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No seamos idiotas

Apoyar, pues, a Willy Toledo va más allá de estar de acuerdo o no con el cariz de sus expresiones, con su tono. Tiene que ver con apoyar su desobediencia y su combate

Willy Toledo enfurece a la ultraderecha catolicona, muy bien representada por la Asociación Española de Abogados Cristianos. Cómo no, si Willy Toledo también saca de quicio a esa mayoría silenciosa que no se caga en nada porque padece de algo así como un estreñimiento moral. Si, incluso, Willy Toledo descoloca a quien le da la razón, únicamente porque resulta impertinente. Se explica por qué el actor es muy incómodo: porque es indómito y libérrimo, esdrújulo, quevediano. Otra cosa es que Willy Toledo ha sido sentado en el banquillo por, según sus denunciantes, insultar a Dios y a la Virgen, personas ambas mayúsculas. Y hacerlo, encima, por Facebook.

Porque por mucho que pueda chirriar Willy Toledo cuando insiste a las puertas de un juzgado en que va a seguir cagándose en dios y en la virgen y en lo que le dé la gana, porque le sale de las orejas y porque en el ordenamiento jurídico ni existe ya el delito de blasfemia ni existe aún el derecho a sentirse ofendido; por más que irrite a tirios y a troyanos, el mayor problema que plantea su caso es la capacidad de los abogados cristianos para intervenir la vida social y personal en el Estado español a través de la intimidación judicial, es decir, a golpe de demanda. Los del rosario anudado al dedo índice, como Polonia Castellanos, tienen tiempo, ganas y, sobre todo, dinero para empapelar a todo aquel que les toque las fantasías. Aunque sea de refilón, con el mero ejercicio de la palabra malsonante, sin ánimo ni intención. O con ellas, es lo demás.

Lo de más es la clara la intención de esa asociación que reza oraciones y reza acusaciones: conculcar la libertad de expresión (que es su caso es sola una, como la patria) y, con ella, otros derechos y libertades recogidos y reconocidos por nuestras leyes, como el derecho al aborto. Parando los pies a artistas y humoristas, a músicos y actores y activistas, a ciudadanas y ciudadanos, la Asociación Española de Abogados Cristianos va tejiendo en el tiempo una mordaza para que la cultura y la historia sean así, callados todos, concebidos todos por la gracias de dios. Como para andarse con cagadas.

Los abogados cristianos son un antecedente directo de Vox. Mientras los de Hazte Oír han envenenado a la sociedad con su transfobia, su homofobia, su sexismo, Polonia y sus soldados de Cristo Rey han vomitado oscuros delirios, como que las clases de matemáticas se interrumpen para enseñar a los niños a masturbarse o que la ley que permita la eutanasia amparará, literalmente, el derecho a matar. Esta clase de gente es la que ha perseguido al insolente Willy Toledo. La misma gente que ha denunciado con anterioridad a los artistas Abel Azcona o Alberto de las Heras por ejercer sus derechos a la libertad de creación.

Aunque la denuncia a Willy Toledo comenzó por su apoyo a las denunciadas por procesionar el Coño Insumiso, la persecución del desobediente viene de las más profundas simas de la historia, de las mazmorras de la Inquisición, de los sótanos de la DGS, del confesionario, la caja fuerte y el cuartel general. Del túnel moral por el que avanzan los autobuses de Hazte Oír y de la esperpéntica regresión cultural por la que retroceden, a golpe de pin, los derechos de las generaciones nuevas.

Apoyar, pues, a Willy Toledo va más allá de estar de acuerdo o no con el cariz de sus expresiones, con su tono y sus formas. Tiene que ver con apoyar su desacuerdo, su desobediencia y su combate. Aquello del dedo y la luna. No seamos idiotas.

Ruth Toledano

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