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Modernidad y Posmodernidad en la educación

Hoy los procesos de enseñanza y aprendizaje son en el contexto de una sociedad viral en la que la disponibilidad tecnológica se ha convertido en otra forma de discriminación en una sociedad en la que el capitalismo financiero es el que marca el ritmo

Catequesis pública

Hace algunos días en la provincia de Mendoza, su Corte Suprema, habilitó la realización de ceremonias religiosas y clases de catequesis en escuelas públicas, respondiendo así a un recurso presentado en tal sentido por el Obispado de San Rafael y pasando por alto que la Constitución de esa provincia, indica que la educación debe ser laica. Conflicto que se originó tras una denuncia hecha cuando en la localidad de Sosneado, se estaban haciendo misas de manera semanal y en horario de clases, lo que fue oportunamente denunciado por discriminación hacia les niñes no católiques.

La ilustración

El acontecimiento descrito es rico de sentido, en tanto refiere a cuestiones siempre presentes en los debates acerca de la diferenciación de valores entre la cultura de la modernidad y los de la posmodernidad. Recordemos entonces que el aspecto nodal que la caracteriza a la primera es que se trata de un proceso creciente de secularización; es decir y tomando como punto de partida su significado a la separación de dos instituciones que, de alguna manera, mantienen un estado de conflicto latente, aun antes de la modernidad misma; a saber: La iglesia y el Estado, que forma parte de una creciente diferencia racional, entre distintas esferas de valor y de saberes. En tal sentido, la educación en la modernidad es una parte fundamental en ese proceso de separación señalado que implicó además, la racionalización de todos los aspectos de la vida misma que, dicho de manera sintética, implicó la presencia  de la ciencia en todos los órdenes de la vida y que, en este registro, la educación moderna, se ocuparía de articular precisamente el aprendizaje de la ciencia en sus distintas expresiones disciplinares junto a lo que Durkheim llamaba la educación moral, entendida como la forma en que, de manera simultánea, se aprenderían las destrezas del conocimiento con la pertenencia a un Estado laico, a una Nación y a la misma condición ciudadana. De alguna manera, este es el proyecto de la ilustración del que varias generaciones vinimos aprendiendo y por mi parte desde aquella lejana escuela de Barracas. Es decir, que el mundo era susceptible de ser comprendido de manera racional, gracias al despliegue de un universo conceptual al tiempo en que estos, son aplicados para comprender la adecuación de los fines a los medios o, dicho de otra manera, la presencia del cálculo en todos los órdenes de la vida. Por otra parte, la ilustración enseñó también que todo conocimiento es susceptible de aprenderse, transmitirse y vulgarizarse para, en definitiva, aportar al mejoramiento de la condición humana a la luz de un pensamiento siempre crítico. De allí que la docencia en la educación pública implica su defensa como tal y se trata al fin, de una actividad política y militante ya que enseña al tiempo en que forma a un ciudadano o a una ciudadana. Y la impronta ilustrada en la educación es tal, que aún hoy y por ejemplo en Finlandia, los buenos resultados que aparecen en las encuestas se deben precisamente más,  a la permanencia de aquella faceta tradicional que a
las innovaciones más recientes.

La Argentina, es sabido y es el punto de partida y este artículo lo expresa, es un país católico en un amplio espectro, ya que a ella pertenecen desde los sectores más conservadores, hasta los más progresistas dentro de la misma Iglesia, aunque con ricas coincidencias en lo que hace a cuestiones referidas a la secularización de la sociedad en general y desde luego, siempre presente, a la cuestión referida a la educación religiosa en el ámbito público. Si entonces a diferencia de la cultura moderna, la posmodernidad plantea posiciones de cuño romántico cuando señala que ese núcleo ilustrado moderno, ya no es funcional en un contexto multicultural. Es decir, en su aspecto conservador, el posmodernismo, intenta sacarle a la ciencia y a la razón crítica la hegemonía. Para el caso, el posmodernismo, se expresa en estas posturas religiosas que aparecen también en la plaza pública, de la mano de los antiderechos.

Pandemia y educación

Para finalizar dejo abierto el interrogante acerca de como continuarán los procesos de enseñanza aprendizaje en el contexto de una sociedad viral como caracteriza al presente el filósofo Byung – Chul Han, en la que la disponibilidad tecnológica se ha convertido en otra forma de discriminación en todos los aspectos de la vida en una sociedad cada vez más alojada en la virtualidad  en la que el capitalismo financiero es el que marca el ritmo de la dinámica de la fuerza de trabajo y el de la formación profesional.

Miguel Ángel Forte. Profesor Universidad

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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