Los líderes de las comunidades musulmanas de nuestro país entienden que el problema no reside tanto en las agresiones de las que eventualmente han sido víctima algunos fieles, como en los prejuicios y los malentendidos que están diseminando los medios de comunicación sobre la base de una generalización perversa. Parte de la prensa de nuestro país está asociando islam a violencia sin rubor y estos mensajes han terminado arraigando, por repetición, entre cierto sector de la ciudadanía, cuando no reforzando otros prejuicios ya existentes.
Reporteros, contertulios y columnistas han tirado de vísceras para resucitar la Reconquista. El resultado es una especie de linchamiento público de baja intensidad que está poniendo a prueba casi a diario a muchos musulmanes. ¡Santiago y cierra España!
“Al día siguiente de lo de París me increparon dos veces por las calles”, asegura Malika, una enfermera marroquí que desde hace doce años vive en Lleida. “Llegué a casa llorando y le dije a mi marido que no iba a salir sola nunca más”. Según cuenta la joven, su primera reacción fue de temor. Lo que sintió a renglón seguido se parece más a la impotencia. Si hay algo incomprensible para los musulmanes es por qué la prensa ha reaccionado tan tribal y visceralmente a los ataques, alentando el resquemor y la desconfianza hacia los árabes y los musulmanes, entre quienes, con frecuencia, ni siquiera sabe discernir. “Imagínese que los cristianos fueran juzgados por las acciones que realiza el Ku Klux Klan”, asegura Malika. “O lo que es peor, imagínese que le recordasen a diario los crímenes cometidos en Hispanoamérica en el nombre de la religión. La sensación es parecida”.
Ni siquiera es necesario que se hable “mal del moro” en los papeles para extender los prejuicios. Basta con abrir todos los días con una crónica de ISIS para desdibujar las diferencias entre el Corán y la barbarie. En realidad, resultan menos contaminantes las formaciones fascistas y sus medios afines que la prensa supuestamente adicta a la corrección política. Ni engañan a nadie, ni pretenden hacerlo. El islam es básicamente un virus que hay que combatir.
A imitación de sus colegas europeos, la extrema derecha española está intentando desesperadamente rentabilizar las muertes de París mediante una vieja fórmula que consiste en atizar el odio. “Tenemos que empezar a deportar a musulmanes antes de que sea tarde”, aseguraba hace quince días el presidente de Democracia Nacional (DN), Manuel Candela. Otros neofascistas españoles han tratado de pescar complicidad y simpatías en el río revuelto de los atentados contra el Charlie Hebdo endureciendo su artillería retórica y llenando las redes sociales de ataques al islam. Hasta tal punto elevaron el tono de sus diatribas, que Facebook canceló dos de las cuentas de esta formación y ha amenazado con cerrar una tercera.
¿Han prendido estas soflamas entre la sociedad española? ¿Han logrado estos fascistas arrimar la sardina de la xenofobia al ascua de sus intereses políticos? En opinión de Hisman Oulad, secretario general de los Jóvenes Musulmanes en España, resulta obvio que no. Por alguna razón, probablemente vinculada a su historia y cultura social, los españoles no sucumben tan fácilmente como los alemanes, los británicos o los escandinavos a los cebos demagógicos de estos nazis. Por citar un caso concreto, todos los intentos de los ultras por crear una filial española de Pegida han fracasado. A la concentración convocada el pasado viernes frente a la mezquita madrileña de la M30 apenas asistieron treinta personas. Fue un espectáculo grotesco que prueba que la capacidad de persuasión y engaño de los fascistas españoles es completamente nula.
El movimiento que estos ultras están tratando de importar sin éxito nació en Dresde el pasado año con la finalidad de defender la herencia “judeo-cristiana” del continente europeo. Tal es su ascendiente en Alemania, que la propia Ángela Merkel dedicó parte de su discurso de año nuevo a pedir a la ciudadanía que se mantuviera alejada de “los prejuicios, la frialdad y los odios” que sustentan ideológicamente a Pegida, siglas germanas de Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente.
A juzgar por su escasa capacidad de convocatoria, el problema en España no es la amenaza de estos grupos, sino la forma en que parte de la prensa ha contribuido a satanizar al conjunto de los musulmanes. “Uno enciende la tele y siempre están hablando de extremistas”, asegura Amina Jemni, una traductora de 33 años, de origen tunecino y nacionalidad española. En su opinión, es obvio que el islam ha acabado encarnando al principal enemigo de Occidente, como antes lo fue la Unión Soviética, y eso está causando estragos en el modo en que los ciudadanos perciben a los fieles de esta religión. Tras el ataque al Charlie Hebdo, Amina Jemni pasó casi una semana sin salir de su casa. “Sentía cómo me miraban en el metro”, recuerda. “En algunos casos, eran miradas de curiosidad. Pero en otros, de miedo. La gente nos teme y créame, eso causa mucho estrés. Estuve una semana sin pisar la calle porque me decía a mí misma que no merezco esas miradas”.
Al decir de esta española de origen tunecino, “no es de extrañar que la gente haga suyas esas ideas tan extrañas. Fíjese que hay 1.700 millones de musulmanes en el mundo, y cada vez que sucede algo, nos meten a todos en el mismo saco. De hecho, la mayoría de los musulmanes ni siquiera son árabes. ¿Por qué nos hacen responsables de los crímenes de unos pocos? Esto, al final, te acaba causando mucho daño. Hablo de daño psicológico, pero termina afectando. También ha habido gente que ha intentado aprovechar las circunstancias. Me refiero al intento de crear una filial española de Pegida. Y eso, por no hablar de los ataques contra mezquitas”.
Así es, el atentado terrorista contra el Charlie Hebdo y el clima de opinión que ya le precedía han desencadenado en España una serie de actos vandálicos contra templos situados en diferentes puntos de nuestra geografía. Ni los autores de las distintas pintadas se hallan conectados entre sí, ni los daños materiales provocados resultan significativos. Sin embargo, las comunidades de musulmanes en España coinciden en asegurar que los hechos están alimentando un sentimiento de temor ya presente entre los fieles antes de lo de París.
“¿Pero qué tendrá que ver este templo con lo sucedido en Francia?”, se preguntaba la periodista musulmana Suzanne Zaura el mismo día en el que aparecieron unas pintadas en la mezquita central de Abu Baker, situada en el barrio madrileño de Estrecho. “Hijos de puta”, “perros”, “Islam, no” e “Islam fuera de Europa”, escribieron sobre la fachada, los parterres y las escaleras de acceso a ese espacio de oración. En palabras de Zaura, se da la circunstancia de que la mezquita de Estrecho “se ha posicionado siempre contra el terrorismo y no ha dejado nunca de condenar y de mostrar su repulsa hacia cualquier acto violento”.
Suzanne Zaura, de 29 años, es redactora y presentadora de Córdoba Internacional, un canal de televisión de orientación islámica con sede en Madrid. Aunque de origen sirio, es española y musulmana a todos los efectos. “Yo no utilizo hiyab y por lo tanto, no resulta tan fácil identificarme. Sin embargo, tengo una amiga en París que estuvo varios días sin salir de casa porque le escupían por la calle”, asegura. “El problema en España, al igual que en el resto de Europa, es el modo en que se ha acabado identificando islam con terrorismo y yihad. Para empezar, “yihad” ni siquiera significa “guerra santa”. Me consta que es así como la RAE lo define, de manera que no me sorprende el equívoco. Pero literalmente, lo que designa es un ‘esfuerzo’”, explica.
“Yo me siento agredida cada vez que escucho a muchos de los medios de comunicación asociando mi religión a la violencia. Es también muy indignante la parcialidad de la que hacen gala y el hecho de que no sean capaces de ver, o denunciar, el terrorismo que exporta y apoya Occidente”, precisa Zaura. “Todo el mundo se ha llevado las manos a la cabeza a raíz de lo de Charlie Hebdo. En Siria llevamos ya 300.000 muertos y mucha gente todavía ignora qué es lo que ha sucedido. Si te mencionan algo, es siempre para hablar de ISIS. Ni siquiera mis amigos quieren entender la realidad. A veces me preguntan si ser musulmán equivale a matar”.
No ha sucedido aún, pero muchos fieles temen que estemos a las puertas de una caza de brujas semejante a la que ya se ha producido en países como Suecia. “Lo que está pasando en Europa es más que preocupante”, asegura el secretario general de Jóvenes Musulmanes en España, Hisham Oulad. “No pocos de nosotros reconocemos en esas dinámicas rasgos parecidos a la persecución que sufrieron los judíos en Alemania, antes de ser exterminados. Por eso no hay que tomárselo a la ligera”, asegura este traductor de origen marroquí y residente en Madrid.
Oulad cree que también en España se ha registrado una especie de repunte del, por así llamarlo, “nivel de islamofobia”. “Mucha gente se queja de que es víctima de insultos o comentarios hirientes cuando viaja en medios públicos de transporte. Las mujeres suelen sufrir todavía más porque resultan más fácilmente identificables debido a su indumentaria”, asegura. “Claro que del mismo modo que creemos que la Falange no representa a la sociedad española, nos gustaría que la gente entendiera que los criminales no representan a los musulmanes”.
Por inquietantes que resulten todos estos ataques, ninguno de los actos vandálicos cometidos en España ha revestido hasta la fecha la gravedad de los hechos cada vez más comunes en otros países de la Unión Europea, donde no pasa prácticamente un solo día sin que se denuncien hechos de naturaleza violenta. Hace ahora dos semanas, la principal mezquita de la ciudad sueca de Gotenburgo tuvo que ser desalojada por una amenaza de bomba. En ese mismo país se han producido desde inicios de este año al menos tres incendios provocados de lugares de oración. Una mezquita austriaca amaneció recientemente con la cabeza de un cerdo pendiendo de la manecilla de la puerta principal. Y ello, por no hablar de las multitudinarias protestas antiislámicas que se vienen organizando periódicamente en Alemania, Dinamarca, Suecia y otros estados europeos.
A juicio de Oulad, España debería tomar nota de lo que sucede en otros países de su entorno geopolítico. “La Extrema Derecha europea ha hecho su agosto con los atentados de París. Le Pen y sus seguidores están haciendo demagogia y difundiendo falacias. Hay una, la más grande, que consiste en vincular islam con terrorismo y violencia con inmigración. Hay que recordar a este respecto que quienes han cometido esas acciones criminales no son inmigrantes, sino hijos de Francia y producto del sistema educativo francés.”.
Según Oulad y otros representantes de las comunidades islámicas en España, todo ese conjunto de circunstancias y de equívocos malintencionados obliga a los musulmanes a justificarse casi a diario, y a repetir hasta la náusea algo que, en principio, nadie debería poner en duda: “¡Los fieles del islam desaprueban la violencia y condenan los hechos de París como lo que son: ataques criminales!”.
Oulad no cree tampoco que sea cierto que las mezquitas españolas sean un nido de terroristas, un vivero de voluntarios dispuestos a irse a combatir en cualquiera de los frentes de ISIS. “Ha sucedido justamente lo contrario. Y los imanes no sólo no se han radicalizado, sino que han moderado su discurso. De hechos, muchos de nosotros hemos velado para que eso no suceda porque se ha visto que ese tipo de radicalizaciones pueden descarrilar y provocar efectos indeseados. También sabemos que hay algún listillo, gente que habla desde la ignorancia y desde el rencor personal que provocan las situaciones de discriminación o marginalidad”.
Muhammad Alilech, director de contenidos del canal Córdoba, cree que el problema de muchos países como Francia es que “han fallado las políticas de integración. “Se habla de ciudadanía y se les dice a los chavales: ‘Sentíos de aquí’. Pero lo que después ven sobre el terreno es la discriminación, el estigma de tener un color más oscuro de piel, la cultura de guetos y la marginalización social. Luego están muchos padres musulmanes que pusieron más esfuerzo en mejorar su situación que en educar a sus hijos. Y ese vacío dejado por los progenitores fue llenado a veces en Internet. Algunos jóvenes acudieron a fuentes equivocadas y han caído en manos de gente que vieron en ellos presas fáciles”, afirma.
Alilech, miembro de la junta directiva de la mezquita de Fuenlabrada, cree que este es un problema incipiente en nuestro país, “pero aun así, no estaría de más el tomar nota. En el modelo francés jamás se cuenta con la opinión de los musulmanes, ni en los medios, ni a la hora de diseñar programas. Simplemente, no se les escucha. Han fallado todos los modelos de integración. Por otro lado, los ideólogos de esas tendencias radicales han jugado con el victimismo y apelando a la demagogia del estado sionista y otras cuestiones similares, han manipulado los sentimientos de frustración de muchos musulmanes recurriendo a argumentos religiosos”.
Lo que, según Alilech, deben tener bien claro los españoles es que en las mezquitas de nuestro país no se están transmitiendo mensajes ideológicos que dan alas al odio. “En primer lugar, porque serían rechazados por las propias comunidades de fieles. Y en segundo lugar, porque la mayoría están siendo vigiladas por la policía y sus confidentes”.
Lamentablemente, el director de contenidos del canal Córdoba cree que lo sucedido en París no es nada nuevo para los musulmanes. “Antes de lo de Charlie Hebdo estuvo el 11M, y antes de ello, el 11S. Y luego está ISIS y Al Qaeda. El bombardeo es diario, de manera que nada ha cambiado significativamente. Es el mismo boom mediático que genera el morbo. En cuatro días, los medios volverán a hablar de la Pantoja”.