Tres cuartos de siglo después del final de la Guerra Civil, Rouco Varela, el jefe fáctico de la jerarquía de la Iglesia española, preside en la Catedral de la Almudena una ceremonia, pomposamente llamada funeral de Estado, en la que suena el himno de España cuando él mismo eleva al cielo una "hoja redonda y delgada de pan ácimo que se ofrece en el sacrificio de la misa" (María Moliner) ¡La hostia!
Vemos a Mariano Rajoy en posición protoarrodillada, lo más doblegado que se puede estar antes de caerse al suelo, humillado ante Rouco Varela, que acaba de decir: "los hechos y las actitudes que causaron la Guerra Civil, la pueden volver a causar". ¿Ha vuelto el nacionalcatolicismo, o es que nunca se fue del todo?
Observa la escena, presente en cuerpo, el dictador Teodoro Obiang, único jefe de estado extranjero que asiste al funeral por Adolfo Suárez.
Antes de meter la consigna, antes de montar el cirio, antes de decir que estamos en momentos equiparables a los que propiciaron la Guerra Civil, Rouco se ha desbordado en elogios a Suárez. No ha dicho el jerarca eterno de la Iglesia española que Suárez fue triturado por buena parte de sus colegas por propiciar la Constitución –que traería la República laica, dijeron entonces– y por aprobar la ley del divorcio, que ya destruyó la familia a finales de los setenta.
No se cómo sobrevive la familia después de tanta destrucción anunciada por la Iglesia. Primero fue el divorcio, luego la destruyó la inseminación artificial, la investigación sobre embriones, el diagnóstico preimplantacional. La siguió destruyendo el matrimonio entre hombres, el matrimonio entre mujeres, la homosexualidad, el lesbianismo y las familias monoparentales. No ha parado de destruirla el aborto, en todas sus versiones.
Parece que la jerarquía de la iglesia española no sabe vivir si no es en el anuncio permanente del apocalípsis, aventando miedos, pánicos y destrucciones, como si necesitara de ellos para impedir la huida de una clientela que no ha hecho más que menguar desde que Franco fue enterrado en la Basílica del Valle de los Caídos.
Qué curioso, a más libertades, menos gente en las iglesias, menos matrimonios por la iglesia, menos españoles en lo seminarios.
Por cierto, ¿es mucho pedir que los que no apean la Constitución de la boca la cumplan de vez en cuando? Por ejemplo, a la hora de defender el derecho de manifestación. Por ejemplo, a la hora de no vincular Iglesia con Estado, consagración con himno de España, reconocimiento a los muertos, sea Suárez o las víctimas del 11-M, con ceremonia católica y mitin reaccionario de Rouco. Sería la h…, que así fuera algún día.
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