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Librepensamiento y laicidad. Presupuestos filosóficos · por Gerardo Galetto

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Esta publicación expresa la posición de su autor o del medio del que la recolectamos, sin que suponga que el Observatorio del Laicismo o Europa Laica compartan lo expresado en la misma. Europa Laica expresa sus posiciones a través de sus:

El Observatorio recoge toda la documentación que detecta relacionada con el laicismo, independientemente de la posición o puntos de vista que refleje. Es parte de nuestra labor observar todos los debates y lo que se defiende por las diferentes partes que intervengan en los mismos.

Podríamos abordar el librepensamiento desde distintos puntos de vista (es lo que hacemos en esta cátedra durante el cuatrimestre). Yo quiero relacionarlo con el fenómeno (o categoría sociopolítica, si se quiere) de la laicidad. A partir de determinados presupuestos filosóficos, quiero mostrar la relación lógica entre ambos conceptos.

El librepensamiento es un método, es decir, una manera de conducir el pensamiento y por ende la acción en todos los dominios de la vida individual y social. El método se caracteriza no por la afirmación de ciertas verdades particulares sino por una obligación de buscar la verdad de cualquier orden que sea, únicamente por los medios naturales de la inteligencia y la experiencia (F. Buisson, presidente de la Asociación Nacional de Librepensadores de Francia, 1904). El librepensamiento acompañó a la filosofía desde su nacimiento, pero se transformó en un valor socialmente aceptado y difundido especialmente a partir de la Ilustración (siglo XVII) Kant sintetizó el espíritu de este movimiento con la consigna: “atrévete a pensar por ti mismo”. También sostiene que “es la salida del hombre de su condición de menor de edad”. La Ilustración se caracterizó por: el cultivo de la autonomía personal, la finalidad terrena de las acciones humanas, y la universalidad de los derechos basados en la humanidad común (Todorov, cap 1). De aquí se sigue lógicamente que las cuestiones comunes se tienen que basar en motivos compartidos por todos los ciudadanos, independientemente de su religión: la política debe ser laica, no confesional. Suele ser una constante: quienes rechazan la laicidad, casi siempre son anti-ilustración.

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