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A vueltas con Taltavull y la sentencia de las Jerónimas.
Siempre utilizan el mismo argumento que ya nadie se cree: “Para restaurar la vida monástica” ¿Con quién? ¿Por qué no lo hace en sus propiedades vacías?
Hace ya tiempo que denuncié en este blog la intención del obispo de Mallorca, Sr. Taltavull, de apropiarse del Convento de santa Isabel de Palma de Mallorca, propiedad de las monjas Jerónimas. Con motivo de aquella denuncia, el mismo obispo me llamó entones, por teléfono, para pedirme explicaciones de mi denuncia y le invité a responder y a desmontar mis afirmaciones.
No pudo, ni lo intentó. No sólo no contestó sino que me dijo, en aquella ocasión, que hablaría con las monjas para buscar una solución dialogada. Y t¡yo le creí, ¡ingenuo! No se ha dignado tratar con ellas nada más que de manera arrogante para requerirles las llaves del convento y así tomar posesión, pensando, sin duda, que si se las daban, era una manera de “exhibirse como dueño”. Esta quimera, demuestra dos cosas: su cortedad de miras y que estaba torpemente aconsejado. Fue así como comenzó el juicio por la demanda de las monjas jerónimas, representadas por su abogada, Pilar Rosselló, contra el obispado de Mallorca por inmatricular, en tiempos del obispo Salinas, el convento de santa Isabel de Palma sin su consentimiento y pretender convertirlo en propiedad suya. Una inmatriculación que de ninguna manera suponía que el obispado fuera propietario sino sólo que lo deseaba.
Todo se inició en tiempos del obispo Salinas, de pésimo recuerdo en la isla. Las monjas esperaban que, con la llegada de Taltavull, que presumía de dialogante, todo pudiera encauzarse adecuadamente. Pero, por el contrario, este obispo, por activa y por pasiva, se empecinó en reclamar las llaves a las monjas, incluso dando entrevistas (Diario de Mallorca, de 28 de octubre de 2018), apoyándose solo en su autoridad episcopal, y tildando a las monjas de díscolas con la justicia. ¡Cuánto han tenido que sufrir las jerónimas!
Pero sucedió, que se encontró con unas monjas poco sumisas, como él no esperaba, valientes y sabedoras de sus derechos de propiedad y de su deber de defenderla, pues en ello va su propio carisma. Todo ello, pese al gran sufrimiento de estas admirables religiosas, que vienen haciendo el bien y protegiendo la isla de Mallorca con su oración, por lo que son tan queridas por su población. No en vano, lo habitan ininterrumpidamente y de forma pacífica desde el año 1485. Allí están enterradas sus hermanas de hábito en un cementerio interior (“el Lloc Sagrat”), que yo he visitado, y que mantienen cuidado con esmero.
Desde su traslado a Inca, por motivos internos y de cuidados de las hermanas mayores, dejaron al frente a un profesional de la restauración para que mantuviera el convento en las mejores condiciones y elaborara un parte mensual, para las autoridades competentes, sobre la situación en que se encuentra y las posibles novedades que puedan surgir en un edificio no habitado pero tampoco abandonado, don Pedro Terrasa. La inmatriculación del convento por parte del obispado frustró un interesante proyecto social de apoyo a personas con discapacidad (FUNDACIÓN AMADIP-ESMENT), que ojalá ahora pueda recuperarse, tras esta sentencia favorable para las monjas.
El día 15 de octubre de 2021 se celebró el juicio, con el informe favorable y, casi infalible, del perito independiente de la universidad Complutense de Madrid, Don Faustino Martínez Martínez, Catedrático de Historia del Derecho y de las Instituciones, Vicedecano de Investigación y Política Científica de dicha facultad, nada sospechoso porque es de los que defiende, por ejemplo, que la propiedad de la mezquita de Córdoba es de la Iglesia. Su testimonio en el juicio, brillante y bien documentado, objetivo y profesional, fue decisivo para que la claridad se abriera paso entre tanta manipulación y mentira. Un estudio jurídico impecable, de unas treinta páginas, que avala absolutamente las tesis jurídicas de la demanda de las monjas y que derriba todas las pretensiones de apropiación del obispado, basadas en absurdos argumentos.
Todo lo que pudo arreglarse por el diálogo y la razón, y de puertas adentro, ha terminado en el ámbito civil y con el obispo demandado para desmérito de la sufridora Iglesia, que no está precisamente en un momento de gloria. ¡Y ha perdido el juicio! ¡A ver si aprende humildad, que es algo que le hace mucha falta! Llegó a comentar en alguna ocasión que yo defendía la postura de las jerónimas, porque “no había quedado bien en mi operación de un tumor cerebral”. Hasta aquí llega la altura moral de este obispo.
Un juicio que ha sido muy interesante porque el margen de maniobra del obispado ha sido muy estrecho ante la abrumadora avalancha de pruebas legales que se han presentado en favor de la propiedad de las monjas jerónimas, que son, a todas luces, las auténticas propietarias del edificio en cuestión. No entiendo qué interés puede tener el obispado por un edificio, que no es suyo, más allá del puro negocio inmobiliario por la buena situación en que se encuentra el inmueble.
¡Si lo que a la iglesia le sobran son edificios vacíos! Ya comenté en otra ocasión que incluso habían inmatriculado las murallas de la villa de Artá, en Mallorca, y también la Justicia les han quitado la razón. ¿No tiene otros frentes más importantes a los que dedicarse el obispo, en estos tiempos, que a pleitear con unas monjas que rezan por él a diario? Y dice, Monseñor Taltavull que está dispuesto a recurrir. Se ve que le sobra el dinero para gastarlo en aventuras estériles. Es un signo de su tozudez mental que acabará pagando la diócesis. Mejor que se lea bien la sentencia para que vea qué bien argumentada está y coteje la cantidad de documentos presentados que acreditan la propiedad de las monjas, que la justicia no ha tenido más salida que reconocer. También proclama el Sr. Taltavull que quiere restaurar la vida monástica en Santa Isabel. Y eso lo dice tras el ridículo monumental que acaba de escenificar en la villa de Sineu, donde el Obispado se hizo con la propiedad del llamado Palau dels Reis, que fue Convento de las concepcionistas.
Pues, sin escatimar “repiques de campanas”, el Obispo Taltavull anunció, en Sineu, en junio de 2021, la llegada inminente de 3 monjas procedentes de Colombia (“Hijas de la Sagrada Familia”). Lo recogen las hemerotecas del día 4 de junio de 2021. Pero pasaban las semanas y los meses, y de monjas en Sineu, nada de nada. Hasta que el alcalde de la Villa no tomó cartas en el asunto, ante el mal estado del Monasterio de Sineu, no fue cuando tuvo que salir el Obispo a decir a los medios que “las hermanas que debían venir de Colombia y cuyos viasados había tramitado el Obispado de Mallorca, han pospuesto su traslado a Mallorca, por causas que no se han explicado (Última Hora de 14 de diciembre de 2021)” Sí, sí, allí tiene un monasterio suyo, absolutamente abandonado e invadido de hierbas y palomas. Y sin monjas… ¿Y ahora dice que quiere restaurar la vida monástica en Santa Isabel, que no es suyo? Esto suena, como mínimo, a “milonga” de mal gusto.
Y las jerónimas, ya veis lo que es el evangelio, siguen rezando por su pastor, cada día en la Eucaristía y en sus preces porque son obedientes a la Iglesia por encima de todo, aunque ella, a través de este obispo, las maltrata y de qué manera. Siga, siga, Sr. Taltavull que la mentira tiene las patas muy cortas. Y si el obispo sigue en sus trece yo seguiré contando muchas más cosas que aún guardo en el tintero.
Por el bien de la Iglesia de Mallorca, lo mejor era que solicitara su renuncia, pero eso es sólo cosa suya. Yo simplemente se lo sugiero. Y a otros, que tengan semejantes tentaciones -esto es como un virus- les recuerdo el refrán castellano: “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar por las tuyas a remojar.”
Contamos con abogados tan profesionales como Pilar Roselló, especialista en este tema. Si necesitáis su contacto me lo hacéis saber.