Probablemente estemos ante una cuestión en la que la mayoría de las leyes (y de las religiones) estén en contra y que paradójicamente, la gran mayoría de las ciudadanías (y de sus adeptos) piensen diferente.
Como creyente en Jesús de Nazaret y como persona comprometida con la vida digna de todas las personas y con las causas que las defienden, siempre deseé poder decidir sobre mi propia muerte, tener la opción de hacerlo, si me llega el caso, y que la eutanasia dejara de ser un delito. Hoy por fin, estos deseos ya son una realidad en España.
Llevo planteándome éstas cuestiones desde que hace más de 20 años un clérigo amigo me contaba las desventuras y encarnizamientos que desde una institución religiosa se le hicieron a su propia hermana, ya muy mayor y con una enfermedad terminal irreversible. No se puede hacer esto humanamente y menos, en nombre de Dios.
Escuchábamos con agrado a la asociación por el Derecho a Morir Dignamente (DMD) y al célebre doctor Montes, al que las ultraderechas insultaban y acosaban llamándole el Doctor muerte. Estudiamos sus reivindicaciones por la regulación del testamento vital, que no se reconociera en España hasta 2002 con la llamada “Ley de autonomía del paciente”. Y después de aquello, cuando la JCCM nos permitió hacerlo, dejé escritas y muy detalladamente, las diferentes instrucciones sobre qué tratamientos si deseaba y cuáles rechazaba, cuando llegara el caso en el que perdiera mi capacidad de decidir y tuviera una enfermedad incurable, terminal o progresiva. Era un mes de abril de 2010 cuando firmaba y registraba mi DECLARACION DE VOLUNTADES ANTICIPADAS y como complemento, mi testamento vital anexo en la CONSEJERIA DE SANIDAD de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha.
Si hiciéramos una breve cronología política de la “Ley de Eutanasia”, hay que reconocer el camino que abrieron la Ley de Muerte Digna de Andalucía en 2010 y similares, o las distintas declaraciones institucionales municipales de apoyo a la despenalización de la muerte asistida y que no implicaron el mismo éxito, hasta ahora, de las distintas propuestas al Congreso para que hubiera una Ley de Eutanasia.
Por eso nos parece justo reconocer, tanto el viacrucis de propuestas que siempre fueron a propuesta de la izquierda de éste país -IU, NI y PODEMOS- (entre la que no puedo incluir al viejo PSOE que o se abstuvo, como en la proposición de ley de UP en 2017, o la dejaron caducar en 2018 y 2019), como el éxito final de esta Ley que llega con numerosos apoyos de la cámara (mayoría absoluta) ante la que sólo se han quedado fuera PP y VOX.
Y cómo no lamentar una vez más la macabra, inexacta y escandalosa campaña política de los obispos españoles, sobre éste tema y tantos otros que utilizan descaradamente para atacar al primer gobierno de coalición en España. Ver: “Jesús Sanz acusa al Gobierno de querer «imponer» en España «su fracasada dictadura represiva».
Queriendo escuchar los “signos de los tiempos” del Vaticano II que debían actualizar hasta la doctrina moral de la iglesia, y de acuerdo con las voces más especializadas en bioética y teología, yo también celebro ésta ley.
+ “Defiendo la libertad de morir porque creo en la Pascua (…) Porque creo en Jesús, que tuvo tanta fe en la Vida que se jugó la vida por aliviar el dolor, por encima de toda ley, doctrina y autoridad”Dice el teólogo franciscano José Arregi.
+ “Dejar morir dignamente no es matar, sino ayudar a vivir dignamente al morir y en el morir” titulaba su reflexión el teólogo jesuita y experto en bioética, J. Masiá.
+ “La eutanasia tal como se regula en la Ley es más conforme con las palabras de Jesús que la postura obstruccionista episcopal y el negacionismo de la derecha y la extrema derecha” destaca el teólogo J. Tamayo.
+ “Creemos que la ley representa un avance democrático de libertad y de afirmación de los derechos humanos”. Señalan las CCP
Yo defiendo la eutanasia como el derecho a elegir morir dignamente, si llega el caso, de la misma manera que hicimos con el divorcio, con el aborto los derechos de las personas LGTB; es decir, por ser una ley que recoge un derecho, sin obligar a nadie y que cada uno es muy libre de elegir. No podemos imponer a una sociedad laica nuestras creencias religiosas y menos aún penalizar y/o encarcelar, a quienes piensan diferente.
No obstante a todo lo dicho que saludo, celebro y aplaudo, he de reconocer que –para mí- esta ley aún se queda corta ya que sólo resuelve una parte del problema, es más que no debería de llamarse de Eutanasia, salvo coloquialmente, sino una ¿Ley del suicidio asistido?, aunque en España sea un tema tabú y siga sin publicarse el creciente número de suicidios diarios que hay en nuestro país.
¿Por qué decimos entonces que no es, propiamente hablando, una Ley de Eutanasia?… Porque hay miles de pacientes que han perdido la consciencia, o que están en coma, o bien con respiración y/o alimentación artificial, que igual no han hecho su testamento vital, o documento notarial legal, que pueden vivir así un largo período de tiempo y sobre los que no hay nada legislado sobre cómo actuar en este caso. Es un gravísimo y frecuente problema ante el que familiares y médicos no saben cómo actuar. Y ese sí que nos plantea un caso de eutanasia ante el que la sociedad necesita también una respuesta.
Pero en fin, que ante estas voces tan crueles de los señores de negro que no hacen sino vaciar las iglesias, prefiero, quedarme con esas reflexiones de los teólogos y comunidades que citábamos más arriba y que son OTRA VOZ DE IGLESIA, para mí más que cualificada. Y como decía el portavoz de Jueces para la democracia, la línea divisoria entre los partidarios y los opositores de la eutanasia la suele marcar la visión de la dignidad humana como noción más absoluta.