Teólogo y sacerdote. El antiguo colaborador de Joseph Ratzinger critica que el actual Papa no vea “el dolor de los divorciados o de las mujeres que tienen que abortar”
Es uno de teólogos más respetados del mundo. Durante años colaboró con Joseph Ratzinger, hasta que el ahora Papa trató de condenarle al ostracismo.
Hans Küng (Suiza, 1928) se define como "un hombre libre dentro de la Iglesia" y defiende el sacerdocio para los casados y las mujeres. También aboga por una Iglesia "con entrañas de misericordia", frente al "dogmatismo medieval" de Roma. Küng ha visitado esta semana España para presentar Verdad controvertida (Trotta), el segundo volumen de sus memorias, dedicadas especialmente a su difícil relación con Benedicto XVI.
"La Historia juzgará al Papa como responsable de la propagación del sida en África"
En el libro habla de sus relaciones "de ida y vuelta" con Ratzinger: primero amigos, luego peleados.¿Cómo están en la actualidad?
Tuvimos un momento de reencuentro. Tras ser nombrado Papa me recibió y hablamos largo rato. Pensé que sería un Papa conservador, pero que haría reformas. Me equivoqué. Ahora ha publicado una carta en la que muestra su dolor por la falta de comprensión, pero él no siente el dolor de los más de 100.000 sacerdotes casados y excluidos de su ministerio. No ve el dolor de los divorciados, ni el de las mujeres que tienen que abortar.
Benedicto XVI se encuentra estos días en África. En sus primeras declaraciones, condenó el uso del preservativo como medio para combatir el sida.
"Necesitamos diálogo en el seno de la Iglesia para que no regrese la Inquisición"
La postura de Ratzinger es la consecuencia de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, que excluyó todo tipo de contracepción. Esa opinión la han seguido luego tanto Juan Pablo II como ahora Benedicto XVI, durante los últimos 30 años, y ahora vemos sus consecuencias.
¿Y cuáles son esas consecuencias?
La historia juzgará a ambos Papas como dos de los mayores responsables de la propagación del sida, especialmente en países con grandes mayorías o minorías católicas, como sucede en África. Es sumamente hipócrita condenar los preservativos en África y, a la vez, querer proteger a los pobres de las enfermedades más nocivas.
¿Ha tenido oportunidad de ver la campaña de los obispos españoles contra el aborto?
¿La del lince? [risas]. Sí. No conozco bien la situación, pero me parece perjudicial que el Episcopado español retome una vieja batalla sobre el aborto. Los obispos tienen derecho a criticar, pero no a agitar. En esta campaña todo es más demagógico queverdadero.
Volviendo al Papa, usted dice que es un mal teólogo.
No. Lo que afirmo es que aporta poco a la evolución de la teología. Es un hombre extremadamente inteligente, muy humano en el trato personal, con muchas cualidades, pero desde una perspectiva muy restringida y estricta. No tiene ninguna simpatía a los reformadores, es muy escéptico hacia la Ilustración y la modernidad.
¿Tan grave es la situación?
Creo que asistimos a una crisis del Papado, con sucesivos errores que ha tenido que reconocer. Es un hecho único en la historia que un Papa deba defenderse en una carta a los obispos y que reconozca que no es infalible en todo. Este Papa está cometiendo numerosos errores. No sólo de comunicación, como en el caso de los lefebvrianos, sino también de gobierno.
¿Qué más errores ha cometido Benedicto XVI?
Ha ofendido a los musulmanes en Ratisbona, a los indios y ahora a los judíos, con el caso de los lefebvrianos. Todo esto disgusta a los católicos, porque los fieles tienen la impresión de que Benedicto XVI quiere relativizar el Concilio Vaticano II.
¿Es una impresión real?
Ha iniciado una política de restauración, comenzando por el uso de una liturgia medieval. Hay una clara involución en la Iglesia.
¿Qué pide usted a la Iglesia católica para el futuro?
Necesitamos un episcopado que no disimule los problemas de la Iglesia, sino que los aborde enérgicamente; en segundo lugar, hacen falta teólogos que no teman decir la verdad; en tercer lugar, faltan pastores que asuman con coraje su propia responsabilidad. Precisamos avanzar en la colegialidad frente al centralismo, una mayor apertura al mundo moderno. En definitiva: diálogo en el seno de la Iglesia para que no regrese la Inquisición.