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Letizia, con velo en Marruecos y sin él en el Vaticano

En la visita de Estado de Felipe VI y su esposa a Marruecos, ha vuelto a surgir la polémica por el atuendo de Letizia Ortiz, quien aparece en varias secuencias de su estancia con un discreto velo blanco. La explicación oficial es siempre la misma, entendiendo que la reina de España debe acomodarse al protocolo y atuendo que corresponde al que las mujeres deben adoptar al visitar determinados lugares como mausoleos, tumbas u otros espacios sagrados. Está claro. Sin embargo, se entiende que una mujer occidental nunca debe renunciar a exhibir los usos de su propia cultura, como hizo Michelle Obama en Arabia Saudí, sobre todo con determinados usos que son expresión de la desigualdad y sometimiento de la mujer.

En el caso de Letizia Ortiz llueve sobre mojado y se compara su modo de presentarse en Marruecos con lo que ha hecho en sus visitas, igualmente de Estado, en el Vaticano. En estos casos, la consorte ha respetado a medias el protocolo y mandato del privilegio de las reinas católicas de vestir de blanco, pero al contrario de lo que hacen otras reinas o princesas, como la de Bélgica, Luxemburgo o de Mónaco, prescinde del velo o de la tradicional mantilla española. De ahí lo chocante de que donde también el protocolo manda velo (que otras como ella no dudan en ponerse), ella pase del asunto, pero se someta en otro ámbito cultural con precisa sumisión.

En el caso de Marruecos, Letizia aparece en un momento muy concreto de su visita, cuando acuden a la tumba de Hassan II, donde, según la tradición musulmana, incluso se descalza. Puede comprenderse, en este caso, que obligada por las circunstancias no tenga otro remedio que plegarse. La polémica surge en torno a sus atuendos en las visitas de Estado al Vaticano.

Si bien respeta presentarse de blanco, prescinde del velo o mantilla que en circunstancias semejantes si llevan la reina de Bélgica o las princesas de Mónaco y Luxemburgo. Pareciera lógico que si en Marruecos se ciñe al Protocolo actuara del mismo modo en Roma. Esa es la cuestión. Es decir, que sea rigurosa en el protocolo en un país musulmán, pero que no lo sea tanto, frente a lo que hacen otras reinas y princesas, cuando comparecen en un lugar que debe tener especial significado para una persona que ostenta el título apelativo de “Su Majestad Católica”

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