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Los mexicanos y la laicidad: implicaciones bioéticas

El Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la UNAM ha publicado una serie de 25 estudios denominados Los mexicanos vistos por sí mismos. Los grandes temas nacionales, en los que se exploran a partir de encuestas realizadas en todo el país, aunque en una pequeña muestra, la percepción de los mexicanos sobre muy diversos temas, que van de la corrupción y debilidad del Estado de derecho, nuestra incipiente democracia y débil sentido de justicia, la pobreza y la desigualdad, la crisis ambiental (que es muy grave en el país, aunque la mayoría de los mexicanos no se entera todavía), la intolerancia y la discriminación de minorías (principalmente hacia los indígenas, pero también hacia personas homosexuales o hacia discapacitados), la autovaloración del estado de salud personal y social, y hasta la laicidad en una sociedad anclada a sus tradiciones y atavismos religiosos.

Precisamente esta última encuesta y sus correspondientes análisis (Estado laico en un país religioso, coordinado por Pedro Salazar, director del IIJ y en el que colaboran también Paulina Barrera y Saúl Espino) contiene información muy relevante para entender la percepción nacional y el estado de la opinión pública en temas de bioética, puesto que las concepciones y valores de la tradición cristiana, principalmente católica, siguen siendo preponderantes en la forma en que los mexicanos perciben y valoran las cuestiones de la salud, vida, muerte, reproducción y sexualidad, familia e identidad social. La impronta de la moral religiosa (fundamentalmente católica) persiste en la conciencia moral de nuestra población, a pesar de que podamos concordar con los autores del libro en la tesis de que México se mueve hacia un proceso de secularización social de las costumbres, valores y prácticas cotidianas.

Pero no sabemos si este proceso de secularización es irreversible o sostenido. En mi opinión, nos movemos de una forma zigzagueante, titubeante y contradictoria; agregaría que ‑a veces‑ dando dos pasos adelante y tres hacia atrás en el proceso de desligar la religión (o la influencia de la moral religiosa) con respecto a las leyes, la educación pública, los sistemas públicos de salud y las instituciones del Estado mexicano. Por ejemplo, un porcentaje amplio de personas aprueban que la religión y los religiosos participen o intervengan en la política. No obstante, la conclusión general del equipo que coordina Pedro Salazar es que en México vivimos una transición que está cambiando la forma en que la población entiende y practica los valores religiosos, que debido a esta transición se “dislocan” los valores religiosos para trasladarse del ámbito social (cultura, economía, política, derecho, salud) al plano privado y personal; que con ello se amplía el ámbito de la laicidad en el espacio público y que, sin duda, a mayor escolaridad y mayor juventud, la gente se aleja más (o se identifica menos) con valores, prácticas y creencias religiosas (particularmente cristianas), aunque repuntan y resurgen otras formas de religiosidad que se asocian con la new age y algunas ideas tomadas del budismo o religiones no occidentales, y con nuevas búsquedas del sentido de la vida y de la muerte.

Según los datos de esta encuesta sobre laicidad y sus implicaciones sociales y políticas, la mayoría de la población en México se sigue considerando católica, al menos un 65% (sea practicante o no, que da igual en términos de creencias, valores y determinadas prácticas cotidianas y formas de pensar). Muchos católicos (alrededor del 18.5% del total) se han convertido a otras variantes de cristianismo o grupos religiosos que se definen como “no católicos”. Mientras que se declaran sin religión o indiferente hacia las creencias religiosas un 14%. Solamente el 3.7% se define como atea.

Como se apunta en el libro, los valores religiosos en esta lenta transición hacia la secularización de la sociedad mexicana tienden a ser sustituidos por valores pragmáticos, económicos y, en todo caso, de desarrollo individual. Sin embargo, a partir de los datos que nos aporta esta encuesta, podemos afirmar que los mexicanos aún no han entendido qué significa un “Estado laico” ni qué implica en realidad la laicidad en el espacio público. Esto es de crucial relevancia en los temas y problemas de bioética, pues la laicidad de las instituciones y sistemas sociales, como el de la salud y los derechos reproductivos y sexuales, son fundamentales para el desarrollo de un marco bioético plural, tanto en sentido normativo como en el plano moral.

Por ejemplo, un sorprendente 73.3% de encuestados, ante la pregunta “¿Qué se debe enseñar a los niños en la escuela?”, responde: “que la vida fue creada por un ser supremo que se llama Dios”. Sólo el 30% se adhiere a una enseñanza científica sobre la vida (este porcentaje sube hasta el 73% en las personas de mayor escolaridad, y aun así es muy enigmático por qué algunos aceptarían que se enseñe una visión religiosa en las escuelas públicas). El 37% están de acuerdo en que se impartan cursos de religión en las escuelas públicas. Sin duda, puede haber varias explicaciones de ello debido a la “crisis de valores”, pero a mí no me cabe duda de que es evidencia contundente de que la gente en México no sabe o no entiende qué debe ser un Estado laico, una educación laica y unas instituciones sociales y políticas laicas.

Ahora bien, aunque no tendría que haber una correlación directa entre creencias religiosas y opiniones morales sobre derechos civiles, sexuales y reproductivos, es un hecho que la correlación entre conservadurismo bioético, religiosidad, mayor edad y menor escolaridad sigue siendo la norma.

Por ejemplo, en cuanto al controvertido tema del aborto, sólo el 28.4% de los encuestados aprueba sin reparos el aborto en caso de que la madre corra peligro (el 37% no quiso responder, lo cual implica que quizá estaban en contra), y esta aprobación sobre la práctica del aborto como un derecho de las mujeres declina en la encuesta al 23.6% si el embarazo es producto de una violación, al 11% si la mujer así lo desea, al 10.8% si es una menor de edad, 9.9% si la mujer no está casada, y solo 9.4% lo aprueba por falta de recursos económicos, y de plano cae a una aprobación de sólo el 8% cuando se trata de un fallo del método anticonceptivo. En cambio, desaprueban o desaprueban en parte el aborto, si sumamos estos dos porcentajes: el 44.8% si falla el anticonceptivo, el 42% por falta de recursos económicos, 41.7% si la mujer no desea tener un hijo, un 26% si es producto de una violación.

Por lo que respecta al tema del suicidio asistido y la eutanasia, ante la pregunta de si la ley debe castigar a quien ayude o permita que muera un familiar aunque éste lo pida, 43.3% se pronunció a favor de un castigo legal. En el caso de las personas con mayor escolaridad (universitaria) el castigo legal a ayudar a morir fue rechazado por un 55.3%.

Con respecto al derecho de contraer matrimonio entre personas del mismo sexo en todo el país, sólo el 34.8% se declaró a favor y 43.9% en desacuerdo o parcialmente en desacuerdo (que es prácticamente lo mismo). Pero 51.5% rechaza que las parejas homosexuales puedan adoptar hijos. Entre los jóvenes la aprobación del matrimonio igualitario sube a 44% y entre los mayores de 65 años esta aprobación desciende al 24.9%. Son, pues, las personas que cuentan con mayor escolaridad, más jóvenes y que se declaran no creyentes las que aprueban mayormente el matrimonio igualitario, pero no se diferencia mucho el porcentaje con respecto a las personas que dicen ser católicos. Más conservadores en esta cuestión son los cristianos no católicos, pues entre éstos sólo el 24.8% aprueba el matrimonio homosexual.

Los autores del estudio señalan, sin embargo, que la tendencia que marcan las encuestas es quela diferencia entre católicos y los “no creyentes” no es tan grande como se supone en algunas cuestiones. Más bien muestra la permanencia de una tendencia conservadora en estos temas bioéticos en la mayoría de la sociedad mexicana, que se acerca más a la opinión tradicional de los católicos y cristianos. En cambio, es notable que hay una tenue y contradictoria apertura de los católicos y demás creyentes cristianos en temas sociales como el derecho igualitario al matrimonio y la adopción en parejas del mismo sexo.

Para rematar y documentar la tendencia mexicana del conservadurismo en cuestiones de debate bioético, la encuesta muestra que un 48.4% creen que los humanos y otros seres vivos han evolucionado “guiados por un ser supremo” (o sea, la tesis creacionista), mientras que sólo el 32.7% opinan que la evolución de la vida (humana o no) se debe a un proceso como la selección natural en las especies (la tesis “científica”). Parece evidente, por un lado, el fracaso o grave deficiencia de la enseñanza de la teoría de la evolución en la educación básica y, por otro, la fuerte influencia del pensamiento religioso en la manera en que los mexicanos entienden la vida y su evolución. 58.7% opina que la vida tiene sentido porque existe un Dios, mientras que el 33.7% piensa que el sentido de la vida es “lo que se alcanza y se logra obtener de ella”. Sólo un 3.9% opina que la vida no tiene sentido. Las diferencias son notables: las personas se adhieren a una explicación “científica” sobre la vida, la evolución y su sentido cuanto mayor es su escolaridad y menor su edad, y si además se declaran no creyentes o ateos.

Es inevitable advertir en estos datos que la influencia del factor religioso en las creencias, valores y prácticas en nuestro país se mantiene como una impronta cultural, que proviene históricamente del monopolio ideológico que ejerció el catolicismo en la formación del México moderno, pero que este rasgo va cambiando mediante la secularización de la sociedad, el Estado y las instituciones, porque en la vida cotidiana de la gente más joven y con mayor escolaridad, la religión se ha vuelto un asunto de creencias subjetivas y personales, pero ya no de normas sociales o criterios morales que valen para todos.

Así pues, para poder construir normas éticas de convivencia y leyes en un marco moral plural y multicultural, es necesario impulsar y favorecer la secularización amplia de la sociedad mexicana. En este objetivo una educación laica, sobre todo en los niveles superior y medio superior, es esencial para formar en la población conciencia sobre la diversidad moral y la igualdad en los derechos civiles, reproductivos y sexuales. Una sociedad atada a sus concepciones y morales religiosas será inevitablemente una sociedad menos tolerante, menos abierta a la diversidad y menos apta para desarrollarse en forma igualitaria y equitativa. La muestra de ello está en los fundamentalismos religiosos que resurgen en otras latitudes en donde algunos sueñan con retornar a un mundo en el que ni siquiera las instituciones sociales y las leyes del Estado han sido mínimamente secularizadas.

* Jorge E. Linares, Programa Universitario de Bioética

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