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Matrimonio separado en una residencia religiosa

«Servicios Sociales pidió que se juntasen, pero no lo hicieron ni en Nochebuena»

‘Lo que Dios ha unido que no lo separé el hombre’. Nunca pensé que iba a ser en la Residencia de Santa Orosia de Jaca donde la superiora decidiría alojar a mis queridos padres en pabellones distintos, transcurridos tres años de su entrada en la institución, sin tener en cuenta que mi madre era invidente hace años y los ojos de mi amado padre eran su guía, sin previo aviso y sin consentimiento de la familia.

A partir de ese momento un tremendo sufrimiento se apodero de nosotros y denunciamos el hecho en la inspección en 2015. Quiero puntualizar que, a pesar de haberlo solicitado, jamas fui recibida por el Obispo de Jaca y Huesca, monseñor Ruiz Martorell, que contestó con el silencio a mis múltiples peticiones de entrevista.

El capellán de estas monjas también me contesto con altanería y desprecio,  ninguneándome delante de testigos y diciéndome que había oído el caso en Jaca, pero que no era de su interés. Este sacerdote, formador desinformado, es Fernando Jordán Peman, uno de los muchos eclesiásticos que han hecho que me plantee apostatar.

En 2015, Servicios Sociales indicaron a la residencia que debían juntar a mis padres por calidad humana y que los matrimonios tenían que estar juntos hasta el fin de sus vidas. Pero el hecho es que no los juntaron ni en la cena de Nochebuena ni en la comida de Navidad ni nunca más. Su consigna siempre era la misma: o separados o a la calle. Atentando siempre contra el principio que sostiene que, de hacerse, el bien hay que hacerlo bien, porque, si se hace mal, hace mucho daño.

La superiora no hizo ningún caso a la resolución del departamento de ciudadanía del Gobierno de Aragón, obligándonos a pasar por la angustia de volver a denunciar un año después (en 2016) el incumplimiento por segunda vez.

Desgraciadamente, mi madre murió separada de mi padre el 22 de diciembre de 2016 ¡Qué paradoja tan dolorosa que sea una representante de la iglesia la que lleve a cabo una acción tan amarga y que el obispado sepa de nuestro sufrimiento, siendo el lenguaje del silencio, que tanto humilla, su única respuesta!

Quiero hacer público mi dolor como hija y manifestar que actos de este tipo le dan jaque mate a la fe y a las creencias y dejan el alma con un vacío infinito.

El matrimonio es un pacto con DIOS. Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido que ningún hombre lo separe (Mateo 19:6).

Todo lo que aquí digo esta documentado.  En novimebre de 2016, un mes antes del fallecimiento de mi querida madre fue un notario a certificar que decía la verdad y que permanecían separados.

Ayúdame. Debo decir la verdad y que la gente, al menos, lo sepa.

Nadie estamos exentos de estas crueldades. Mi deber como hija es denunciarlo. Ellos me dieron la vida, los principios, los valores y todo lo que soy.

Un afectuoso saludo

*Ana Sola Iguácel es hija del matrimonio de ancianos separados en la residencia de las Hermanitas de los Ancianos desamparados de Jaca

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