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El presidente de Túnez, Kais Saied, celebra la victoria de la nueva Constitución. PRESIDENCIA DE TÚNEZ

[Países arábigos] Final de las primaveras árabes

​Descargo de responsabilidad

Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Hace 10 años, el estallido de movimientos democráticos que prometía poner fin a las dictaduras que imperaban en la práctica totalidad de los países árabes generó euforia en todos los ámbitos democráticos del mundo. Enseguida se escucharon elogios a lo que se describió con el prometedor nombre de «primaveras árabes».

Las masas populares se adueñaban de las calles para expresar su alegría conforme algunos dictadores iban cayendo. Pero la ilusión duró poco: el presidente electo de Egipto fue derrocado mientras Siria estallaba en una guerra civil que una década después aún continúa sumando víctimas a los centenares de miles de muerto que ya ha causado.

Solamente en Túnez, donde había surgido la revolución política iniciada, mandó al exilio a su dictador, Ben Alí, se implantó un ensayo democrático inestable, pero prometedor, de que acabaría imponiéndose. Vaga ilusión. El acceso al poder de Kais Sadiz no tardaría en despertarle la tentación de controlar los poderes que no estaban en sus manos: el parlamentario y el judicial.

Para conseguirlo elaboró un proyecto de nueva Constitución que aumenta sus poderes, reduce las libertades y en la práctica lo convierte en nuevo autócrata sin oposición clara. La Constitución hecha su medida fue sometida a referéndum la semana pasada y aprobada con el 94% de un exiguo número de votantes que no alcanzó el 30% del censo.

Así termina el último residuo que quedaba de una experiencia democratizadora del mundo árabe donde el autoritarismo continúa resistiéndose a que sean los ciudadanos quienes disfruten de la libertad de expresar sus ideas y tener la opción de participar en las decisiones del poder que dirigirá sus vidas. La última «primavera» no esperó a que concluya el verano.

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