Con un modelo de vida regido por la religión y recluidos en sus barrios, los judíos ultraortodoxos se debaten entre tradición o modernidad y sopesan una mayor integración en un Israel muy distinto al fundado hace 75 años. Son el sector que más crece demográficamente y en 2050 ya serán un cuarto de la población.
En un Estado creado hace solo tres cuartos de siglo, que ayer marcó su aniversario, los grupos que integran la comunidad ultraortodoxa o haredí -temerosa de dios, en hebreo- destacan por tener una práctica religiosa rigurosa y a tiempo completo que les mantiene anclados en el pasado y alienados del mundo moderno, lo que hace que su encaje en Israel sea un debate recurrente y un reto con el que lidiar.