Desde al menos el siglo IV, tal y como se recoge en el Credo niceno-constantinopolitano, los cristianos han confesado su fe en «una» sola Iglesia «santa, católica y apostólica». Pero entre estas cuatro «notas» de la Iglesia, hay una ahora que no aplica, la de «santa», según el obispo de Hildesheim, en Alemania. La razón: la crisis de los abusos, a la luz de la cual «tenemos que aceptar hay ‘estructuras del mal’ en la Iglesia como comunidad».
«En el futuro, solo podremos confesar la fe en una ‘Iglesia santa’ cuando confesemos a la vez: ‘esta Iglesia es también una Iglesia pecadora’«, ha afirmado monseñor Heiner Wilmer en una entrevista con el periódico regional alemán Kölner Stadt-Anzeiger. A este propósito, el obispo de Hildesheim -en el cargo desde abril de este año- recordó que semejante idea ya existió en la teología de los Padres de la Iglesia en su planteamiento de la Iglesia como casta meretrix (‘casta meretriz’), pero que ésta resultó «insoportable» para la «doctrina dominante» de la Iglesia como inherentemente santa, con lo cual se perdió.
«A su vez, se afirmó que hay en la Iglesia individuos pecadores, pero que la Iglesia en sí es pura e inmaculada», explicó Wilmer. «Tenemos que decirle adiós a esto» debido a las revelaciones de pederastia entre el clero, prosiguió, «y aceptar que hay ‘estructuras del mal’ en la Iglesia como comunidad».
En otras declaraciones sobre la crisis de abusos, el otrora Superior General de la Congregación de los Sacerdotes del Sagrado Corazón también declaró que ésta ha revelado que «el abuso de poder está en el ADN de la Iglesia». «No podemos hacerle caso omiso a esto como si fuera algo menor, sino tenemos que replantear [la jerarquía] de una forma radical«, apuntó el prelado, si bien admitió que «aún no tenemos idea de cuáles deben ser las consecuencias para la teología».
Pero aunque Wilmer no tiene claro los resultados teóricos de tal replanteamiento, sí intuye sus efectos en la práctica. Por un lado, que en la Iglesia «cualquier triunfalismo, cualquier pensamiento en términos de derechos, tiene que derribarse».
«Mi sensación es que los obispos aún nos dedicamos a pontificar», afirmó el prelado, cuando lo que hace falta es que «tenemos que convertirnos en receptores, oyentes… incluso con gente de otras confesiones y con aquellos que no creen». «También necesitamos hoy hombres y mujeres» críticos con el statu quo «que nos den patadas, incluso cuando eso duele mucho», recalcó Wilmer.
En fin, lo que hace falta en la Iglesia, según el obispo, es un sistema de «contrapesos y controles» para vigilar el ejercicio de poder en el pueblo de Dios. Un sistema en el que, incluso, los obispos abandonen la idea de que son ellos los que determinan qué es «católico», «como si a nosotros los obispos nos perteneciera en propiedad la etiqueta ‘católico'». Según Wilmer, los obispos deben bajarse al nivel de los fieles, pero incluso «cara a cara no es suficiente. Necesitamos un ‘codo con codo’«.
Monseñor Heiner Wilmer