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Los peores lugares del mundo para blasfemar, incluida España

Nos cuesta trabajo asumirlo, pero dibujar y publicar la silueta de Mahoma le ha costado la vida a unas cuantas personas. Doce muertos hubo en un atentado contra la redacción del semanario francés Charlie Hebdo en 2015 y varios más en las manifestaciones de protesta que desató un hecho similar en Dinamarca unos años antes.

Para muchos  musulmanes, incluidos los que viven desde hace años en sociedades supuestamente abiertas y tolerantes como las nuestras, hacer chistes sobre el Profeta es un pecado de blasfemia que debe conducir a la muerte de quién lo perpetra.

1. Irlanda

El actor Stephen Friars, investigado por presunta blasfemia. Al irreverente, polifacético​ y polémico personaje se le ocurrió meterse directamente con Dios en una entrevista emitida por la televisión pública irlandesa hace un par de años. Dijo que, en caso de existir, sería un maniaco soberbio que no merecería respeto ni alabanza alguna. El caso es que la policía irlandesa se acogió esta misma semana a una denuncia presentada en aquel momento y a una Ley de 2009 para anunciar una investigación sobre lo ocurrido. Craso error, porque incluso en la muy católica Irlanda la cosas han cambiado tanto  en poco tiempo que el ministro de Sanidad ha dicho al respecto que habrá que anular pronto esa Ley para evitar más sonrojos de este tipo.

2. Rusia

Un joven condenado a tres años y medio por atrapar Pokémon en una iglesia. Por increíble que parezca, en la misma Rusia que antes fue soviética y donde el 98 por ciento de la población se declaraba atea, una jueza ha emitido esa sentencia contra un bloguero de 22 años por incitación al odio religioso. El muchacho se grabó a sí mismo en la iglesia en la que se supone que fueron asesinados el último Zar y su familia y fue detenido inmediatamente. Gracias al revuelo creado y a la atención mediática suscitada, la jueza ha anulado la condena inmediatamente después de hacer pública la sentencia. El asustado joven ha agradecido a la prensa su presencia, sin la cual habría dado con sus huesos en prisión. Su delito es el mismo por el que dos integrantes del grupo punk Pussy Riot acabaron enrejadas en 2012 tras montar un acto de protesta contra Putin en la catedral ortodoxa de Moscú. Y es que política y religión van de la mano en un país sojuzgado por un nuevo zar.

3. Indonesia

Un gobernador cristiano condenado a dos años de cárcel por cuestionar un verso del Corán. Aunque ha sido la norma hasta hace poco, en el país con la mayor comunidad musulmana del mundo la tolerancia religiosa ha empezado a torcerse. Al incauto gobernador de la capital, Yakarta, se le ocurrió contradecir a los radicales que, basándose en el libro sagrado del Islam, argumentan que un musulmán no puede votar a alguien que no profese la misma fe. Por un puñado de votos, el político se encuentra ahora mismo en la cárcel preparando una apelación y asegurando que la culpa la tiene la legislación del país, caprichosa y poco clara en cuanto al delito de blasfemia. Y en un lugar donde conviven varias minorías religiosas eso puede ser muy peligroso.

4. España

Dani Mateo y el Gran Wyoming reciben la citación del juzgado por ofender los sentimientos religiosos. El asunto empezó hace ahora un año con la denuncia de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos contra los humoristas de El Intermedio por mofarse de la «mierda» de cruz que se eleva junto a la basílica de Cuelgamuros, a 50 kilómetros de Madrid. En ese lugar están enterrados los restos de quiénes trabajaron como esclavos en su construcción junto a los de muchos de los que ganaron aquella guerra. Por muy sacralizado que esté, atribuirle un sentido religioso a la mofa de tan significativa mole no deja de ser una señal de intolerancia en su más amplio sentido. Propia, claro está, de una asociación amparada por el Gobierno del PP cuyo juguete le cuesta un dineral a los españoles.

La blasfemia dejó de ser delito en España en 1988, pero en el recién reformado Código Penal persiste un artículo, el 525, que contempla la pena de multa de ocho a doce meses para quienes ofendan los sentimientos de una confesión religiosa. Mateo y Wyoming no solo no irán a la cárcel esta vez sino que la torpe acusación de los guardianes de ese bochornoso lugar ha conseguido que se destapen sus vergüenzas. Con un poco de suerte, esa penosa cruz terminará colapsando gracias a los vientos del Guadarrama, los restos del dictador irán a parar a algún lugar olvidado de Galicia y ese lugar podrá servir, por fin, para recordar a los españoles que perecieron en la Guerra Civil, en especial a los que todavía permanecen en las cunetas por decisión del actual Gobierno.

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