Los musulmanes de Catalunya celebran la Fiesta del Sacrificio sin que los patriarcas puedan degollar al animal La comunidad envidia las carpas que se usan en Ceuta
El animal, preferiblemente un cordero, estará tumbado por su lado izquierdo y mirando en dirección a La Meca. Un adulto, solo puede ser hombre, lo degollará con un cuchillo cuando aún resuenen los cánticos de la plegaria oficiada tras los primeros rayos del sol.
Esta es la esencia del Aid el Adha, la Fiesta del Sacrificio, uno de los días sagrados y más significativos del calendario musulmán, cuyos 200.000 seguidores en Catalunya se conformaron tristemente el sábado con adquirir sus corderos en las carnicerías árabes. Renunciando al rito. La ceremonia se celebra para recordar el cordero que Abraham degolló como sacrificio a Dios en lugar de a su hijo.
Muchos son los musulmanes que regresan a sus países para participar del sacrificio en familia. Solo en Ceuta se degollaron 7.000 corderos en las carpas habilitadas oficialmente para que matarifes y patriarcas desangraran a los animales en condiciones sanitarias.
La misma solución se consensuó hace unos años en grandes ciudades de Holanda y Bélgica y es la que intentará negociar en Barcelona para la próxima fiesta el diputado socialista árabe Mohammed Chaib Akhdim. La suya fue una de tantas familias que se conformó con comprar la carne en la carnicería, pero reconoció que, no es lo mismo. "El padre degüella al animal en presencia de los hijos, explica el significado del rito mientras agradece a Alá los alimentos que compartirán con los pobres". A su lado, el dirigente socialista Josep María Sala comparaba la tradición musulmana con la matanza del cerdo o el cordero que aún es vigente en algunos pueblos de España. "Las carpas, controladas y con todas las medidas sanitarias, sería una solución satisfactoria para todos", reclamó el diputado.
Acompañado de su hijo, Chaib fue uno de los cerca de 300 musulmanes que a las nueve de la mañana se arrodilló en el Frontón Colón de la Rambla para participar en la plegaria oficiada por Lahcen Saaou, presidente del Consell Islàmic Cultural de Catalunya. En una esquina del recinto, una treintena de mujeres, muchas catalanas conversas, participaron en la oración conjunta. Una, Nura Millà, de 41 años, con la marca del velo visible en su frente tras tocar con la cabeza en el suelo durante las plegarias, destacó el caracter espiritual de la fiesta del sacrificio.
Ni una sola mujer asistió a las tres pregarias que el Centro Islámico Camino de la Paz organizó en el polideportivo del Raval. Cerca de 3.000 hombres, la mayoría paquistanís, participaron en las oraciones. Tras el rezo, los creyentes dieron limosna destinada a los últimos retoques de la nueva mezquita de la calle de Erasme Janer, que si no hay contratiempos abrirá sus puertas en enero.