La situación tiene “preocupado” al ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile, ya que los temporales que azotan a varias provincias del país ponen en riesgo la “cosecha récord” que los popes del campo esperan para este año. Cosecha que se traducirá en varios miles de dólares.
El ministro Buryaile al igual que su par de Medio Ambiente, Sergio Bergman, sostuvo que “lo único que podemos hacer es rezar”.
Una respuesta teológica en boca de un funcionario de Gobierno es, cuanto menos, irresponsable, sobre todo si analizamos lo que viene sucediendo desde el miércoles 29 de marzo cuando un fuerte temporal se desató en toda la provincia de Chubut, pero con más énfasis en la ciudad de Comodoro Rivadavia y que fue el presagio de lo que sucedería durante los días siguientes en 11 provincias de nuestro país.
El gobernador de Chubut, Mario Das Neves informó que el agua y el barro arrasaron con más de dos mil casas, y que el gran temporal (cayeron 250 milímetros de agua en poco tiempo) provocó la explosión del tanque de almacenamiento de agua de la ciudad de Rada Tilly, algo sumamente grave ya que abastecía de agua potable a todo el pueblo.
A este panorama realmente difícil se sumó la ciudad de Lamadrid, al sur de la provincia de Tucumán, en donde las lluvias y el desborde de ríos dejaron más de 12.000 damnificados. También están soportando los embates climáticos algunas ciudades de Jujuy, Salta, Formosa, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero, Córdoba, La Pampa y Buenos Aires.
El cambio climático y el calentamiento global son una realidad, pero no son los responsables de todos los males. En la Argentina, la soja se transformó durante la “década ganada” prácticamente en el único cultivo, cuya falta de alternancia con los tradicionales provocaron un real déficit en la calidad del suelo.
Esto sumado a la gran tala de bosques por parte de grandes empresas para la construcción de gasoductos por ejemplo, o para la obtención de madera, dan sin dudas como resultado alteraciones en el clima. Y sin dudas la falta de obras públicas, responsabilidad de los distintos Gobiernos, para evitar o disminuir los daños que los fenómenos naturales pueden causar a poblaciones enteras.
Las miles de personas que hoy ven afectada su vida por los temporales y por la desidia estatal y gubernamental, necesitan una respuesta urgente por parte del Gobierno. La respuesta no es “rezar” ni preocuparse por la cosecha, sino solucionar y dar de forma inmediata respuesta a las necesidades básicas que hoy no tienen cubiertas los afectados.