La derecha navarra es que no da tregua. Ni siquiera el imperativo categórico letal del covid-19 ha sido capaz de modificar un ápice los biorritmos integristas y clericales de su comportamiento político que mezcla sin sonrojo alguno con los dictámenes que marca el integrismo religioso.
Sus planteamientos teocráticos de la vida y su relación ideológica con los principios del nacionalcatolicismo, de los que no se ha desprendido ni un átomo, siguen tan pletóricos como durante estos últimos cuarenta años del franquismo. A la derecha navarra le encantaría regresar a los tiempos en que España era un Estado confesional católico, donde la religión del Vaticano era, no solo exclusiva, sino excluyente del resto de las religiones, prohibiendo la libertad religiosa, de cultos y de conciencia, pues como decía el opusdeísta Calvo Serer: “La libertad de conciencia conduce a la pérdida de la fe, la libertad de expresión a la demagogia, a la confusión ideológica, a la pornografía”.
Se preguntará el lector que a qué viene semejante andanada. Lo comprenderá perfectamente cuando le refiera el contenido de la noticia publicada en un periódico local de Navarra: “El Ayuntamiento de Pamplona renovó ayer el voto de las Cinco Llagas (1) un acto -se celebra habitualmente el jueves de Semana Santa-, en la parroquia de San Agustín, pero que este año fue suspendido por la crisis sanitaria y al haberse decretado el estado de alarma”. Más adelante, recordaré en qué consiste dicha renovación de dicho voto que no tiene nada que ver con la abstinencia carnal o voto de castidad de los ediles, aunque sean de UPN y del PP, integrados en Suma Navarra.
Hecha esta aclaración, pensaba uno que dicha renovación del citado Voto de las Cinco Llagas ya no tendría lugar a posteriori por culpa del covid 19, pero me equivoqué. Se llevó a cabo el día 3 de julio cuando, al parecer, el dichoso confinamiento lo permitía, pero a saber de qué forma entiende el alcalde de la ciudad, el sr. Maya, dicho confinamiento y cómo se lo puede saltar o adaptar a sus necesidades electorales que confunde con las del creyente.
Y, bueno, aprovechando que el Arga pasa por Pamplona, diré que Maya,acorde con su forma democrática conocida de actuar, es decir, al margen del resto de los corporativos, es posible que anuncie un día de estos anuncie que los sanfermines suspendidos de este año se realicen en Navidad, por un ordeno y mando de su voluntad.
Pues según refiere un periódico local,la función religiosa de esta renovación se gestó“tras una conversación entre el sacerdote de la parroquia de san Agustín y el alcalde Enrique Maya (Navarra Suma) y que esta cita precisamente ahora tenía más sentido que nunca”.
Es decir, la decisión de asistir a un acto religioso para renovar el Voto de las Cinco Llagas vino determinada única y exclusivamente por la autoridad del alcalde Maya y del sacerdote de la parroquia, ignorando al resto de la Corporación. Para reforzar su decisión añadió que dicha celebración tenía en el presente “más sentido que nunca”.¿Qué sentido?
Según Maya, lo mismo que hicieron los ediles en 1601 dando gracias al Todopoderoso por el cese de la epidemia de la peste bubónica que asolaba la ciudad en 1599, ahora, en 2020, además de renovar aquel voto, celebrado el 30 de mayo de 1601, se trataría igualmente de “dar gracias a Dios, porque, del mismo modo, la Providencia ha tenido a bien detener la influencia del coronavirus en la población de Pamplona”. Recordemos que, en la peste de 1599, enfermaron 344 personas, de las que murieron 276. Si este cómputo letal no se superó, fue gracias a las oraciones de los fieles y, por supuesto, a la representación fetichista de las Cinco Llagas.
De hecho, el párroco Juanjo Cambra, en su homilía, abundó en idéntico paralelismo teológico entre lo sucedido en 1601 y en 2020: “Hoy, también vivimos una situación semejante, por lo que animo a toda la ciudadanía a emular a nuestros antepasados orando a Dios por el final de la epidemia”.
No me gusta que la gente se muera y, menos aún, a consecuencia de una peste maldita, pero, a veces, da la sensación que hay gente que está pidiendo a gritos que les inyecten agua bendita en las venas, en lugar del correspondiente antibiótico.
Ya es sabido que el Ayuntamiento acude en cuerpo de ciudad todos los años a este acto que incluye una procesión. Es el único momento del año en el que con los trajes de gala se portan las medallas corporativas por el lado en que se representan la imagen de las Cinco Llagas de Cristo (corona de espinas y heridas de manos y pies del Crucificado).(2)
Lo viene haciendo desde el 30 de mayo de 1601. Por regla general, los políticos de izquierda se abstienen a dicho acto, pero no siempre.En 2016, el alcalde Asirón, de Bildu, asistió a dicho acto aunque no el resto de los corporativos de dicha agrupación. Y la asistencia GeroaBai y PSN a la función religiosa de las Cinco Llagas ha sido habitual, con el argumento tan peregrino como falaz de que “Pamplona sabe ser agradecida”, saltándose a la torera el principio de aconfesionalidad de la Constitución y, por lo tanto, la pluralidad confesional y no confesional de la ciudadanía.
Dar gracias a Dios por ser quien hace cesar la peste que por culpa de nuestros pecados él mismo nos envía, no solo tiene componente masoquista, sino que, también, refleja la poca consistencia intelectual de quien tal desvarío sostiene y un desprecio absoluto al trabajo científico del ser humano. Al parecer, estos energúmenos de la fe valoran más la intervención divina que la penicilina o el antibiótico correspondiente para mitigar el dolor y erradicar su fuente.No se entiende, por tanto, que fustiguen sádicamente al Gobierno si, en realidad, todo depende de la voluntad del Altísimo. Sería a este a quien deberían maldecir por ser tan cabrón y utilizar el ariel de una epidemia para corregir lo que en jerga clerical denominan pecado y cosa del diablo.
Ya he dicho que la decisión de asistir a una función religiosa para renovar el citado voto la tomó al alimón el alcalde y el párroco de san Agustín. Por esta razón, supongo, solo asistieron los políticos de Suma Navarra. Todos ellos pertrechados con su respectiva mascarilla. No obstante, para que el Ayuntamiento estuviese representado al máximo trasladó hasta la parroquia la efigie y la bandera de las Cinco Llagas,que es de su propiedad y que custodia todo el año en sus dependencias. Encima de trogloditas religiosos, fetichistas. Cuando los ediles salen en procesión llevan colgadas unas medallas, en las que en su envés figuran las Cinco Llagas.
Los primeros bancos de la parroquia se reservaron para los concejales aunque solo acudieron representantes del equipo de gobierno municipal de Navarra Suma: alcalde, Enrique Maya, junto a sus compañeros María Echávarri; María García-Barberena; Carmen Alba; Fermín Alonso y Fernando Villanueva. A ellos se sumaría el jefe de los agentes locales, Javier Goya.Y no faltó la Hermandad de la Pasión del Señor con su prior y subpriora respectivos; lo mismo que el prior y el hermano mayor de Paz y Caridad.¡Joder, si es que hasta el lenguaje relata su rancio proceder! ¡Ni que estuviéramos en la Edad Media!
Además, asistieron a la función 70 vecinos, los cuales “no hicieron peligrar el aforo máximo de la iglesia capaz de acoger al menos al doble de asistentes”.
Ojalá sea así y no surja por ello un nuevo grupo de contagiados -aunque sean asintomáticos-, surgidos, paradójicamente, en una iglesia. Sería terrible que así fuera, no solo por la desgracia social que eso supondría, sino por el batacazo que supondría para la Divina Providencia, permitiendo tal hecatombe. Pero debería ocurrir tal desgracia, aunque solo fuera para demostrar, una vez, hasta dónde puede llegar la insolvencia intelectual y política de un alcalde.
Porque tiene bemoles que esta autoridad municipal no se canse de exigir una y otra vez responsabilidad a la ciudadanía, exigiéndole que no se aglomere en calles y establecimientos cerrados y va, el muy altivo, y se junta con sus amigos para celebrar un botellón religioso y, encima, para dar gracias a un Ente que no ha tenido nada que ver ni con la peste de 1599, ni con el coronavirus del 2020.
En cualquier caso, que una Providencia, en posesión de una infinita sabiduría, según los expertos del Vaticano, nos castigue con una epidemia por culpa de nuestros desatinos y pecados y lo haga sin distinguir entre ateos, agnósticos, deístas y creyentes, musulmanes y católicos, protestantes y testigos de Jehová, entre otras variaciones, no merece mucha credibilidad. A no ser, y puede serlo, que, como dice Antoñito Cañizares, la cosa nada tenga que ver con esa Providencia, tan buena y tan sabia, sino con Belcebú, el maldito demonio que todo lo jode en este mundo… con permiso de aquella, claro.
¡Menudo engrudo!
(1) Un Jueves Santo de cualquier año, a las 17:30 horas, la parroquia de San Agustín es el lugar elegido para la renovación del Voto de las Cinco Llagas. Este acto se remonta a 1599, cuando la ciudad imploró la intervención divina para verse liberada de la peste que arrasaba ciudades enteras. Tras recorrer las calles de la capital en procesión con el símbolo de las Cinco Llagas de Cristo y la corona de espinas, los efectos de la plaga cesaron. En agradecimiento, cada año se renueva el Voto mediante un solemne acto en el que los concejales, engalanados y portando el reverso de la medalla corporativa en el que figura el emblema de las llagas de Cristo, desfilan por la ciudad presididos por la bandera negra de la ciudad. El recorrido discurre entre el Ayuntamiento y la parroquia. Ya en el interior de ésta, el coro de la Capilla de la Catedral pone música al acto con interpretaciones como el “Miserere Romano“, obra compuesta en el siglo XVII.
(2) Sobre estas medallas, véase el artículo publicado por El País, 28.6.1987 y la historia macabra que se esconde detrás de ellas.
Víctor María Moreno Bayona