Toda acción política lleva en sí la filosofía real, con sus contradicciones, de cada sistema en que se produce. En ella están los embriones de la historia y, algunas veces, de los pueblos que han desarrollado conciencia crítica de la realidad que los rodea y conciencia proactiva sobre las tareas que tienen ante sí para transformarla. En esos embriones se identifica la sustancia, en lucha, de la vida Moral que se requiere para una vida emancipada. No hay que tenerle miedo. Pero para algunos, lo deseable es negarle a la Moral todo espacio en el debate social. Les estorba porque los incomoda. No pocos tienden a la ridiculización negacionista y se esmeran en hacerse pasar por “seres superados” que prescinden de la Moral porque es “vieja”, “inútil”, “estorbosa” o “reaccionaria”. Pero el problema va muy por otro lado.
Andrés Manuel López Obrador convoca a la creación de una “Constitución Moral” que habrá de comportarse como una “una guía de valores” para incidir en las prácticas impulsoras de la “Cuarta Transformación de México”. Se trata de afirmar paradigmas de conducta nuevos, dinamizados por el pueblo mexicano a contrapelo del escenario macabro y del desgarramiento social dejados por el neoliberalismo. Es una iniciativa contra el horror de la pobreza, de la violencia y de la corrupción “naturalizados” por el sistema económico burgués que ha atacado salvajemente a un pueblo multicultural y lo ha sometido a las peores canalladas de la explotación. Lo ha deprimido y humillado, lo ha despojado de la educción, la salud, la vivienda y el trabajo y, además, lo ha aplastado con el alcoholismo, la drogadicción, el machismo… y la Guerra Mediática de los monopolios privados. La barbarie ideológica en su esplendor.
La idea de una “Constitución Moral”, basada en valores democráticos, laicos y republicanos, tiene desde su base el desafío de operar en el corazón de la lucha de clases, no como un paliativo cargado con “buenas intenciones”, sino como un programa político emancipador capaz de caracterizar, con toda precisión, las perversiones objetivas de la ideología de la clase dominante y sus expresiones concretas en el saqueo de la riquezas naturales y la riqueza producida por los trabajadores. Por eso los nuevos “Porfirio Días” ya actualizan la verborrea descalificadora (dicen que Moral es un árbol de moras) y se aprestan a ridiculizar el proyecto de López Obrador y su papel como movilización de valores y acciones que se convertirán en conciencia colectiva hacia una nueva etapa histórica, política, económica y anímica objetivada en la nuevas prácticas que recuperen lo mejor de nuestra historia pero, especialmente, consolide mejores patrones de conducta dignificante y emancipadora.
Todo eso implica arrebatarle a la oligarquía mexicana su control material y subjetivo sobre la clase trabajadora (obrera, campesina e indígena) y consolidar bases de la convivencia nacional sin opresores ni oprimidos, fortalecer la unidad de los mexicanos, redefinir el internacionalismo, reconocer la pluralidad de identidades y sus conflictos. La “Constitución Moral” requerirá un esfuerzo teórico y práctico para refundar la solidaridad y el respeto por las individualidades -con su intimidad- sin perder de vista su ser social irrenunciable. Debe ser fuerza de conciencia para la acción contra la corrupción inherente al capitalismo… su violencia innata y la impunidad con que se ha desplegado a lo largo de toda su historia. Moral, pues, para la honestidad, para la paz y para la justicia social con respeto concreto por los derechos humanos y erradicación definitiva del abuso de autoridad. Una Moral de la igualdad. Por cierto, la defensa de los Derechos Humanos exige una base concreta con definiciones objetivas sobre la calidad de la vida Humana, con salud integral, ecosistemas limpios, justicia social, dignidad y felicidad honesta. Buen vivir para todos. No es un asunto de abstracciones filantrópicas en discursos demagógicos.
Con el nombre de “Constitución Moral” no cabe el método de la coerción con “leyes”, por eso es fundamental entenderlo como un movimiento político de raíces humanistas, no para imponer conductas o creencias de coyuntura, sino para elevar el nivel de la convivencia basada en principios de buena vida para todos, fortalecer los valores y rescatar nuestra identidad de clase y nuestras raíces como seres genéricos cooperativos.
México necesita rebelarse contra los valores y principios inoculados por el neoliberalismo pero también necesita liberarse de las lacras ideológicas que sobre la Moral se han fabricado en ciertas aulas y en algunas deformaciones burocráticas de la política. Dicho de otro modo liberarnos de la Moral conservadora que se impone como tediosa, pétrea y absoluta. México necesita abandonar todo escapismo filosófico y vincular el pensamiento Moral a la vida, no como una simple exigencia teórica o decorativa, sino un requerimiento práctico, exigido por las nuevas realidades de un país impactado por la movilización de masas que hizo de López Obrador su presidente. México necesita una Moral de nuevo género construida, esta vez, por sus luchas emancipadoras.
Una Moral así, como motor del comportamiento social, necesita una filosofía humanista. Tal Moral naciente debe ser un motor histórico, social y práctico, para dinamizar la naturaleza interior de un mundo que se transforma por la praxis como actividad humana, con su historia y sus contradicciones. La Moral también es un ser histórico, que se produce social y constantemente porque es el modo de comportarse de un ser que es histórico por naturaleza. Y la ética, como estudio científico de la Moral, sabe que la Moral cambia históricamente.
No es inútil insistir. Contra todas las concepciones a-históricas que entienden a la Moral como algo dado para siempre, es necesario oponer su historicidad. La Moral cambia históricamente de acuerdo con el desarrollo social, precisamente, de ese carácter histórico se desprende la necesidad de exigirnos una “Constitución Moral” para una sociedad dispuesta a terminar con los estragos del neoliberalismo y su corrupción. “Constitución Moral” como fuerza de hábitos y costumbres de una relación colectiva libre y consciente. Pero esa “Constitución Moral” también debe ser fuerza para la crítica en política. Ser fuerza de anticipación donde el conocimiento sea crítica del “realismo político” y el conformismo que siembran ilusiones nocivas acerca de la posibilidad de realización de la justicia social y la eliminación de todas las opresiones. Crítica, por eso, también, a la gestión gubernamental (incluso a las responsabilidades militares) al Estado burgués y a partir de ella, a las consecuencias que tiene para sus pueblos, y en general. para la humanidad. Una Moral en pie de lucha.
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez, Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride, Universidad Nacional de Lanús
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