El fallecimiento de Riay Tatary, con un discurso moderado y contrario a la violencia, abre una sucesión en la Comisión Islámica de España inmersa en luchas internas e intereses cruzados
La comunidad musulmana en España ha tenido siempre un gran referente desde que se constituyó como tal hace casi 40 años. Ese hombre era el sirio Raid Tatary, apodado en su entorno como Abu Islam (Padre del Islam). Falleció el lunes en el Hospital de La Paz de Madrid a los 72 años víctima del coronavirus. Su muerte abre ahora una sensible sucesión con muchos intereses cruzados.
Uno de estos escenarios es el de la seguridad. Tatary era el presidente de la Comunidad Islámica de España (CIE), el órgano de representación de los musulmanes ante el Estado. Es una institución clave en el control del credo que se practica en España y de los mensajes que se difunden tanto en público como en las mezquitas. En España hay actualmente cerca de dos millones de musulmanes. Apenas hay 14 mezquitas de nueva planta, pero en paralelo se reparten cerca de 1.600 puntos de oración por toda la geografía española.
Son centros de culto entre los que hay pisos particulares, garajes, bajeras… Las fuerzas de seguridad calculan que un pequeño porcentaje son radicales, una minoría que alcanza a varias decenas. La institución presidida por Tatary admitía en 2017 no tener un control sobre todos los imanes que hay en España y anunció la elaboración de un censo. Según dijo, los líderes religiosos tendrían que acreditar su formación y su capacidad para obtener la «verificación y conformidad» de la Comisión Islámica de España.
Mantener un perfil moderado
“Tatary fue una persona importante para el bienestar de la comunidad y la sociedad española”, dice a este periódico un alto mando de los servicios de información que destaca en el fallecido su discurso público en contra de la violencia. “Lo que nos preocupa es que la persona que le releve sea alguien que continúe un perfil de moderación”, añade. Con todo, indica que no hay nada en el panorama cercano que les invite a la alarma. Enmarca las disputas internas en la comunidad islámica en luchas de poder.
Numerosas instituciones han hecho llegar sus condolencias tras la muerte de Tatary, desde el rey Felipe VI hasta el Gobierno por medio de un tuit del Ministerio de Justicia que generó un aluvión de críticas en la red social. Para entender la figura de este líder religioso hay que remontarse a la década de los 80 del siglo pasado. Con la ley de Libertad Religiosa se fundó la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) y la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI). Ambas se unieron para constituir CIE.
La UCIDE y la FEERI han caminado desde entonces juntas, pero no revueltas. De hecho siempre han mantenido disputas por el poder en las que casi siempre se imponía la UCIDE, liderada por Tatary. Abu Islam ha sobrevivido a varios líderes de la FEERI, entre ellos el que fuera su máximo dirigente durante trece años (1990-2003) y fundador de la CIE, Mansour Escudero. Malagueño converso, falleció en 2010.
También ha negociado con varios ministros de Justicia, departamento del que históricamente dependían los asuntos religiosos hasta que con el actual Gobierno pasó a ser competencia de la vicepresidenta Carmen Calvo. «Una persona afable con buenas intenciones que intentaba frenar los fundamentalismos». Así le recuerda también un exministro.
El Ministerio de Justicia quiere mostrar su pésame a la comunidad musulmana de nuestro país que acaba de perder al presidente de la Comisión Islámica de España, Riay Tatary Bakry, a causa del #COVID19. Fue un ejemplo en la lucha por la convivencia y la tolerancia
— Ministerio Justicia (@justiciagob) April 6, 2020
“El problema es que en la Comunidad Islámica de España participa todo el mundo, Gobiernos de fuera, el CNI está ahí metido, Marruecos, Arabia Saudí, las embajadas, dependiendo de qué Gobierno esté se está más a favor o en contra”, dice en declaraciones a Vozpópuli un portavoz de la FEERI. Las fuentes policiales consultadas no obvian que Marruecos siempre se ha dejado notar a la hora de querer controlar la comunidad musulmana en España. No en vano, el país magrebí es el principal punto de origen de los musulmanes españoles.
Los servicios de información también ha detectado en ocasiones la influencia de Arabia Saudí entre otros países. En 2016, el Ministerio del Interior investigó la visita a España de un imán saudí que llegó a dirigir el rezo en la mezquita de Cornellá (Barcelona). Este clérigo llamado Saleh Al Moghamsy se vio envuelto en una polémica después de que en 2012 defendiese la «santidad» del líder de Al Qaeda, Osama Ben Laden, tras la muerte del terrorista.
En 2018, la Audiencia Nacional detectó cómo dos fundaciones de Qatar y Dubai financiaron a un imán detenido en España. Se trata de Hesham Shashaa, detenido en Teulada (Alicante) con importantes sumas de dinero. Trataba presuntamente de crear o controlar mezquitas de Alemania y España, difundiendo el islamismo radical, según los investigadores. Ejemplos como estos hay más a lo largo de los últimos años.
En este difícil tablero, las fuentes consultadas destacan que Tatary siempre marcó distancias con las posiciones más radicales y guardó buenas relaciones con otras confesiones como la judía o instituciones como la Conferencia Episcopal Española. Al menos era así en sus pronunciamientos públicos. También cuando se producía algún tipo de atentado en Europa. “Nuestro reconocimiento y homenaje a su figura y a su lucha por la convivencia en España», dijo en otro tuit la Vicepresidencia de Calvo.
Vínculos con el clan Kutayni
“Siempre ha habido un halo de misterio en torno a la figura de Tatary, según a quién preguntes te dirá una cosa u otra”, advierte una fuente policial. Apunta a la operación contra el clan familiar sirio Fares Kutayni desarrollada en junio del año pasado por la Policía Nacional. Se saldó con el arresto de diez personas y la Audiencia Nacional envió a prisión provisional a siete de ellos acusados de financiación del yihadismo en Siria a través de una caja B de negocios legales en España. Tatary admitió públicamente en declaraciones a Europa Press tener vínculos familiares con ellos y confió en su inocencia.
«Estamos ahora recibiendo el pésame todavía», dice a este periódico Mohamed Ajana El Ouafi. Es el secretario de la Junta directiva que presidía Tatary, algo así como el número dos y el mejor colocado para al menos liderar la transición. Sin embargo, no quiere oír hablar de eso todavía. La Junta la integran siete personas de la confianza del presidente. Tatary se rodeó de él y otros cinco dirigentes de su confianza: Laarbi Al Lal Maateis (vicesecretario), Ihab Fahmy El Said (tesorero), Abdeslam Elhinda Amalal-Benlahsen (vicetesorero); Said Ratbi Bali (vocal), Mohamed El Ghaidouni El Morabet (vocal).
Sistema de elección
No obstante, el sucesor de Tatary debe salir de una votación de la Comisión Permanente de la CIE en caso de que no haya una candidatura de consenso. La Permanente la forman 25 representantes de las distintas federaciones, pero el reparto de los sillones es proporcional. Esto otorga un poder predominante a la mayoritaria UCIDE que presidía el fallecido desde hace décadas. Aquí es dónde aflora de nuevo la histórica rivalidad entre las dos principales facciones de la comunidad islámica en España.
Este sistema de elección del presidente es el que recogen los estatutos vigentes, pero la FEERI los tienen recurridos en los tribunales, según esta asociación que preside Mounir Benjelloun, el principal opositor a Tatary. Según los estatutos de la CIE aprobados durante el último Gobierno de Mariano Rajoy, la UCIDE tiene 14 representantes en la Comisión Permanente mientras que la FEERI solo tiene cinco. El resto se reparte entre federaciones minoritarias.
Ninguno de los nombres en el panorama actual cuenta con el carisma ni la ascendencia y poder de influencia de Tatary. «Era una persona con mucho diálogo, tenía paciencia, se conseguían las cosas con pie firme», dice el portavoz y director de la CIE, Yousef Mustafa, quien cree que habrá que convocar una asamblea extraordinaria y plantea opciones como nombrar una gestora. «Él (Tatary) transmite mucha paz, para nosotros ha sido como un padre. Hay gente que tiene otro carácter», zanja.