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Los votantes evangélicos y la ultraderecha en Chile: pragmatismo sin ideología · por Rodrigo Medel Sierralta e Isabel Castillo

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Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

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El creciente compromiso político de los evangélicos en las zonas rurales de Chile refleja tendencias más amplias en América Latina, donde la identidad religiosa se cruza cada vez más con el comportamiento político. Los partidos de todo el espectro deberían involucrarse con estas comunidades.

En los últimos años, el ascenso electoral de los partidos y candidatos de ultraderecha en todo el mundo ha captado la atención de analistas políticos y del público en general. Si bien esta tendencia ha sido ampliamente estudiada en Europa y Estados Unidos, América Latina presenta dinámicas propias.

En Chile, uno de los ejemplos más destacados es el creciente apoyo a las derecha radical entre las comunidades evangélicas rurales, que aunque se observa en otros países como Estados Unidos con el apoyo a Trump, en Chile presenta características distintas.

Los evangélicos en Chile han sido tradicionalmente vistos como apolíticos, distanciándose de los asuntos mundanos y enfocándose en cuestiones espirituales. Sin embargo, diversos estudios han demostrado una mayor politización y que sus patrones de votación se alinean cada vez más con la ultraderecha, lo que desafía esta neutralidad.

En un estudio recientemente publicado que se centra en la Región de La Araucanía, hemos podido dar cuenta de esta realidad con algunos hallazgos interesantes para entender qué hay detrás de este comportamiento electoral.

Las iglesias evangélicas rurales, pequeñas y cohesionadas, sirven como centros de comunidad y fe. En estas comunidades, la oposición a las agendas progresistas –como el matrimonio igualitario, las leyes de identidad de género o el acceso ampliado al aborto– es lo que ha movilizado a las comunidades evangélicas para ser más activas políticamente.

Sin embargo, el voto evangélico no obedece a una lealtad partidaria ni a un alineamiento ideológico claro. De hecho, pocos se identifican como parte de la derecha, y menos aún como ultraderecha. Su apoyo a partidos como el Republicano es más pragmático que ideológico: una defensa de valores que consideran esenciales y amenazados.

Pero las elecciones políticas de los evangélicos no están impulsadas únicamente por sus valores. Una profunda desconfianza hacia los partidos políticos tradicionales y las instituciones también moldea sus preferencias. Las comunidades rurales en Chile a menudo se sienten desatendidas por el Gobierno Central, con Santiago y capitales regionales como Temuco percibidas como acaparadoras de recursos y atención política. Este sentimiento de abandono alimenta sentimientos antiélite, lo que hace que la retórica populista sea particularmente atractiva.

Partidos de ultraderecha como el Partido Republicano capitalizaron, al menos en las elecciones de 2021 y de Consejo Constitucional en 2023, esta desilusión al posicionarse como foráneos, no contaminados por la corrupción y la ineficiencia asociadas con la élite política. Los votantes evangélicos –ya escépticos de la política– encuentran resonancia en este mensaje. Ven a estos partidos como los únicos dispuestos a “escuchar su voz” y abordar sus preocupaciones, como la inseguridad y la violencia en sectores rurales.

Por último, la falta de redes sociales diversas en las áreas rurales refuerza esta homogeneidad política. Sin conexiones con otros grupos u organizaciones, las comunidades evangélicas permanecen aisladas, limitando la exposición a perspectivas alternativas. Este aislamiento fortalece su identidad colectiva y su alineación con posturas políticas conservadoras.

El creciente compromiso político de los evangélicos en las zonas rurales de Chile refleja tendencias más amplias en América Latina, donde la identidad religiosa se interseca cada vez más con el comportamiento político.

Los partidos de todo el espectro deberían involucrarse con estas comunidades, mediante esfuerzos sostenidos para abordar sus necesidades y preocupaciones. Políticas que mejoren la infraestructura rural, fortalezcan los servicios públicos y promuevan la cohesión social podrían resonar con los votantes evangélicos, ofreciendo alternativas al atractivo de la ultraderecha.

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