Descargo de responsabilidad
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Hay puntos comunes que se rezan como como dogmas democráticos: que la libertad de expresión es la piedra angular de la democracia; que la libertad de expresión es un valor esencial; que la democracia y libertad de expresión son un binomio indisoluble. No obstante, apenas alguna manifestación incomoda o tensiona el debate público y se cuestiona su capacidad, sus alcances; e inmediatamente se busca encausarla en las narrativas generalmente bien recibidas o al menos en aquellas más cómodas.
Ni hablar de su amplio reconocimiento en normas internacionales y constitucionales —famosas garantías primarias, por utilizar a Ferrajoli—. Su naturaleza como libertad fundamental y derecho especialmente protegido no se discute pero, la libertad de expresión es algo más. Es el inicio de nuestra relación con los demás; el mecanismo que nos permite construirnos en nuestros deseos y aspiraciones. Es, de la misma forma, el balance de lo que somos y aspiramos ser.
El centro de estas breves reflexiones es la exposición titulada “La venida del Señor” del artista mexicano Fabián Cháirez, inaugurada en la Academia de San Carlos de la UNAM en febrero de 2025. La muestra presentaba una serie de pinturas al óleo que exploraban la relación entre la espiritualidad y la sexualidad, mediante imágenes que desafiaban las representaciones tradicionales de figuras religiosas. En sus obras, Cháirez –conocido por reinterpretar íconos culturales desde una perspectiva queer– abordó la religiosidad con una mirada crítica y provocadora, lo que produjo reacciones encontradas entre la audiencia mexicana.
Desde su apertura, la exposición despertó fuertes críticas de grupos conservadores y religiosos, quienes argumentaron que las imágenes vulneraban la libertad de culto. La Asociación de Abogados Cristianos (AAC) promovió un amparo solicitando la suspensión de la muestra bajo el argumento de que atentaba contra los sentimientos religiosos de la comunidad católica. En respuesta a esto, el Juez Sexto de Distrito en materia Administrativa en la Ciudad de México otorgó una suspensión provisional el 3 de marzo de 2025, ordenando el cierre de la exposición en un plazo de 24 horas.
El cierre forzoso de la exhibición provocó una fuerte reacción dentro de la comunidad artística y académica. Fabián Cháirez expresó su descontento ante lo que consideró una restricción injustificada a su derecho a la libre expresión, señalando que el arte siempre ha tenido la función de cuestionar y provocar la reflexión. A su vez, diversos colectivos de artistas y ciudadanos manifestaron su preocupación por las implicaciones que este tipo de censura podría tener en la creación artística en México. En medio de este contexto, se organizaron protestas pacíficas en la Academia de San Carlos, donde participantes defendieron el derecho de los artistas a exponer su visión del mundo sin temor a represalias legales.
Finalmente, el 12 de marzo de 2025, el juez a cargo del caso negó la suspensión definitiva solicitada por la AAC, argumentando que la exposición ya había finalizado y, por lo tanto, el amparo carecía de materia. Si bien la resolución judicial no revirtió la censura previamente impuesta, sí evidenció que la medida tomada contra la obra había sido desproporcionada y cuestionable desde diversas perspectivas. Esta decisión deja un sabor agridulce: por un lado, confirmó la importancia de defender la libertad de expresión, pero también puso en evidencia que la libertad de expresión sigue enfrentando amenazas cuando se confronta con posturas conservadoras.
A pesar de que la exposición artística fue suspendida por decisión del autor ─con una irónica “amenaza” de una segunda venida─, la suspensión provisional otorgada por el juzgador federal reaviva el debate sobre los limites y restricciones a la libertad de expresión impuestos por decisión judicial. Incluso, cabe destacar que el tipo de argumentos empleados por las personas solicitantes del amparo ya fueron analizados por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso Olmedo Bustos y otros vs. Chile, mejor conocido como “La última tentación de Cristo”.
Ahora bien, la censura al arte crítico o presumiblemente blasfemo no es exclusivo de México, ni de nuestra realidad regional. Otros casos mundialmente destacados demuestran la propensión a impugnar en tribunales las expresiones de este tipo (en algunos de estos mediante desgastados y prolongados procesos judiciales). Para ejemplificar lo anterior: Amén” o “La Pederastia” de Abel Azcona en 2015; “La última cena” de León Ferrari en 2004 o “La Nona Ora” de Maurizio Cattelan en 2000.
Prohibir una obra artística bajo el pretexto de proteger creencias religiosas o ciertos valores morales indiscutiblemente subordina el ejercicio de la libre expresión a la imposición de dogmas específicos, contradiciendo la esencia misma de la convivencia plural y democrática. El arte —en cualquiera de sus manifestaciones—, no está obligado a ser complaciente; su función es provocar, interpelar y generar nuevas interpretaciones del mundo. Cuando la censura se convierte en una herramienta de control, se priva a la sociedad de la oportunidad de reflexionar sobre sus propios límites, contradicciones y evolución cultural.
El pluralismo no se refleja únicamente en las múltiples expresiones humanos que coexisten todos los días —en el marco del respeto y tolerancia recíproca—, también se encuentra en cada espacio en el que las voces, ideas y posiciones controversiales pueden ser enfrentadas y contrastadas. Una democracia fuerte puede y tiene que ser capaz de reconocerse aún en la incomodidad de expresiones socialmente controvertidas.
El valor de la democracia reside en su capacidad para empatar intereses divergentes no así en silenciarlos u suprimirlos. La libertad de expresión, aun cuando resulte incomoda o desafíe sensibilidades, no es un privilegio de las mayorías ni de quienes ostentan un cierto poder moral; se trata de un derecho fundamental que garantiza que todas las voces ─especialmente las disidentes─, tengan un lugar en el espacio público. Una autentica democracia no teme a la controversia, antes la abraza como parte fundamental de su desarrollo y evolución.