La escritora Najat el Hachmi, Premio Nadal en 2021 por su obra «El lunes nos querrán», ha destacado que no es necesario un panfleto político para tener conciencia, pues en la literatura sirve con hacer protagonistas a quienes nunca lo son. «Mis heroínas son mujeres anónimas que están teniendo una lucha titánica», ha confesado.
La escritora ha presentado en rueda de prensa su obra en la 54 edición de la Feria del Libro de Valladolid, una novela que, según la autora, habla de mujeres jóvenes «que comienzan a andar un camino nuevo y se sienten absolutamente invisibles», en la búsqueda de libertad frente a condiciones de género, clase social y procedencia.
«La segregación acaba provocando que personas de una determinada procedencia vivan todas en los mismos sitios, y queden un poco aisladas del resto. Tiene consecuencias muy importantes en estas chicas, como mayor control social y tener que enfrentarse a ese control un poco a solas», ha explicado el Hachmi, escritora nacida en Marruecos y cuya familia se afincó en Cataluña cuando tenía 8 años.
Reconoce en el Premio Nadal «una carga simbólica importantísima» y se ve «afortunada» por recibir este galardón en una profesión «con un camino muy difícil y muchísimos altibajos».
«He encontrado lectores y lectoras que no lo habían sido hasta ahora. De algún modo, el impacto que ha tenido el premio les ha llevado a leer por primera vez una novela. Algunas chicas han sentido que alguien estaba contando una historia que hablaba de ellas», ha asegurado la autora, quien se ha mostrado convencida de que las escritoras pueden contribuir a «hacer visibles realidades no tan representadas».
En esta línea, «El lunes nos querrán» trata de mandar un mensaje de optimismo ante «cambiar unas normas que todo el mundo afirma como una especie de orden natural», y ha puesto como ejemplo de esa lucha los avances feministas en España a lo largo de la historia gracias a la lucha de las mujeres.
Najat el Hachmi recuerda cuando llegó a vivir a España «con mucho entusiasmo e ilusión», con la sensación de «estar creciendo, aprender muchas cosas a la vez», y durante unos primeros años que fueron «muy fáciles y estimulantes».
«No había mucha inmigración, éramos el fenómeno exótico del barrio. Nos miraban y nos preguntaban cosas como si viniéramos de otro planeta», ha manifestado la escritora, quien ha asegurado que no tuvo ningún problema de identidad entre su antiguo y su nuevo país: «El problema lo tienen los demás cuando te niegan esa pertenencia», ha sentenciado.
Ha lamentado que aún exista la visión de que todos los ciudadanos son hijos y nietos de personas que ya residían en el país. «Yo no soy natalidad importada. Yo y mis hijos somos ciudadanos de pleno derecho ya que por suerte vivimos en un país cuya ciudadanía se adquiere por derecho, no por sangre», ha celebrado.