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México: Las religiones evangélicas como catalizadores del individualismo neoliberal

El Partido Encuentro Social, formado con operadores políticos de Murillo Karam y de Osorio Chong, es una cristalización política partidaria de esa expresión ideológica.

Cuando a fines de los setenta y sobre todo en los años ochenta, el gobierno mexicano inició la imposición del neoliberalismo en nuestro país, su kit de reconversión neoliberal estaba incompleto: comenzó con una serie de reformas económicas, y desde luego, jurídicas, que irían desmantelando el Estado, dejando solamente el aparato represivo policiaco-militar y la burocracia como facilitadora de los negocios del capital, pero faltaba el cambio en la sociedad, en su mentalidad, en sus hábitos.

El neoliberalismo no es más que el capitalismo sin bozal, sin límites políticos, éticos ni jurídicos: más que capitalismo salvaje, ese pleonasmo, es capitalismo químicamente puro.

Sin embargo, el liberalismo del siglo XIX no logró imponer la condición ideológica, cultural, mental del liberalismo, del capitalismo. Impulsó el positivismo, lo impuso exitosamente, pero quedaban resabios de una mentalidad que es reacia, reticente, una resistencia contra la mentalidad neoliberal: el comunitarismo, el sentido de colectividad, el sentido de lo social, del bien común, de lo común y público. Había que destruir esa mentalidad y cambiarla por el egoísmo individualista.

De raíces tanto indígenas como españolas, la idea del ser humano como ser social, comunitario, como un ser que convive en colectivo, es una idea incompatible con el capitalismo y con el neoliberalismo, su ideología.

La burguesía europea logró desarrollar, madurar y hacer hegemónica en Europa, y en su hija más aventajada la nación de los Estados Unidos, el individualismo egoísta y su fe en el yo, el sujeto moderno burgués, a lo largo de siglos, un largo proceso que inició en la Edad Media y culminó en el Renacimiento, pero que llegó a su máxima expresión solamente cuando con la industria, en los siglos XVIII, XIX y XX, se desarrolló la sociedad capitalista madura, la que, en su fase clásica, estudió y criticó Karl Marx.

El capitalismo no solamente proletariza a las masas, también produce el sujeto que necesita para funcionar como sistema, el hombre moderno egoísta e individualista. Destruye los lazos de comunidad (de sangre, de patria, de religión, de cultura; de colectivo, de etnia, de nación) para hacer que el vínculo más importante sea el dinero: su máxima expresión está en la burguesía: su patria es el dinero, su religión es el dinero, su ideología es el dinero. En las masas populares, puede dejar operar ideologías nacionalistas, pero siempre refuncionalizadas, subordinadas, subsumidas al capitalismo como el valor de valores.

En países como México, quedaba demasiado de “anacrónico”, “premoderno”, sentido de comunidad. Ha sido un largo trabajo desde el siglo XIX con los liberales, que se quedaron estancados en la solución de compromiso del porfiriato, y luego con la revolución mexicana, con sus líderes campesinos asesinados y el triunfo de ala burguesa, como revolución burguesa, pero atada a una constitución no plenamente liberal, con la nación aún como sujeto colectivo y soberano.

Una herramienta eficaz para introducir el egoísmo individualista es la religión: el luteranismo, el calvinismo, las religiones reformadas europeas, transplantadas a los Estados Unidos por los colonizadores. Esta forma de religión fue un avance importante en el paso de la ideología medieval, que conservaba detrás de la figura del impero, los reyes, una idea de comunidad, como cuerpo místico de Cristo, etcétera, a la idea moderna burguesa y liberal de la relación individual de cada conciencia con Dios. Luego, la secularización cambia la relación hombre-Dios por la relación individuo-dinero y ya estamos en donde el capitalismo quiere: en el individuo egoísta y aislado que su sistema, su modo de producción, necesita. Individuo significa átomo, una sociedad individualizada está también atomizada.

Por esa razón, los gobiernos liberales, como los de los Alemán, padre e hijo (presidente y gobernador de Veracruz, respectivamente), o los de Salinas de Gortari y siguientes, auspiciaron las religiones reformadas, en México llamadas evangélicas o protestantes.

El Partido Encuentro Social, formado con operadores políticos de Murillo Karam y de Osorio Chong, es una cristalización política partidaria de esa expresión ideológica.

Solamente un operador político-empresarial que ha sido impulsor del neoliberalismo como parte de los Amigos de Fox, un operador cercano a grupos religiosos de extrema derecha como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, un defensor de Pinochet y admirador del colombiano Álvaro Uribe como Alfonso Romo podía abrir el camino a una alianza entre un político nacido del nacionalismo priista, con raíces en el garrido-canabalismo tabasqueño, López Obrador, y el Partido Encuentro Social (PES).

¿En dónde se da ese encuentro social de dos tradiciones de distinto origen?: en el liberalismo económico, la defensa del libre comercio, la promesa de no entrometerse en el dejar hacer, dejar pasar, que defienden los empresarios. ¿Es casual que otros empresarios, al igual que Romo, descubran que Obrador no es ningún peligro sino una oportunidad para el neoliberalismo?

El juarismo puede pedir laicismo, pero sí el sistema necesita avanzar en la formación del sujeto egoísta e individualista que requiere el capitalismo (neo)liberal, entonces el evangelismo puede ser el catalizador. Así que los mexicanos, y sus mentes y corazones, son la nueva vuelta de tuerca de la revolución de derecha neoliberal: hay que producir a un mexicano egoísta e individualista sometido al impero de la mercancía. Es cierto que en gran medida ese individualismo ya lo ha producido el mercado, pero la burguesía echa mano de todas las herramientas para que su ideología favorita impere y le reditúe frutos.

Juzgue el lector si es o no de derecha ese plan operado por Alfonso Romo y por Esteban Moctezuma Barragán, zedillista y ex presidente de la Fundación TV Azteca. La religión evangélica es la nueva vuelta de tuerca para introducir en la sociedad mexicana la idea totalitaria de Friedrich Hayek: frente al mercado solamente queda la sumisión y no la rebelión.

En realidad si la “izquierda” propone el libre mercado como non plus ultra de nuestra sociedad, ya de la derecha para qué hablar: el capitalismo termina por tener a todos como lobistas de sus intereses.

Contra esa ideología que hace un tótem y un fetiche insuperable del mercado capitalista, la única respuesta púede ser la rebeldía. Una rebeldía contra todo el sistema y todos sus personeros.

Javier Hernández Alpizar

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*Los artículos de opinión expresan la de su autor, sin que la publicación suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan todo lo expresado en el mismo. Europa Laica expresa sus opiniones a través de sus comunicados.

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