se pone en duda la aconfesionalidad de Sanlúcar y por ende a la Constitución.

Los delegados y concejales de PSOE, PP o VOX acudiendo a estos encuentros procesionen o no, luciendo palmito en estos eventos marianos reiterativos y onerosos para el erario público con baños de masa y olor a incienso, se encuentran en su zona de confortabilidad política pero Izquierda Unida se acerca peligrosamente a esa línea que sus votantes les pidieron no pasar cuando depositaron su confianza y sus votos a una nueva generación de sanluqueños/as progresistas que 36 años después tienen que batirse el cobre todos los días para no perder sus identidad y reivindicar su Historia.

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