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Meslier. El testamento de un cura ateo

La iglesia nunca soporto las críticas y menos los descubrimientos científicos que contradecían el orden establecido por ella. La ciencia y el progreso siempre fueron considerados sus enemigos

En la historia de la Humanidad,  las creencias  y las religiones son parte de la existencia del hombre. En todos los tiempos, y en todas civilizaciones existieron las creencias para explicar los misterios del origen del cosmos y de los hombres. De las creencias nacieron las religiones, con ellas un Dios o las  Divinidades,  a los que se les atribuyeron  la Creación, y los que determinaron la justa conducta de los hombres. Ante las creencias, existieron personajes  disidentes: los ateos, los no creyentes, los materialistas, los impíos…, todos ellos, teniendo en común  la negación de la existencia de dios. Durante el Imperio Romano, llamaban también ateos a los judíos y a los cristianos por rechazar las creencias de la religión imperial.

Nuestra “civilización occidental,” que durante siglos fue considerada una civilización cristiana, con la llegada del Renacimiento y del Humanismo perdió progresivamente el carácter confesional cristiano para ser solamente la “civilización occidental”. La transición se produjo por etapas. En un principio, las divisiones internas de la iglesia católica con dos papas diferentes, y el desprestigio producido por los escándalos de la vida privada de los jerarcas eclesiásticos; seguido, de la división de los cristianos con la llegada de la Reforma Protestante, fueron las principales razones de una descristianización creciente de la sociedad. El fenómeno se hizo sentir en toda Europa.  Inglaterra y Francia fueron los dos focos principales de la secularización social. En el siglo XVIII, con el Racionalismo y el Materialismo naciente,  comenzarán a sembrarse las ideas que condujeron a un ateísmo sistemático y plural. El ateísmo culmina  con la Revolución Francesa. Continuará  continuara a desarrollarse en el siglo XIX,  bautizado por algunos:  “el siglo de la muerte de Dios”. – Nietzsche –

Ya entrado el siglo XVIII, fuera de los círculos de filósofos y escritores de la nación francesa,  hace la aparición un personaje, que podríamos calificar de insignificante, comparado con los grandes escritores, ya célebres y conocidos de la sociedad. Es un humilde  cura de una parroquia rural donde pasó toda su vida,  y que deja después de su muerte, un testamente en el que niega la existencia de Dios, se declara en contra la iglesia católica y en contra del  gobierno de los pueblos. Es el primer gran manifiesto ateo escrito hasta ese día en Francia.

El documento es interesante por provenir de un miembro de la misma iglesia, de la claridad de sus argumentos, de haber examinado todos los capítulos de los Evangelios y de la biblia y por la historia personal del cura de esta parroquia. Durante cuarenta años ha ejercido su función sacerdotal, contra sus convicciones, él mismo lo afirma. Siempre respondió a las necesidades de sus feligreses. Y, esto consta en las notas del episcopado, donde está consignado que el cura Meslier cumplió con regularidad su misión de párroco.

También es cierto que siempre estuvo del lado de los pobres y de los obreros, que los defendió de las injusticias y malos tratos que les infligía el Señor de la Aldea, propietario de las tierras donde estaban obligados de trabajar los feligreses de la aldea.

Todo comienza en un mes de junio del año 1729, cuando en una pequeña parroquia rural perteneciente a las Ardennes,  fallece el párroco a la edad de sesenta y cinco años, después de haber ejercido a la satisfacción de todos su función sacerdotal y siendo considerado como un hombre de bien. El fallecido es el cura Meslier.

Sobre la mesa deja dos cartas dirigidas a sus amigos y compañeros, los curas de otras parroquias.  Al interior estaba escrito: “Pensad en las razones de creer o de no creer, en lo que vuestra religión os enseña y que os obliga a creer ciegamente. Estoy seguro que si seguís vuestras luces naturales, descubriréis como yo, que todas las religiones del mundo son invenciones humanas, y que todo lo vuestra religión os enseña y os obliga a creer, como sobrenatural  y divino sólo son errores, mentiras, ilusiones e imposturas.”

En la misma carta informa que ha dejado su testamento, depositado en la escribanía de la justicia de la parroquia.

La causa  de su muerte es un misterio. Se dijo que dejó de alimentarse en espera de la muerte. Lo cierto es que fue enterrado clandestinamente sin ninguna señal que pudiera indicar donde se encuentra su cuerpo. Su muerte no figura tampoco en  los anales parroquiales, lo que deja suponer que no quisieron dejar testimonio a la posteridad de su muerte.

El cura Meslier, nació en 1664 en una familia católica. Entra en el seminario, obedeciendo la voluntad de sus padres. Ordenado sacerdote en 1688, en 1689, le encontramos en la parroquia del pueblo rural, Etrepigny, donde permanece hasta su muerte. Ejerce su ministerio de párroco correctamente y será apreciado de los feligreses. 

El único acontecimiento destacado, es  la convocatoria  que recibió del obispo por las quejas del Señor de la aldea que se lamentaba que el cura Meslier, no le ayuda y que siempre estaba del lado de los campesinos y en contra de lo que él disponía y ordenaba. El obispo, que tomaba la defensa del Señor de la aldea, le amonesta severamente y le amenaza. Después de este acontecimiento no se oirá hablar más del cura Meslier, hasta el momento de su muerte y el descubrimiento de su testamento.

El Testamento, se presenta en tres ejemplares, cada uno de trescientos setenta páginas, escritos en pequeña caligrafía y redactado en frases largas, envuelto en un papel gris en el que está escrito:

“He visto y he reconocido los errores, los abusos, las vanidades, las locuras y la maldad de los hombres. Los he odiado y los he detestado; no me atreví a decirlo durante  mi vida, pero lo digo al menos en mi muerte; con el fin que se sepa lo escribo en la presente Memoria, con el fin que sirva de testimonio de la verdad a todos aquellos que lo leerán y que lo leerán si bien lo desean.”

Dirigiéndose a sus amigos, comienza por una confesión de lo que ha vivido y una explicación de su silencio durante tantos años de ministerio.

“Queridos amigos, puesto que no se me hubiera permitido, he incluso hubiese sido peligroso y las consecuencias me hubiesen sido desastrosas para toda mi vida, por decir lo que pienso de las conductas del gobierno de los hombres, de las religiones y de las costumbres, he decidido decíroslo después de mi muerte

…hemos tenido la desgracia de nacer y de vivir en medio de vanos errores(Hace referencia al sacerdocio) y en el que he tenido que actuar con verdadera repugnancia viéndome obligado a cumplir esta obligación…”

Dirigiendo a los eclesiásticos, a los que quiere hacerlos conscientes de la “Verdad”, de las realidades de la situación de los hombres:

“…en favor de la misma verdad, y en favor de los pueblos que se lamentan como lo veis todos los días, bajo el yugo insoportable de la tiranía y de las vanas supersticiones…Y si no tenéis el coraje como yo no lo tuve de declarar abiertamente durante vuestra vida contra tantos y detestables errores y tantos y perniciosos abusos que reinan poderosamente en el mundo, debéis al menos quedaros ahora en el silencio y declarar al menos al final de vuestros días en favor de la verdad.”

“Y no decís nada contra el latrocinio público, ni contra las injusticas que aquellos que gobiernan los pueblos, que les roban, que les oprimen  que les llevan a la ruina y que son las causas de todos los males y de todas las miserias que les agobian”

La religión católica, incomprensible por sus misterios, no ha traído ni la paz ni el amor a los hombres, por el contrario, confrontaciones, intolerancia y odios.

“Nuestra religión católica está construida sobre misterios inaccesibles al entendimiento humano. Los argumentos siendo inexistentes para demostrar la religión exigen a sus fieles la fe, aceptar ciegamente lo que la iglesia determino como justo y verdadero en el Concilio de Trento. Sin embargo las creencias de la religión católica, no han traído a los hombres ni la paz, ni la felicidad, ni el amor fraternal, pero si la división entre los hombres, el sufrimiento y la angustia, el odio y la intolerancia.”

“Toda religión que tiene como fundamentos “Los Misterios”, que establecen como reglas de su doctrina y de su moral, sólo falsedades y que es misma religión es fuente de enfrentamientos y divisiones entre los hombres, no se puede afirmar que sea una Religión verdadera y aún menos una institución divina. Las religiones humanas y en particular la católica sus fundamentos son las falsedades.”

La fe, fundamento de la religión.

“La Fe, necesaria a la salvación, la iglesia dice que es un don de Dios, porqué entonces ese don no ha sido dado a todos los hombres? Si el hombre no es creyente es por qué no ha recibido este don, no es el hombre el culpable, a quién pues atribuirla la culpa?” La iglesia quiere que creamos de forma absoluta et simplemente todo lo que dice, no solamente sin tener ninguna duda, sin buscar, ni siquiera desear de conocer las razones, pues eso sería, según ella, una desvergonzada temeridad, un crimen de lesa-majestad divina que curiosamente buscar las razones”

La idolatría en las imágenes.

“Efectivamente adoráis pequeñas imágenes  de pasta y de harina, y honoráis las imágenes de madera y de escayola, y las imágenes en oro y plata…Os distraéis, Señores, a interpretar y a explicar figurativamente, alegóricamente y místicamente las vanas escrituras que llamasteis en un momento santas y divinas; les atribuís el sentido que queréis, les hacéis decir todo lo que os parece pretendiendo que tienen un sentido espiritual o alegórico que vosotros mismos creáis, con el fin de encontrar y de hacer encontrar una pretendida verdad que no lo son y que nunca lo fueron.” 

“El primer pensamiento que se presenta a mi espíritu, a propósito de la existencia de Dios, del que dicen que es si bueno, si sensato, si grande, si excelente, si admirable, si perfecto y si amable… si verdaderamente es todo ello, tendría que aparecerse si claramente a nuestros ojos y a nuestros sentimientos para que  nadie ponga en duda su existencia…Sin embargo hay tantas razones de creer que ese Dios no existe.”

Meslier, que ha pasado largos años de su vida interrogándose sobre su misión sacerdotal, estudiando y analizando los libros sagrados, llega a la conclusión que es imposible la existencia de Dios. Hablando de la condición de los pobres curas de aldea afirma:

Los obispos, que son grandes señores, nos desprecian y no nos escuchan, sólo escuchan a la nobleza, a los poderosos. Nos piden de rezar por ellos. Qué pediremos a Dios? La gracia para que dejen de maltratar a los pobres y que dejen de despojar a los huérfanos….”

Sus presentimientos le llevan a pensar que otros curas de parroquia, como él,  pasan por la misma situación de incredulidad. Pero por miedo a las consecuencias, continúan a cumplir en silencio los deberes que les impone la iglesia. Renunciar al sacerdocio y el  abandonar la iglesia es perder la garantía de una existencia material aceptable, y que fuera de ella son las privaciones, el hambre y a la miseria.

“En lo que se refiere a los hombres, constatamos por sus costumbres y por su conductas que la mayoría de ellos no están convencidos de la verdad de la religión que les predicamos… Y aquellos pobres de espíritu y de sentido común et ignorantes de lo que son las ciencias humanas, no se aperciben de la vanidad y de las mentiras de aquello que se les quiere hacer creer de fuerza contra sus propios sentimientos…”

Meslier, que bajo la apariencia  de sumisión es un espíritu revolucionario, un indignado de las injusticias sociales, de la miseria del pueblo. Denuncia los poderosos, los ricos propietarios, los eclesiásticos de alto rango, a los que llama “parásitos” ya que viven del trabajo y de la miseria de los obreros. Critica la organización judicial al servicio y protector de la nobleza y el clero, al sistema fiscal, impecable contra los débiles y magnánimo con los ricos y poderosos, que en un sistema de corrupción agradecen a funcionarios y a autoridades civiles con regalos y dinero. Ataca el poder absoluto monárquico.

A los que piensan que la religión es necesaria, que el miedo al castigo del infierno sirve de prevención a los delitos y crímenes de los hombres,  Meslier les responde que hace ya mucho tiempo, que el miedo al castigo del infierno no ha impedido ni la corrupción, ni los delitos de codicia,  ni las mentiras y tantos otros crímenes cometidos por personas que se dicen creyentes, y en particular aquellos que asumen responsabilidades de justicia y de gobierno. Que la explotación de los más débiles de la sociedad nunca fue causa de remordimientos de conciencia para aquellos que se aprovecharon del trabajo de otros.

La iglesia, hacia los años 1720, se apercibe del aumento de la incredulidad en la sociedad. Las razones que invoca para explicarla, son las costumbres licenciosas de los hombres y  el abuso de los placeres que acaban convirtiéndoles en bestias.  Cuando en 1729, descubren el testamento del cura Meslier, hombre de bien y hombre de iglesia, que deja al final de su vida el documento más extenso y completo del  ateísmo, produce en la iglesia  el pánico y el estupor.

Durante años no se tiene noticia de ese documento. En 1734, copias del testamento se vendían clandestinamente por miedo a la censura. La iglesia seguía siendo influyente y había llevado a la cárcel autores, por escribir mucho menos, que lo escrito por Meslier. En 1748, el testamento de Meslier se difundía por toda Europa,

El testamento del cura Meslier no sólo fue conocido por el ateísmo, también por su espíritu revolucionario, al “llamar a los pueblos a derrocar al opresor, sublevarse contra el orden establecido y contra las injusticias…” Las riquezas, solo en las manos de unos, mientras que otros carecen de todo no es soportable. Las riquezas hay que transformarlas en una comunidad de bienes al servicio de todos, repartir el trabajo equitativamente y repartir los beneficios entre todos los trabajadores. Meslier, sin saberlo anunciaba el comunismo, y su espíritu revolucionario la Revolución Francesa.

Su testamente decía:

 “Quisiera, y este será mi último deseo y el más ardiente, que el último rey sea ahorcado con las tripas del último eclesiástico.”

La iglesia nunca soporto las críticas y menos los descubrimientos científicos que contradecían el orden establecido por ella. La ciencia y el progreso siempre fueron considerados sus enemigos, sobre todo cuando los descubrimientos explicaban el universo, la estructura de la materia y las leyes que la regía. El primer enfrentamiento entre la iglesia y la ciencia se produjo con los descubrimientos científicos de Copérnico y  de Galileo. La oposición de la iglesia a la ciencia ha durado cuatro siglos. La iglesia temía que los descubrimientos de la ciencia conduzcan al  ateísmo. La iglesia, sintiéndose amenazada y en un reflejo de defensa, se encierra sobre ella misma y en su doctrina. Sus respuestas fueron condenaciones papales y la proclamación de la infalibilidad del jefe de la iglesia. Todo ello sin efecto ante el ateísmo montante ni en el desarrollo científico

El Papa Pio X, uno de los papas más intransigente de la historia del papado, condeno “el Modernismo” por considerar este movimiento desviante y herético. El mismo Papa se manifiesta contra la separación de la Iglesia y el Estado votado por la asamblea legislativa francesa, rompiendo  las relaciones con Francia. Las relaciones diplomáticas, ente el Vaticano y Francia, serán restablecidas después del fin de la primera guerra mundial.  Con la llegada del Papa Pio XII, la ciencia y los científicos son aceptados oficialmente en la Iglesia católica.

Tratar al ateísmo como enemigo de la Iglesia es un error y un signo de intolerancia y soberbia. El ser ateo, no significa ser enemigo de nadie, es una convicción personal que merece el mismo respeto que el ser creyente. El ateísmo, no es un movimiento proselitista, como lo es la religión. Una de los factores que han influenciado el ateísmo ha sido la misma iglesia.  Si la fe viene de Dios los ateos nunca la recibieron. Muchos no creyentes prefieren creer en la justicia social, en la igualdad de todos los hombres y en los derechos humano que en misterios y milagros. Los católicos, creyéndose ser los depositarios de la verdadera religión pecan de orgullo y vanidad. La conducta de muchos miembros de la iglesia hace huir a muchos creyentes de esta institución. Las predicaciones de altos jerarcas, en vez de unir a los hombres en lo que llaman el amor de Dios, los separan en el odio y el rencor.

La iglesia católica actual, que no pasa por sus mejores momentos, por la deserción cada vez más importante de los creyente de las iglesias tradicionales, por la divisiones internas y las contestaciones de movimientos que reclaman más apertura, más proximidad con la sociedad de “todos” los hombres, con sus problemas y realidades. Teniendo que renunciar a la defensa tradicional de los dogmas, siendo consciente que los últimos descubrimientos científicos han dejado en falso el mundo fantástico de Adam y Eva y la Redención de los hombres por Jesucristo, ha tenido que buscar otro tema de ocupación para hablar a los creyentes, encontrándola en “la moral dogmática”.

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  • Libro Memoria contra la religion. Meslier
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