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Las reformas educativas del PP

La función primordial de la educación es formar ciudadanos libres, con capacidad creativa y decisoria en la gobernanza del país. Tal función no se respeta cuando a la educación se la ve primordialmente como un objetivo económico detrá

Una de las características más negativas de la reforma educativa del Gobierno del Partido Popular es la filosofía que reproduce y expande en sus propuestas y que se centra en la visión de que un objetivo central de tales reformas es aumentar lo que llama el ‘capital humano’ de los alumnos. En sí, adaptar el sistema educativo a las necesidades de recursos humanos de una economía es un objetivo razonable y deseable. Pero lo que distingue el enfoque adoptado en estas reformas es su visión tan reduccionista que pone tal objetivo como el centro de sus propuestas. Lo que tal reforma intenta es hacer de los alumnos, trabajadores productivos para que encajen en la máquina productiva del país, viendo a los alumnos como objetos cuyo valor a la economía exige que tengan, no sólo el conocimiento, sino también la actitud laboral necesaria para incrementar la producción. De ahí que otra característica de tales reformas es su énfasis en la disciplina (con ribetes autoritarios) y en la uniformización. El gran valor que adquieren en la reforma las pruebas test es un indicador de ello. Por lo demás, áreas que no se perciben como contribuyentes a la productividad y creación de capital, como se consideran las “Humanidades”, y en cierta medida también las “Ciencias Sociales”, dejan de tener importancia en la asignación de conocimiento en el currículum escolar. En esta visión, la función fundamental de la educación es servir a la economía, esta categoría conceptual que sirve para ocultar el sistema económico-político actual, que se basa, no en el mérito (como su narrativa falsamente proclama), sino en las relaciones de poder de clase y género que origina y reproduce.

La educación, sin embargo, no debería ser primordialmente un medio para alcanzar un fin económico, sino al revés, el proyecto económico debería ser el medio para facilitar y promover la calidad de vida de la ciudadanía, la cual requiere el pleno desarrollo del ser humano, tanto como persona como ciudadano. Todo ser humano tiene un gran potencial de creatividad que el sistema educativo debe promover. Esta visión economicista lleva también a una visión clasista de la educación, en la que la educación pública debe formar a trabajadores productivos y disciplinados y la privada (donde envían a sus hijos la mayoría de dirigentes del gobierno popular presidido por el señor Rajoy) debe cumplir con su misión de formar las élites gobernantes, bajo la guía espiritual de la Iglesia. La mayoría de las escuelas privadas están gestionadas por tal institución. El favoritismo de las reformas a la escuela privada reproduce tal visión clasista de la educación.

La evidencia científica muestra el error de los supuestos de la reforma

El énfasis en incrementar el capital humano de la sociedad como manera de enriquecer a la ciudadanía, incrementando su productividad, tiene escasa evidencia empírica que la sustente. Veamos los datos. En una excelente presentación en el programa de Políticas Públicas de la Johns Hopkins University, en Baltimore, el economista John Schmitt (del prestigioso Center for Economic and Policy Research, de Washington) mostró como EEUU nunca antes había tenido un nivel educativo tan elevado como el que tiene ahora. El porcentaje de la población con educación universitaria nunca había sido más alto (el 30%) y el de escasa educación tan bajo (9%) como ahora. El incremento del primer grupo y el descenso del segundo grupo habían sido espectaculares en los últimos cuarenta años. Pero lo que es más importante que la evolución de los extremos era el incremento tan notable del nivel educativo de la gran mayoría de la población. Un indicador de ello es que casi el 60% de la población activa utiliza el ordenador en su puesto de trabajo.

Pero a pesar de ello, los salarios por hora (lo que el trabajador y empleado gana por hora) han disminuido entre la gran mayoría de hombres, aumentando sólo ligeramente entre la mayoría de mujeres (cuyo nivel inicial era mucho más bajo que el de los hombres) en los últimos casi cuarenta años (1973-2009). Otro dato presentado por John Schmitt era el notable crecimiento de la productividad, que no ha repercutido en el incremento paralelo de los ingresos de la clase trabajadora, que constituye la mayoría de la población en EEUU, cuyo nivel de educación ha aumentado considerablemente (En aquel país, el término “clases medias” se utiliza para definir primordialmente a la clase trabajadora). En realidad, las reformas neoliberales ampliamente extendidas a partir del mandato del presidente Reagan, tuvieron un impacto negativo para el bienestar de las clases populares, que se vieron en la necesidad de endeudarse para mantener su nivel de vida, origen del enorme endeudamiento de la población estadounidense. El aumento del nivel de renta y riqueza se ha concentrado en un sector muy minoritario de la población, cuyo altísimo nivel de renta no tiene nada que ver ni con mérito ni con la educación.

Una última observación. Nada de lo dicho debería interpretarse como un desmerecimiento que la educación tiene para la eficiencia económica de un país. El mejor ejemplo del valor del sistema educativo dentro de economías eficientes lo muestran la mayoría de países escandinavos, siendo la escuela finlandesa, por ejemplo, un punto de referencia en el mundo educativo. Ahora bien, la función primordial de la educación es formar ciudadanos libres, con capacidad creativa y decisoria en la gobernanza del país. Tal función no se respeta cuando a la educación se la ve primordialmente como un objetivo económico detrás del cual se oculta la reproducción de una sociedad clasista y sexista que dificulta la creatividad en la mayoría de la población.

Vicenç Navarro. Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

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