La violencia en la provincia más septentrional de Mozambique ha dejado más de 6.000 muertos en cinco años. Los que logran huir viven en condiciones de miseria en campamentos improvisados dentro del país
Rabia Guambe no recuerda cuándo nació exactamente. Dice que fue hace muchos años. Tampoco sabe el número de nietos que tiene; explica que dio a luz a cinco hijos y que le resulta imposible estar al corriente de cuántos niños ha traído al mundo cada uno. Hasta 2020, ella y los suyos habían vivido una vida humilde y en paz en una pequeña aldea de Macomia, un distrito situado al norte de Cabo Delgado, la provincia más septentrional de Mozambique. Un día todo cambió. De eso sí se acuerda bien: “Llegaron unos hombres y comenzaron a incendiar las casas. Era de noche. Mataron a algunos familiares míos. Algunos, como mi hermana y yo, salimos corriendo, sin coger ropa, sin dinero, sin nada”.