Comentarios del Observatorio
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El presidente ultraizquierdista de Chile, Gabriel Boric, anunció hace unos días que tiene previsto aprobar en Chile una ley sobre eutanasia y otra sobre el aborto.
La renovada cúpula de la Conferencia Episcopal de Chile ha reaccionado oponiéndose a estas iniciativas de Boric porque «atentan contra el valor sagrado e inviolable de la vida humana».
A través de un comunicado, el episcopado chileno recuerda que «la Iglesia no cesa de recordar que la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural».
Los obispos de Chile insisten en remarcar que que «el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va desde la concepción al nacimiento». Por ello, manifiestan de nuevo con claridad «que no hay supuestos derechos sexuales y reproductivos de unos, a costa de atentar contra la vida de otros».
«No puede sostenerse un derecho a decidir en forma libre y autónoma sobre el propio cuerpo, olvidando y silenciando que en la mujer embarazada hay un segundo cuerpo, otro ser humano único e irrepetible, cuya existencia debe ser resguardada precisamente por su condición de ser humano», agregan.
Sobre la eutanasia, los obispos chilenos subrayan que «no se puede bajo ninguna circunstancia eliminar la propia vida o la de los demás bajo el peso del sufrimiento».
En términos generales, el episcopado chileno lamenta «la percepción de la gravedad del aborto y de la eutanasia se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos, lo que está en consonancia, por otra parte, con el desprecio a la vida humana que se manifiesta en nuestros días en medio de guerras, violencias, delincuencia y otros males que dañan de manera especial a los inocentes».
Los obispos de Chile reprochan a Boric que pida defender los derechos humanos pero en cambio ‘olvide’ «los derechos de los más vulnerables y frágiles» ya que «la defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano y supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable»