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Maduro quiere llevar gallinas y biblias a las escuelas de Venezuela

Nuestras escuelas padecen el éxodo de los escolares y de los maestros. Pero Maduro no busca los remedios que hacen falta para detener esta sangría humana. Más bien se pone a inventar tonterías como esas de llevar un millón de gallinas a nuestros centros educativos. Y también ahora coquetear con unos pastores evangélicos, diciéndoles que tal vez establecerá días fijos de enseñanza de la Biblia en todas las escuelas.

Del millón de gallinas no comentaré porque, obviamente, nunca las pudieron reunir y tampoco existen los gallineros en las escuelas. Y donde existiesen, no tendrían cómo alimentarlas ni curarles sus moquillos. Hablaré ahora de las biblias evangélicas y de la supuesta creación de una Universidad Teológica Evangélica para toda Latinoamérica que se crearía en Venezuela.

No es nueva toda esta aureola religiosa con la cual quiere nimbar Maduro a su desgobierno. Chávez la utilizó hasta el cansancio. Desde el 2006 recreó su doctrina política como una amalgama de bolivarianismo, socialismo y cristianismo, interpretada cada una de esas tres doctrinas a su libre conveniencia. En ese “sancocho” ideológico, Chávez tergiversaba al cristianismo al asimilarlo al socialismo. Por ejemplo, cuando se juramentó como presidente, para el lapso 2007-2013, dijo: “Juro por Cristo, el más grande socialista de la historia”.

También se atrevió a señalar en otra oportunidad que “el Socialismo es el Reino de Dios aquí en la Tierra, lo que Cristo vino a anunciar”. Y, erigido en supremo hermeneuta religioso llegó a afirmar que: “Cristo vino al mundo a pregonar el socialismo; claro, no se llamaba así entonces, pero ¿qué otra cosa es el mandato de Cristo ‘amaos los unos a los otros’? Eso es socialismo”.

Maduro sigue los pasos de Chávez, en esto como en otros campos y mucho más en esta etapa en la que se siente políticamente asediado y ha comprobado, hasta la saciedad, que la Iglesia Católica no se le ha doblegado. Por eso, creo yo, que Maduro volteó hacia las decenas de confesiones evangélicas que existen en Venezuela. Pero lo que él cree que es una “gracia”, lo de introducir la enseñanza de la Biblia en nuestras escuelas, es más bien una “morisqueta”.

Porque introducir un texto sagrado de manera obligatoria en el sistema educativo implicaría echar por la borda siglo y medio de historia. Ya que, desde junio de 1870, nuestro sistema educativo fue caracterizado como laico por Antonio Guzmán Blanco. A partir de ese momento, dejó de ser obligatoria la enseñanza del catecismo para la formación en la escuela primaria y se le sustituyó por una asignatura titulada Principios de moral universal.

Ese signo laico de nuestra educación lo han respetado todas las constituciones y todos los gobiernos: el gomecista, el lopezcontrerista, el medinista, el perezjimenista, los varios gobiernos adecos, los gobiernos socialcristianos; el gobierno de Chávez; y el de Maduro, hasta ahora. No son conchas de ajo. Es una doctrina, es una normativa jurídica la que Maduro irrespetaría si introduce elementos confesionales como obligatorios en nuestro sistema educativo.

Le recomendaría a Maduro y a su ministro Istúriz que se paseen por el artículo 7 de la Ley Orgánica de Educación del 2009. Allí se dice taxativamente que “El Estado mantendrá en cualquier circunstancia su carácter lacio en materia educativa, preservando su independencia respecto a todas las corrientes y organismos religiosos”.

No puede entonces un gobierno que se sienta huérfano de apoyos, tratar de conquistar el de respetables grupos evangélicos haciéndoles la promesa de permitirles intervenciones proselitistas en el mercado cautivo de escuelas y liceos. Porque, en principio, todas las religiones son respetables, pero lo constitucional es respetar la libertad de conciencia de los padres que envían a sus niños a las escuelas. No es justo, ni constitucional, que se pretendiese que el sistema educativo venezolano fuese confesional o fuese ateo. Ha sido, es, y debe ser siendo laico.

Porque el sistema educativo confesional es el que obliga a todos los escolares a recibir formación de una determinada religión. Ello viola la libertad de conciencia. Mientras que, en el otro extremo, el sistema educativo ateísta es el que rechaza y ataca sistemáticamente toda creencia religiosa. Ello también viola la libertad de conciencia. En cambio, el sistema educativo laico es el que respeta los credos o no credos de todos: no contiene enseñanzas religiosas dentro del pénsum oficial; tampoco obliga a prácticas o rituales religiosos; y no exige requisitos de tipo religioso a estudiantes y a docentes.

El sistema educativo laico es un sistema equilibrado. No se casa con religión alguna. Tampoco las ataca. Más bien, prescinde del debate teológico porque considera que el pénsum debe abarcar solamente contenidos de las ciencias naturales, de las ciencias sociales, de la filosofía y de las tecnologías. Pero lo religioso sí puede tener espacio en una escuela (por ejemplo, a través del catecismo que prepare para la primera comunión) si los padres de esa escuela expresamente lo solicitan para sus hijos. Ese es un derecho de los padres, el de la formación religiosa optativa y voluntaria, establecido en el artículo 59 de nuestra Constitución de 1999.

En cuanto a la creación de la supuesta Universidad Teológica Evangélica, no creo que valga la pena opinar. A estas alturas, ella puede ser tan inverosímil como lo fue la universidad que Chávez iba a crear en Miraflores; o como la navegación por el Guaire; o como el oleoducto Caracas-Buenos Aires; o como el tercer puente sobre el Orinoco; o…

Leonardo Carvajal

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