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Los Presocráticos y la autonomía de pensamiento

Demócrito de Abdera sobrevivió a Sócrates unos 40 años, que era casi la vida de un humano del siglo IV aC. Quiero decir que el motivo de llamarle presocrático o es un fallo numérico o una mala intención espuria. Demócrito era un materialista, negador de toda trascendencia: sabio, famoso, requerido por sus consejos para la vida, un tipo risueño que vivió 100 años amparado en la práctica del disfrute calculado de los placeres de la vida. Platón, iniciador de la tradición metafísica occidental (espiritualismo), es usado como fuente de investigación porque nombra a todos los autores conocidos previos y coetáneos: jamás cita el nombre de Demócrito en su voluminosa obra extrañamente conservada frente a la pérdida total de las todos los demás… siendo los dos habitantes de Atenas y siendo el de Abdera un personaje popular por su filosofía e incluso un tipo acomodado “profesionalmente”: Platón no lo nombra, aunque sí critica repetidamente sus ideas como peligrosas y groseras… ¿cuánto odio cabe ahí?

Responder a esta pregunta y sus porqués es entender un poco mejor la historia del pensamiento clásico, toda ella hecha a posteriori bajo la falsa idea según la cual la abstracción teológica es una señal de distinción racional, de elevación superior intelectual: es el prejuicio según el cual hay un pensamiento primitivo y otro, el racional, que nos eleva a la ciencia… lo primitivo es antes, claro, porque nosotros no somos primitivos… nosotros estamos delante en la línea del progreso, de la “evolución”, y esto es la Historia: arrancamos en la Creación y cuanto más cerca del Final de los Tiempos más cerca de la consumación del plan divino.

Lástima que todo esto sea una mentira y bastante grosera. Debemos ser conscientes de que detrás de nuestra Razón están la magia o la mecánica cuántica, no existen la una sin la otra, ambas son intentos de comprender y controlar la Naturaleza. El conocimiento, la sabiduría, no avanza; sí se acumulan los datos, eso es verdad, ahora estamos acumulando mucha información a una velocidad desquiciante pero ¿sabemos más o igual que antes? No cambian, jamás mutan los problemas del ser humano: supervivencia (incluido el sexo) y tendencia imposible a la estabilidad química del gen egoísta (Richard Dawkins “dixit”). Por ello es interesante ver las respuestas de “in illo tempore” y, sobre todo, no creernos tan listos.

La Filosofía previa al socratismo (quizá sea decirlo así más exacto) es un fogonazo de ingenio maravilloso, porque sin abandonar las explicaciones polares y analógicas (traduzco: pensar que todo es equilibrio de fuerzas contrarias o que lo semejante actúa por lo semejante; dicho de otra manera: que la Naturaleza se mueve como un péndulo o que lo vinculado a algo sigue siendo ese algo mágicamente), esa concatenación de pensadores explica el mundo buscando un principio constitutivo (“arjé”) que dé razón de todo cuanto existe (“phýsis”) sin acudir a fuerzas personalizadas que actúen veleidosamente: esto es de lo más parecido a lo que llamamos pensamiento racional desde el siglo XVIII.

Tales, Anaximandro, Anaxímenes, Jenófanes, Empédocles, Anaxágoras… Con los cuatro elementos clásicos (tierra, agua, fuego y aire) más un par de fuerzas peleando por prevalecer sin que venza nunca ninguna de ellas (Amor y Odio, unión y desunión, Justicia)… se inventaron el mundo que necesitamos saber, lo demás es tecnología: porque la utilidad del conocimiento entonces y ahora es evitar la patraña y el miedo a la dependencia de seres sobrenaturales, evitar destruir tu vida siguiendo lo heredado sin crítica (pensamiento y tradición se repelen)… y estos griegos ya llegaron a la sabiduría máxima. Iteramos: una cosa es acumular datos y otra la sabiduría; lo primero evoluciona, lo segundo: no.

Parménides (o Parmeneides) merece un lugar aparte; no está claro qué quiso decir, pero desde luego (y a posteriori) lo que afirmó se ha interpretado como el axioma de la racionalidad occidental: “Lo que es, es; lo que no es, no es”. Toda nuestra matemática y nuestra lógica tienen casi sentido (¡Gödel lo quiera!) porque arrancan de ese principio de identidad, equivalente a evitar la contradicción. Es una lástima, o no, que la realidad no funcione así; ni el mundo ni nosotros somos lógicos, sabemos que la herramienta para organizar el pensamiento es ésta: pero ni la realidad obedece ni podemos llevar a la realidad nuestras veleidades racionalistas. Es un caso paradigmático, probablemente un “curandero” especialista en “incubación”, sanación mediante la inmovilidad y el silencio como renacimiento desde el interior de la tierra (enterramiento o gruta) e integración en el cosmos (pitagorismo), sin embargo lo que verdaderamente fue su actividad y su pensamiento ha sido retorcido hasta convertirlo en un matemático precursor o en el prototeólogo del monoteísmo patriarcal… una gran falseamiento histórico ¿útil o interesado?

Demócrito, el gran pensador antiguo de verdad, le sacará punta a lógica de su época: si lo material no puede ser “nada” por pequeño que sea, porque sería contradictorio, la lógica nos obliga a postular la existencia de unas mínimas partículas que lógicamente deben ser el sustrato de todo cuanto existe, y añadiendo a ello el vacío (eso es el no-ser, dirá, el lugar que ocupan esas partículas) ya están explicadas la movilidad y la pluralidad. Sólo el azar y las leyes de la “physikà” se bastan para explicar todo lo que existe: no hay dioses, no hay trascendencia, milagros ni supervisores conocedores de arcanos sobre el bien y el mal: el instante, el placer entendido como la evitación o la asunción del sufrimiento, el hedonismo es la clave de la felicidad, único motor de la existencia. Sobra todo lo demás… se entiende que nuestros “tutores” nunca hayan querido que sus ideas se difundan. Vivir todo momento como el último, clásico, esto es: moderno.

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