A estas alturas casi todo el mundo sabe de la venida del Papa Benedicto XVI a España durante el mes de agosto, además se calcula que costará entre 47 y 54 millones de euros y que nadie nos dice quien los pagará. Mi interés está en quien paga toda esta merienda, pero aún más, se calcula que llegarán dos millones de jóvenes que tendrán que ser albergados en algún lugar y como no iba a ser de otra manera se les ofrecen los centros educativos de la red pública. Tenemos que hacernos cargo de su fiesta, ceder los espacios públicos para sus reuniones y besar el anillo de la genuflexión.A los centros públicos han llegado circulares y ahora ya curas con más mando que los propios directores de los centros, pidiendo ver las instalaciones con un despotismo digno de esta gran empresa que es la salvación. En cambio sus centros probablemente sean intocables y permanecerá abiertos con sus jugosas actividades de verano: lo de ellos es suyo y lo nuestro también. Ni los sindicatos de enseñanza se han manifestado en los centros, tampoco ninguna movilización al respecto, y mientras tragando con todo lo que se les ocurra. Mientras no seamos capaces de hacer frente a estas injerencias y abusos de lo público no haremos los cambios que tanto se piden hoy.
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