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Los Diez Mandamientos: el desaparecido y el inventado

Es muy habitual hablar de los diez mandamientos. Mucha gente, incluso atea, los menciona como un código moral universal válido también para los no creyentes. Pero eso es como tantas cosas que se dicen pero sin pensarlas mucho. No vamos a entrar aquí y ahora a analizar los diez mandamientos tal cuales, tan solo vamos a reparar en un par de ellos. Pero antes, sería interesante que el lector intentara escribir la lista de los diez, a ver qué le sale, y después que siga leyendo.

En realidad, casi nadie conoce los diez mandamientos ni sabe decirlos tal cuales. Y si hace el esfuerzo posiblemente le ocurra que le falte uno y solo le salgan nueve. Y tiene su explicación: el mandamiento desaparecido y el inventado. Ahora lo explicaremos con más detalle. Pero pongamos antes dos simples ejemplos para introducir el tema.

En el año 2002, la plataforma “¡Basta Ya!” protestó contra la complacencia entonces de algunos obispos de Euskadi con el nacionalismo vasco. La forma de protesta fue recordarles a los obispos el quinto mandamiento: “No matarás”. El titular de El País era justo ese: “¡Basta Ya! recuerda a los obispos que ‘el quinto mandamiento es no matar’”. Sin embargo es inexacto: el quinto mandamiento es “Honra a tu padre y a tu madre”. El de “No matarás” es el sexto.

El otro ejemplo es la letra de una canción del grupo de heavy metal Lujuria, llamada “Sin parar de pecar” y que da título al disco del mismo nombre (1999, Locomotive Music). La canción hace un repaso de los diez mandamientos, y tras hablar de nueve de ellos dice hacia el final: “Aun me queda otro que ni puedo recordar, pero estoy seguro, ¡en su contra he de pecar!”.

Hay una razón que explica estas dos anécdotas: por qué ¡Basta Ya! se esquivocó en el orden de los mandamientos y por qué a Lujuria le falta uno de ellos, y que tiene que ver con nuestro contexto cultural católico. La iglesia católica ha manipulado los diez mandamientos originales de la Biblia de modo que ha hecho desaparecer uno de ellos (el 2º original) y ha inventado otro (el 9º católico). Veámoslo en detalle.

      Los diez mandamientos están redactados en el libro de Éxodo 20, 2-17 y en el de Deuteronomio 5, 6-21, y básicamente son idénticos. Tradicionalmente se han agrupado en dos mandamientos siguiendo el resumen que hizo el propio Jesús de Nazaret: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22, 37-40). Los cuatro primeros mandamientos del Éxodo y de Deuteronomio se resumen en amar a Dios, y los seis siguientes en amar al prójimo. Pero el catolicismo en sus catecismos muestra otra cosa: el 2º mandamiento original ha desaparecido y en su lugar hay un mandamiento nuevo que en realidad es una duplicación pero exagerada de otro de ellos, de forma que en su resumen, el mandamiento de amar a Dios solo agrupa a tres mandamientos y el de amar al prójimo a siete.

            El 2º mandamiento tal cual aparece en la Biblia dice textualmente: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. Este mandamiento está desaparecido del listado católico. Y en su lugar, la Iglesia ha inventado un 9º mandamiento que dice: “No consentirás pensamientos ni deseos impuros”.

            En esta tabla están los diez mandamientos tal cuales aparecen en la Biblia y comparados con los del Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, donde puede apreciarse claramente la diferencia entre los listados bíblicos y el católico:

Éxodo 20, 2-17Deuteronomio 5, 6-21Catecismo de la Iglesia Católica de 1992
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí.Yo soy el Señor tu Dios. Amarás a Dios sobre todas las cosas.Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque Jehová no dará por inocente al que tome su nombre en vano.No tomarás el Nombre de Dios en vano.
Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.Guardarás el día de reposo para santificarlo, como Jehová tu Dios te ha mandado. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo a Jehová tu Dios; ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que descanse tu siervo y tu sierva como tú. Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.Santificarás las fiestas.
Amarás a tu prójimo como a ti mismoHonra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.Honra a tu padre y a tu madre, como Jehová tu Dios te ha mandado, para que sean prolongados tus días, y para que te vaya bien sobre la tierra que Jehová tu Dios te da.Honrarás a tu padre y a tu madre.Amarás a tu prójimo como a ti mismo
No matarás.No matarás.No matarás
No cometerás adulterio.No cometerás adulterio.No cometerás actos impuros.
No hurtarás.No hurtarás.No robarás
No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.No dirás falso testimonio contra tu prójimo.No darás falsos testimonios ni mentiras.
No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
10ºNo codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.No codiciarás los bienes ajenos10º

            Como puede observarse, la iglesia católica ha fundido los dos primeros mandamientos originales en uno solo de “Yo soy el Señor tu Dios. Amarás a Dios sobre todas las cosas”, desapareciendo todas las referencias originales a la prohibición de hacer imágenes de cualquier cosa para inclinarse ante ellas. Al hacer esto, deja los diez mandamientos originales en solo nueve, por lo que se ha inventado uno nuevo que en su listado lo coloca como noveno mandamiento: “No consentirás pensamientos ni deseos impuros”. Este mandamiento no es sino una duplicación del 6º mandamiento católico (no cometer actos impuros) solo que llevado más allá todavía hasta prohibir ni siquiera pensar ni desear cosas impuras. Esta manipulación grosera de los mandamientos tiene su explicación: en el catolicismo es muy importante el papel que juega la veneración de imágenes y reliquias de santos, vírgenes y cristos, las peregrinaciones a donde están expuestas y las procesiones de semana santa en las que se pasean por las calles. El catolicismo perdería gran parte de su esencia y de apoyo popular si renunciara a estas imágenes, pese a que en la Biblia se prohíbe contundentemente hacer ese tipo de imágenes e inclinarse ante ellas como hacen los católicos. Por eso simplemente han hecho desaparecer este mandamiento de su listado. En su lugar, han duplicado el relativo a los actos impuros, prohibiendo además el mero pensar o desear esas cosas impuras. Esto se debe a la obsesión de la iglesia católica contra el sexo, pues no a otra cosa se refieren con lo de impureza. No les basta prohibir la masturbación o el sexo prematrimonial sino que incluso censuran pensar o tener deseos sexuales.

El segundo mandamiento es tajante: prohíbe la realización de todo tipo de imágenes, concretando que ni de lo que está arriba en los cielos, ni en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, es decir, de ningún tipo de ser vivo (ya sea ave, animal terrestre o humano, o animal acuático). También prohíbe el inclinarse ante ellas o servirlas, y advierte solemnemente en caso de incumplimiento: “porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y que hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”. Nótese de pasada la injusticia de Dios, que castiga a generaciones inocentes por los pecados de las generaciones pasadas, haciendo que los hijos, nietos y bisnietos carguen con las culpas de los padres. El caso es que este mandamiento no tiene más vuelta de hoja: prohibido hacer imágenes e inclinarse ante ellas y servirlas. Por si no está claro en la lista de los diez mandamientos, esta prohibición se repite en otros libros de la Biblia: “No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios” (Levítico 26, 1). Dicho de otra forma: el segundo mandamiento está prohibiendo directamente justo lo que hacen los católicos todas las semanas santas y lo que hacen todos los días que van a la iglesia cuando se arrodillan ante las imágenes de la virgen, cristo o santo de turno. La iglesia católica es consciente de esto, pero no puede renunciar a sus imágenes, no ya por su valor artístico, sino porque históricamente le han servido como forma de evangelización (las procesiones en el pasado cumplían esa función propagandística entre otras) y porque también le sirven para mantener la superstición popular en ellas y en sus poderes mágicos, superstición que da lugar a peregrinaciones y romerías que dejan suculentos beneficios económicos. Además, el apego popular y provinciano a las imágenes de cada pueblo (todos los pueblos tienen a la virgen más bonita de todas) nutre las procesiones y templos y sirve de sostén a la iglesia católica. Apego que a veces produce peleas entre devotos de diferentes imágenes por cuál es la más hermosa, o por la reivindicación como propia de alguna imagen en poder del pueblo de al lado. O espectáculos grotescos como las procesiones de la virgen del Rocío o Blanca Paloma, en Almonte (Huelva) donde todos los años cientos de exaltados (muchos de ellos ebrios) saltan la reja que la protege para sacarla a hombros, dándose golpes entre ellos e incluso llevando a bebés en volandas para que pueda acercarse a la imagen con riesgo de caerse o perderse entre la multitud.

            De todas formas, este desprecio absoluto de la iglesia católica hacia los textos bíblicos no es algo anecdótico: de todas las iglesias cristianas, la católica es la que menos importancia da a la Biblia como fuente de autoridad, sin importarle trastocar los diez mandamientos tan groseramente o mentir descaradamente al decir que Jesús no tuvo hermanos u obligar al celibato a sus sacerdotes, cosas ambas que la Biblia desmiente: los evangelios hasta nos dicen cómo se llamaban los hermanos de Jesús (Marcos 6,3) y Pablo de Tarso incluso recomienda que los obispos sean hombres casados y con hijos (1ª Timoteo 3, 2-5). La propia iglesia católica es consciente de esto, pero simplemente se salta olímpicamente este mandamiento contra las imágenes. En el Catecismo de la iglesia católica se reconoce la prohibición de hacer imágenes, pero justifica su uso con unas pocas citas de un par de concilios y otra de Tomás de Aquino. Literalmente dice:

“2132. El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, “el honor dado a una imagen se remonta al modelo original” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 18, 45), “el que venera una imagen, venera al que en ella está representado” (Concilio de Nicea II: DS 601; cf Concilio de Trento: DS 1821-1825; Concilio Vaticano II: SC 125; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios: «El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 81, a. 3, ad 3).”

      Una vez más, la iglesia católica se vale de falsas distinciones para justificar lo injustificable. Distingue entre adoración y veneración para indicar que la adoración solo es a Dios (y adorar a una imagen sería idolatría) y la veneración a la virgen y los santos y sus imágenes respectivas. Sucede como con la distinción entre creyentes y practicantes, que solo servía para poder seguir considerando católicos a quienes no cumplen con ninguna norma católica (así, es posible ser católico y a la vez usar preservativos, tener sexo prematrimonial, etc.). Con la distinción entre adoración y veneración es posible ser católico e idólatra al mismo tiempo también. Resulta curioso cómo la iglesia católica es tan fundamentalista o literalista cuando le interesa y tan liberal cuando le conviene: interpreta muy liberalmente la prohibición de las imágenes hasta dejarla en nada, pero cuando se trata de asuntos de moral sexual (homosexualidad, masturbación, interrupción del embarazo, etc.) es totalmente fundamentalista para extraer de los textos bíblicos una condena tajante de estas prácticas.

            Para comprender este “liberalismo” católico con respecto a las imágenes, hay que recordar que la iglesia cristiana alcanzó su máximo poder al establecerse como religión oficial del Imperio Romano en el siglo IV. Esto no significó una ruptura total con las religiones y cultos paganos anteriores, sino que el cristianismo lo que hizo fue adaptarlos e integrarlos como parte suya. Si el cristianismo hubiera barrido con todas las religiones, creencias, fiestas y costumbres paganas anteriores para empezar de cero, jamás habría sido asumido por los pueblos paganos. Lo que hizo fue amoldarse a esas costumbres solo que cambiándoles su significado original por otro cristiano, lo que permitía seguir manteniéndolas pero barnizadas de cristianismo. De esta forma, los cristianos cambiaron las fiestas solares que se realizaban con motivo del solsticio de invierno y del equinoccio de primavera por la celebración de la navidad y la semana santa respectivamente, y de igual forma sustituyeron los cultos paganos a ciertos dioses y diosas locales por cultos a diferentes cristos, vírgenes y santos en cada pueblo, cada uno de ellos con sus imágenes correspondientes.

            En el mundo ortodoxo, la cuestión de las imágenes no ha sido siempre pacífica. En los siglos VIII y IX hubo durísimos conflictos entre quienes apoyaban el uso de imágenes y quienes eran contrarios, los llamados iconoclastas o destructores de imágenes, y que seguían a rajatabla el mandato divino de destruir las imágenes religiosas: “No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo, y quebrarás totalmente sus estatuas” (Éxodo 23, 24). Este conflicto dio lugar a varios concilios sobre la cuestión de las imágenes y al uso de la violencia de unos contra otros por este asunto. Finalmente, la iglesia ortodoxa admitió el uso de imágenes en contra del segundo mandamiento.

    En este sentido, los protestantes, son más respetuosos de la Biblia (y más fundamentalistas) y por eso no tienen ninguna imagen en sus templos ni por supuesto celebran procesiones ni peregrinaciones como las de los católicos. Este fundamentalismo lleva a algunas ramas protestantes a no representar ni siquiera la imagen de Jesús, en tanto de dios y segunda persona de la trinidad, mientras que otras ramas no tienen inconveniente en representarlo en tanto que también tenía una naturaleza humana. Pero ninguna de las dos se atreve a representar a Dios mismo, igual que tampoco lo hacen los judíos ni los musulmanes.

Al eliminar el segundo mandamiento, su listado de la iglesia católica se queda con solo nueve: el tercer mandamiento original pasa a ser el segundo en el listado católico, el cuarto pasa a ser el tercero, etc., pero de seguir así, el décimo sería el noveno y faltaría uno en la lista de mandamientos católicos. Para evitar esto, la iglesia católica se ha inventado un mandamiento que coloca entre el noveno y el décimo originales, y que en su listado es el noveno, de forma que mantiene la apariencia de diez mandamientos aunque sean distintos de los que hay en la propia Biblia.

            De este modo, el noveno mandamiento católico es un mandamiento imaginario. Y no solo imaginario porque no aparezca entre los diez mandamientos originales de la Biblia, sino porque además es un mandamiento repetido: en realidad, el noveno mandamiento católico es el sexto mandamiento católico pero llevado a un extremo imposible, y todo eso debido a dos razones: ocultar el segundo mandamiento que prohíbe las imágenes, y la obsesión enfermiza de la iglesia católica con el sexo.

            El noveno mandamiento católico (el imaginario) dice: “No consentirás pensamientos ni deseos impuros”, que viene a ser el sexto mandamiento católico pero exacerbado. Este sexto decía: “No cometerás actos impuros”, pero el noveno eleva la exigencia de no cometer a ni siquiera pensar. Nótese la progresiva distorsión que la iglesia católica hace desde el mandamiento original hasta el noveno. El mandamiento original (el séptimo en la Biblia) dice simplemente: “No cometerás adulterio”. La iglesia católica trasforma este mandamiento en el sexto de su listado, pero ahí dice: “No cometerás actos impuros”. Y en el noveno lo lleva al extremo: “No consentirás pensamientos ni deseos impuros”.

Mandamiento original

(Éxodo 20, 14)

6º mandamiento católico9º mandamiento católico
No cometerás adulterioNo cometerás actos impurosNo consentirás pensamientos

ni deseos impuros.

            Lo que en la redacción bíblica original era un mandamiento principalmente jurídico que prohibía el adulterio, la iglesia católica lo trasforma en un mandamiento de tipo moral que prohíbe todo tipo de sexualidad que no sea la encaminada a la reproducción, y que llega al límite de prohibir incluso todo tipo de pensamiento que se refiera a esas formas de disfrutar la sexualidad que no sirvan para engendrar hijos e hijas.

            Con este mandamiento, la iglesia católica da un paso gigantesco que la coloca como sistema totalitario, en el sentido de que no se conforma con controlar la acción de sus fieles, sino que intenta llegar hasta su pensamiento. Además, se trata de un mandamiento imposible de cumplir, pues la naturaleza sexuada del ser humano hace que sintamos deseos sexuales, y reprimir esos deseos y pensamientos es algo absolutamente contra natura. El objetivo católico es inculcar un sentimiento de culpa permanente en sus fieles que haga que constantemente se sientan atormentados por sus deseos “impuros” para que acudan una y otra vez al confesionario. En realidad, se trata de una forma de tortura mental para mantener atormentados y sumisos a los creyentes. Una tortura que lleva a que algunos de esos fieles sufran terribles daños psicológicos, a que otros se autolesionen para intentar reprimir esos deseos (mediante flagelación u otras formas abyectas) y a que otros acaben desarrollando conductas enfermizas y desordenadas con respecto a la sexualidad que no pueden reprimir, por ejemplo, mediante el abuso de menores.

            La obsesión de la iglesia católica contra el sexo es increíble. Resulta incomprensible el porqué de esa obsesión por condenarlo y prohibirlo de una forma tan tajante. El daño que esa obsesión ha causado y sigue causando a tantas generaciones de religiosos y laicos víctimas de esta locura jamás podrá cuantificarse adecuadamente.

Andrés Carmona Campo. Licenciado en Filosofía y Antropología Social y Cultural. Profesor de Filosofía en un Instituto de Enseñanza Secundaria.

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