Estimulados por el trabajo de Inmaculada Casas-Delgado sobre las escritoras en la prensa del Sexenio Democrático, a las que considera las protagonistas de los albores de la emancipación femenina hemos buscado más autoras, aunque de época posterior. El trabajo con el semanario Las Dominicales del Libre Pensamiento nos aporta una riqueza enorme, y poco trabajada hasta hora, sobre las mujeres escritoras que luchaban por el librepensamiento y por la emancipación, siendo muchas de ellas, además masonas. Pues bien, en esta pieza nos hacemos eco de una de esas escritoras, de las que no sabemos mucho, más bien casi nada, pero sí que publicó un folleto en Madrid en el año 1902, que se vendía al precio de 0’25 pesetas, con el título de “Emancipación religiosa de la mujer”. En el semanario citado se hizo la reseña del mismo con el significativo título de “Mujeres que piensan”, muy en la línea del librepensamiento español en lo que podemos calificar de verdadera cruzada para apartar a la mujer de la supuesta influencia religiosa como medio fundamental para la emancipación de la misma, y por ende, del triunfo del librepensamiento en España, un asunto que nos lleva interesando mucho en nuestros trabajos.
El folleto, a juicio del periódico, era un ejemplo de trabajo bien escrito, pero, sobre todo, de cómo la mujer estaba despertando y comenzando a “conocer donde está su cruel enemigo”.
Para demostrar el valor del opúsculo la reseña entresacó un largo párrafo, merecedor de un encendido elogio final.
El párrafo aludía a la necesidad, en clave francesa, como tendremos oportunidad de comprobar, de decirle a la mujer que los curas para mantener su poder, es decir, para “mantenerse en la posesión del cielo”, que les pertenecería a título de invención, habían hecho de todo, afilado puñales en la noche de San Bartolomé, abrasado su patria con el fuego de la guerra civil, y llevado antorchas de furia bajo el nombre de las antorchas de la religión, y:
“Que la orgullosa y feroz nobleza ha puesto sus privilegios bajo la salvaguardia de los altares, como la última trinchera del crimen. Que el ateo se ha hecho devoto; que la prostituta de las cortes ha querido oir la misa de cura rebelde á las leyes de su país; la cortesana que vivía en el teatro, del fruto de sus travesuras se ha quejado á Dios de que la revolución le haya arrebatado á sus obispos y á sus ricos abates; el papa y el jefe de los antipapistas se han unido para la guerra; los Incas se han hecho buenos cristianos; que Tucaret se ha convertido en Tartuffe; que toda la gente de hipocresía y maldad ha marchado bajo el estandarte de la cruz; porque todos los crímenes son buenos para los sacerdotes, y los sacerdotes buenos para todos los crímenes. Que el sacerdote ha bendecido los puñales de los vendeanos y de los chouanes; ellos acaban de cubrir la Suiza con los cadáveres de sus valerosos hijos. Hé aquí, debemos decirles, la religión cristiana bien digna de haber sido protegida por Constantino, el Nerón de su siglo, y de haber tenido por jefes á papas incestuosos y asesinos, tales como el matador de Baneville y del bravo Duphot. La filosofía ¿hubiera, causado tantos miles?”
El trabajo citado de Inmaculada Casas-Delgado, “Los albores de la emancipación femenina. Escritoras del Sexenio Democrático”, en El Argonauta Español, 15 (2018) se puede consultar en la red. La reseña salió en el número del 14 de noviembre de 1902 de Las Dominicales del Libre Pensamiento.