La Iglesia católica anda más preocupada por la fe que por la vida de sus fieles. No es la único, PP y Vox, los grandes sabios epidemiólogos de esta pandemia, defienden la asistencia a misas cuando aún no hemos doblegado la curva de contagios. ¿Por qué buscar vacuna si su dios parece ser la mejor protección contra el coronavirus?
La semana pasada escribía Crisis de fe en tiempos de pandemia y ahora la Conferencia Episcopal Española (CEE) me da la razón, algo que me inquieta, todo sea dicho. En aquel artículo describía lo sencillo que resulta construir una religión y cómo en épocas de desgracia las religiones aprovechan los temores/incertidumbres de las personas para atraerlas con la fe, esto es, con resignación a lo inexplicable como el clavo ardiendo al que aferrarse.
Ahora, mi colega Jesús Bastante, que posiblemente sea el periodista que mejor conoce los entresijos de la Iglesia católica en España, cuenta en eldiario.es cómo la CEE ha elevado una queja por la interrupción de misas que se estaban celebrando durante el confinamiento. Sólo en el caso de Granada, el Viernes Santo y con presencia del Arzobispo se congregó una venintena de personas.
La derecha, la extrema-derecha y la Iglesia han optado por hacerse las tontas, confundiendo el hecho de que se permita el culto con que se permita acudir a él en persona. Las prohibición de circulación es cristalina y quien no lo entienda, tiene serios problemas de comprensión lectora o que, como en tiempos que quizás anhelen, creen que a la Iglesia hay que medirla con otro rasero.
Dado que en España tenemos la anomalía democrática -por ser diplomático- de retransmitir por la televisión pública oficios católicos, ¿qué necesidad hay de romper el confinamiento para desplazarse a la iglesia? Si la CEE es capaz de poner cepillos para pagar con el móvil, ¿por qué no recurre al streaming por internet para llegar a sus fieles? Si el Papa lo puede hacer, ¿por qué algunos curas españoles quieren ser diferentes?
Quizás es que su preocupación nada tiene que ver con la fe, quizás viene más fundada, como informaba Bastante hace unos días, por el temor a perder hasta 255 millones de euros del cepillo. Asumido ese miedo, antes que seguir poniendo en riesgo las vidas humanas, debería plantearse que el compromiso de sus fieles con la Iglesia no es tan sólido, porque de serlo, las donaciones se pueden seguir realizando por otros medios alternativos al cepillo… bien lo sabe la CEE que, cuando se trata de dinero, sabe buscar todas las vueltas para amasar fortuna.
En cuanto a PP y Vox, llevar esta cuestión al Senado, plantear que sólo en un Estado de Excepción y no de Alarma se pueden prohibir las misas es una auténtica temeridad, contradiccióm y, perdónenme, una gilipollez. Las misas no se prohiben, las misas se pueden celebrar, pero a puerta cerrada. Es sencillo de entender, porque si abrimos la puerta a la celebración de oficios con público, ¿por qué prohibir el deporte, que es mucho menos peligroso para el contagio y reporta más bienestar que la religión?
Las quejas de los sectores conservadores, y ahí metemos a la derecha, su escisión fascista y la Iglesia, deberían quedar como una mera anécdota, un nuevo gesto al que prestar escasa atención porque para lo único que sirve es para retratar su calaña.
David Bollero