Más popularmente se conoce como agnosticismo a la postura que alega que es imposible saber si existe o no existe dios -u otros entes sobrenaturales-, que es algo incognoscible de lo cual no hay certezas y que por lo tanto hay que reservarse el juicio. En verdad hay varios tipos de agnosticismos, algunos agnósticos se caracterizan por qué ante la pregunta de la existencia de dios, simplemente responden un “no sé”, y no parece producirles mucho interés el tema, mientras que en la práctica viven como ateos, esto es algo que no se puede juzgar. Un ateo fuerte- o positivo[1]- (postura a la que adhiero) considera correcto concluir que ningún tipo de dios existe. Para muchos agnósticos, decir que no existe es incorrecto, generalmente argumentando que: “no hay evidencias de que no existe dios”, “no se ha probado que dios no exista” o que “es algo imposible de saber”. Estos argumentos tanto como este agnosticismo son falsos, y desarrollaré el por qué:
La principal artimaña que utilizan estos agnósticos es exactamente la misma que utilizan los creyentes: invertir la carga de prueba. Esta falacia consiste pedir evidencias para una negación cuando la evidencia sobre la que debería descansar la afirmación es inexistente e incluso altamente implausible, al punto de poder ser considerada imposible. La carga de prueba la tiene el que afirma algo implausible o altamente improbable, no el que niega que eso pueda ser verdad. Así por ejemplo, si yo afirmo que tengo un rinoceronte de mascota en mi apartamento, para demostrar que esto es cierto soy yo el que tiene que recurrir a las pruebas a mi favor. Si a partir de esto alguien niega o desmiente mi dudosa afirmación con argumentos del tipo “es imposible que sobreviva en ese medio”, no puedo invertir la carga y poner sobre sus hombros el peso de evidenciar su negación (al estilo “no tienes evidencias de que no es cierto”), cuando soy yo el que hizo una afirmación inverosímil sin aportar evidencias. Los teístas y creyentes de todo tipo llevan literalmente miles y miles de años sin poder aportar una sola prueba o argumento sólido en favor de la existencia de dioses (y no, un libro escrito por gente primitiva no es evidencia de nada) o entes sobrenaturales, por lo tanto negar dichas ficciones es totalmente racional. Asumir que no hay evidencias de la no existencia de algo, y que por lo tanto, negar la existencia es una imprecisión de la que debemos prescindir es ingenuo. Pongamos un ejemplo, yo no puedo probar que no existen los unicornios en ningún lugar del universo. Por lo tanto, según el razonamiento agnóstico no es posible saber si existen o no, a pesar de que hay numerosas razones para pensar que no existen, por ejemplo: recurriendo a investigar la historia del unicornio puedo deducir que es un mito humano posiblemente procedente de la confusión de los europeos al oír del rinoceronte indio (sí, como el que tengo de mascota). Una vez que tenemos numerosos argumentos en contra y ninguna evidencia a favor es absolutamente necesario (por cuestiones de economía mental, entre otras cosas) concluir que los unicornios no existen. ¿Los agnósticos son agnósticos de cualquier cosa sumamente improbable e implausible que no pueda probarse que no exista, como ser un pulpo en marte indetectable por la tecnología actual? El caso de las afirmaciones sobrenaturales de dioses es exactamente igual. No hay argumentos ni evidencias de su existencia, sin embargo, hay muchos argumentos y evidencias a favor de la tesis de que no existen, por ejemplo, los descubrimientos científicos actuales trabajan sobre una ontología materialista sumamente consistente demostrando que muchos de los delirios comprobables expelidos por las religiones son falsos: la biología refutó el creacionismo, la geología la edad bíblica de la tierra, la astronomía los disparates cosmogónicos de todas las religiones, las neurociencias el concepto de alma, y un largo etc. El avance del pensamiento filosófico y crítico ayudó también a diseccionar el pensamiento religioso demostrando todas sus falacias. También la historia y la antropología nos brindan una base sobre la cual podemos entender el pensamiento mágico y concluir que en la ignorancia y el primitivismo todas las culturas en un modo de saciar su incertidumbre en un mundo desconocido y brutal inventaron dioses a “su imagen y semejanza”, para sentir que podían explicar algo y que el peso de la muerte no era una carga tan abrumadora –entre otras razones-. Así con todo el conocimiento actual podemos tener una plataforma sobre la cual reposar una negación a la afirmación de la existencia de dioses sin recurrir a evidencias de su no existencia, que por cierto, es algo imposible. Sí, es imposible tener evidencias de la no-existencia que algo inmaterial, ya que solo podemos tener evidencias de algo cuando es material, y al parecer, los dioses no son partidarios de dejar pruebas materiales de su existencia, he aquí la gran trampa del agnosticismo.
Se pensará que es una gran contradicción en un cientificista que afirma apoyarse en las evidencias, afirmar algo sin tenerlas. Esto es cierto, es una contradicción, pero solo dentro del empirismo y el cientificismo duro y bruto, estos se contradicen hasta en sus premisas, pero no es una contradicción ni del racioempirismo ni del cientificismo blando, ya que estos mantienen una gnoseología y epistemología que admite la importancia de la filosofía y la argumentación racional, además de la evidencia, siempre mientras que la filosofía y la argumentación racional no contradigan a las evidencias, ya que estas siempre tienen un papel principal. No tenemos evidencias de que no existan dioses en ningún lugar del universo, ni de que en ningún momento haya existido un fenómeno paranormal o un ente mitológico o inmaterial cualquiera, pero tenemos unos muy macizos argumentos, y ante su solidez y la falta de prueba para afirmar, podemos muy tranquilos, darnos el gusto de negar. Algunos agnósticos claman “la falta de prueba no es prueba de ausencia”, eso es cierto. Solo tenemos pruebas para afirmar que la hipótesis de cualquier dios es altísimamente inverisímil, pero no pruebas de que no existen. Los ateos no tendremos, dada su imposibilidad, pruebas de la no existencia de dioses inmateriales sea Jehová o el Monstruo de Espagueti, pero tenemos argumentos suficientes para tranquilizarnos y vivir sin pensar que ofendemos a más de 4.000 dioses por considerarlos absurdos.
Thomas Huxley (abuelo del escritor Aldous Huxley) fue el fundador del agnosticismo, o por lo menos, fue quien lo bautizo con su nombre. Sin duda fue una persona muy admirable (en mi opinión, más que su nieto), defendió arduamente la teoría de la evolución (se lo llamaba el “bulldog de Darwin”) y fue un gran crítico de la religión en su época. Él dijo: “Es un error para un hombre decir que él está seguro de la verdad objetiva de una proposición a menos que pueda demostrar que, lógicamente, justifica esa certeza. Esto es lo que afirma el agnosticismo”. Bien, yo considero que sí, los ateos positivos podemos demostrar lógicamente que la inexistencia de cualquier tipo de dios es una verdad objetiva. Partamos de la base que el humano ideo mucho más de 5.000 dioses con igualdad de falta de evidencia, y que en la actualidad se calculan miles de religiones vivas ¿Es coherente ser igualmente agnóstico de Zeus, Ra, Horus, Mitra, Dionisio, Hades… e incluso de algún dios que se me pueda ocurrir a mi ahora mismo? No, ¿Es coherente ser agnóstico del dios cristiano? No más coherente que serlo de Zeus y los otros tantos dioses. Se dice que hasta el más fanático religioso es ateo, por lo menos es ateo de más de 4.000 dioses, aunque crea en uno. Teniendo en cuenta tantas historias inventadas y creídas por el hombre y revisando el contexto de cada invención mitológica, se puede concluir lógicamente que la existencia de cualquier dios ideado es tan inverosímil que merecen ser considerados, con toda honestidad gnoseológica y ontológica, como inexistentes. No sería coherente para el agnóstico darle prioridad al dios cristiano que al resto, por lo tanto si es agnóstico coherente, debe concluir que es tan intelectualmente deshonesto negar la existencia de Ra que la de Jehová. La probabilidad de que exista cualquier dios es la misma, exageradamente baja. A ver, yo no estoy de acuerdo en decir que la inexistencia de dios es una verdad absoluta, puesto que no creo que haya verdades absolutas e irrefutables, simplemente la considero como una verdad muy aproximada, tanto como decir que en el interior de la tierra hay lava, no será absoluta, pero es excesivamente alta. Ahora, si me presentaran pruebas de que en el interior de la tierra hay hielo, me retractaría y dejaría de pensar que hay lava, lo mismo con la existencia de dioses, pero mientras no haya pruebas, mi consideración tomará a cualquier dios como inexistente y en igual de condiciones entre ellos. Y si hay una diferencia entre los dioses que aparente al dios cristiano como más plausible, no es que lo sea, sino que los cristianos mediante la teología en la necesidad de creer atravesaron la historia entrenándose arduamente por agregar ad hocs y así defender a su dios de la crítica y la refutación, y a sus fieles lejos de la duda y la razón. Los cristianos tienen bajo la manga cientos de trucos para hacer a su dios irrefutable y hacer creer a la gente que su dios es el único verdadero, o al menos el más coherente. Los creyentes cristianos hicieron con dios lo mismo que Carl Sagan ejemplifica en su relato del dragón en el garaje (relato que dejaré al final del texto) y del residuo de esta disciplina basada en esconder bajo la infalsabilidad un concepto totalmente ambiguo e inútil, nació el moderno teísmo no-cristiano, que a pesar de recurrir a los mismos dogmas se considera superior que su padre el monoteísmo judeocristiano. Toda fabulación sobre una divinidad sigue y seguirá estando en igual de condiciones en materia de plausibilidad, que cualquier idea incomprobable que pueda ocurrírseme a mi o a cualquiera.
Muchísimos creyentes vacilantes y muy moderados se sienten cómodos con el agnosticismo por que necesitan tener alguna hipótesis que llene, al igual que los creyentes fuertes, el vacío de no entender cómo se creó el universo, como si este fue creado. “De seguro algo creo el universo pero no podemos saber que es, ni si de verdad existe”. Idea de por sí, bastante confusa, aunque popular y aparentemente consoladora. Yo les diría que tranquilamente pueden desecharla, el universo jamás fue creado, simplemente siempre existió. Algunos dirán: “Ajá, ¿y el Big-bang?”. Este en verdad no explica la creación del universo, sino un cambio en el mismo, ya que el big-bang para suceder tuvo que tener donde, o sea, el universo. No hay razón para rebanarse los sesos pensando en que o quien fue lo que creó el universo, no lleva a nada ni tiene sentido, y lo mismo va para los creyentes fuertes y no solo para los creyentes disfrazados de agnósticos, que abundan. La refutación a la idea de la creación del universo es exageradamente simple, de verdad. Si aceptamos la premisa de que el universo no pudo existir siempre, se supone que algo, por ejemplo, un dios, lo tuvo que haber creado (que visión más asquerosamente antropogénica por cierto). La primera pregunta que surge en una mente racional es ¿Y que creo a ese dios?, el creyente sintiéndose astuto responderá: “siempre existió”. Pues bien, es mejor volver un paso atrás y decir que el universo siempre existió, no hay ninguna razón para pensar lo contrario, y pensarlo lleva a una cadena infinita que no resuelve nada.
Hay ciertos temas donde lo más racional es tomar una postura fácilmente confundible con éste tipo de agnosticismo, y es la de admitir el no saber. Pero esto puede prestarse a confusión, por ejemplo, no es lo mismo admitir el no conocimiento que ser agnóstico incognoscible, ya que el agnóstico incognoscible cree que no se puede saber, no solamente que no sabe. Yo no me considero agnóstico fuerte de, por ejemplo, la existencia de vida extraterrestre, no tengo fe en que existan, tampoco la niego ni la afirmo porque no sé, pero sí sé que puede saberse en algún momento. Basta solo con estudiar la atmosfera y las condiciones de un planeta para calcular posibilidades, realizar ciertas pruebas para ver si en aquel hay vida o no, o encontrarnos con un visitante extraterrestre, etc. La hipótesis de la vida extraterrestre es perfectamente racional aunque no haya evidencias ni a favor ni en contra. A diferencia de la hipótesis de dios, la de vida extraterrestre tiene muchísimo más sentido, es muchísimo más posible y es materialista, por lo tanto no son nada equivalentes. Negar como afirmar la existencia de vida extraterrestre es un error. Negar la existencia de dios no, mientras de la otra hay plausibilidad, en esta lo único que hay es absurdo e inverisimilitud. Ante la hipótesis de dios podemos aplicar tranquilamente lo que yo llamo las tres navajas escépticas, estas son: “Afirmaciones extraordinarias merecen evidencias extraordinarias” (Navaja de Sagan). “Aquello que es afirmado sin evidencia puede ser negado sin evidencia” (Navaja de Hitchens). “En igualdad de condiciones, la hipótesis más simple suele ser la correcta” (Navaja de Ockham). Así que puedo, como ateo, vivir y pensar de lo más tranquila y libremente asumiendo que ningún dios existe, y hasta negándolos con total apoyo en la razón.
El agnosticismo incognoscible no tiene bases para suponer que negar la existencia de dioses es dogmático, irracional, infundamentado, ni mucho menos imposible de cierta certeza. Si una persona adopta el agnosticismo ya sea por pereza de llegar a una conclusión más coherentemente osada que el decir “no sé”, o ya sea porque no le interesa el tema, no puede pretender que negar la existencia de dioses signifique un acto inconsistente y arbitrario. El agnóstico incognoscible no tiene bases para suponer lo que supone, ya que sus bases son falaces, contrarios a la Navaja de Occam e inconsecuentes al no aplicar el mismo criterio a otros casos incomprobables. Ya mostré que si extrapolamos el agnosticismo a una gnoseología general todo lo que no pueda comprobarse se sigue de una supuesta conveniencia en no emitir juicio e incluso en la imposibilidad de éste. Si no puedo comprobar que la tetera de Russell orbita[2], no puedo negarla, como tampoco puedo negar cosas incomprobables que a mí mismo se me ocurran sabiendo conscientemente que son producto de mi imaginación y completamente imposibles, por lo que el principio de economía mental es completamente violado y ultrajado. El proceso gnoseológico que propone el ateísmo es aplicable a todo, cualquier cosa que resulte contraria a la evidencia, altamente inverosímil, incomprobable, incompatible con una filosofía fértil como lo es el materialismo científico e insostenible por medio de análisis racional, debe ser rechazada como falso sin ninguna modestia. Muchos agnósticos sostienen su postura en una especie falacia del punto medio por pusilanimidad de optar por conclusiones concretas ya sea afirmación o negación. Dios no puede existir y no existir al mismo tiempo por regla lógica, por lo que hay solo una postura correcta ante la pregunta de su existencia.
Concluyo este análisis con la sentencia de que estos agnosticismos son falsos e insostenibles tanto como la creencia en dioses u otras supercherías de pensamiento mágico.
Apéndice:
“ En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca». Supongamos que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!
—Enséñemelo —me dice usted.
Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.
—¿Dónde está el dragón? —me pregunta.
—Oh, está aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.
Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.
—Buena idea —replico—, pero este dragón flota en el aire.
Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.
—Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor.
Sugiere pintar con spray el dragón para hacerlo visible.
—Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.
Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo. “ Carl Sagan, El mundo y sus demonios.
[1] Postura atea que niega la existencia de dios. A diferencia del ateísmo negativo, que simplemente se contenta con descreer.