El maestro, activo sindicalista de la FETE y, luego diputado por el PSOE, Manuel Alonso Zapata publicó en enero de 1932 un artículo en El Socialista para defender el laicismo en las escuelas ante la constatación de la reacción de los que intentaban impedir la aplicación de las reformas legales en este sentido.
Al parecer, Alonso Zapata se hacía eco de las denuncias de maestros nacionales e inspectores ante la Secretaría de la FETE porque en sus centros había quiénes intentaban impedir que se cumpliese la ley que establecía el laicismo en la Escuela.
El autor del artículo explicaba que la Escuela Nacional había quitado de forma discreta los símbolos y estampas que la habían señalado como confesional, continuando su labor educativa, y siendo respetuosa con todas las religiones. Para que la Escuela dejara de ser confesional también había habido que suprimir la enseñanza del “Catecismo de la Doctrina Cristiana y Nociones de Historia Sagrada” de los programas escolares (currículum educativo, diríamos hoy). Pero la Escuela no impedía la formación religiosa para quien quisiera.
Nadie podía sentirse herido en sus creencias porque la Escuela no predicara la religión. Debía enseñar e informar de los hechos del cristianismo, judaísmo y del islamismo, etc., pero desde la Historia, es decir, el sindicalista quería deslindar lo que era adoctrinamiento o proselitismo de lo que sería, puramente, histórico, algo que no podía dejar de enseñarse si se quería entender el pasado. El autor se preguntaba qué daño se causaba a la religión con la imparcialidad del laicismo. Pero era consciente que, especialmente, en la España rural había quien quería provocar polémica y guerra con este asunto, especialmente en aquellos lugares donde nunca hubo una preocupación real por la enseñanza. Sabía de manifestaciones que exigían que el crucifijo volviese a las aulas al grito de “¡Viva Cristo Rey!”. En este sentido, citaba un caso concreto en la provincia de Pontevedra. Para Alonso Zapata era algo inconcebible que los defensores del Evangelio provocaran conflictos a las puertas de las escuelas tomando como pretexto a la infancia, “a la puerta de su casa”, vociferando y mintiendo, porque, lo que, realmente, se pretendía era mantener su preponderancia y determinados intereses materiales.
Era lamentable, siempre según el autor, que en el pasado estos defensores de la religión nada habían hecho por construir una educación adecuada en España. La República había heredado una Escuela “pobre y triste”.
Al final, después de citar a Rodolfo Llopis y a Fernando de los Ríos, compañeros y máximos responsables de la educación en España en esos momentos, se dirigía al ministro de la Gobernación, es decir a la autoridad gubernativa para recordar que la Escuela era laica para que lo hiciera saber a quiénes intentaban impedirlo.
Hemos consultado el número 7170 de El Socialista y el Diccionario Biográfico del Socialismo Español.
Eduardo Montagut. Historiador