El sínodo de la Iglesia Anglicana tumba por un puñado de votos la ordenación de mujeres. El resultado es un serio revés para su nuevo líder religioso.
No habrá obispas en la Iglesia de Inglaterra por unos cuantos años más. La propuesta de compromiso para que las mujeres puedan acceder al obispado fue derrotada por el más pequeño de los márgenes: necesitaba el apoyo de dos tercios de cada uno de los tres colegios que componen el sínodo (obispos, clérigos y laicos), pero solo obtuvo 132 votos a favor entre los laicos, con 74 votos en contra. Es decir, el 64%. Si cuatro que votaron en contra lo hubieran hecho a favor, la propuesta habría sido aprobada, aunque hubiera quedado pendiente de una segunda votación.
La decisión se tomó después de varias horas de debate en el sínodo general de la Iglesia de Inglaterra, con algo más de un centenar de intervenciones a favor o en contra de la ordenación de obispas. El resultado supone un bofetón tanto para el actual arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, como para su nombrado sucesor, Justin Welby, que intervinieron para pedir el voto a favor.
Aunque se sabía que el margen sería muy estrecho entre los laicos, el resultado causó estupefacción y amenaza con deteriorar de forma muy profunda el prestigio de la Iglesia de Inglaterra. “Es un día muy negro”, sintetizó el obispo de Lincoln, Christopher Lowson. “Es un desastre”, opinó su colega de Bristol, Mike Hill. El de Salisbury, Nicholas Holtman, se declaró “destrozado”.
En opinión de la reverenda Rachel Weir, que preside Watch, uno de los grupos más favorables a las obispas y que contemplaba la propuesta de compromiso como un mal menor, “es un día trágico para la Iglesia de Inglaterra después de tantos años de debate y de todos nuestros intentos de alcanzar un compromiso”.
El compromiso, por el que las parroquias que rechazan a las obispas tenían el derecho de ser atendidas por un obispo varón y obligar así a la obispa a delegar su poder, ha sido insuficiente.
Ahora, con el debate paralizado para quizás 10 años, se abre otro debate: la composición del colegio de laicos, que se elige de forma indirecta, y la barrera de dos tercios que se exige para aprobar el cambio. No hubo problemas para superar esa barrera entre los obispos (44 a favor, tres en contra y dos abstenciones) ni en el colegio de clérigos (148 a favor y 45 en contra).
Para los tradicionalistas, en especial anglo-católicos y evangelistas, aceptar la existencia de mujeres sacerdotes fue en su día un paso muy difícil pero en cierto modo aceptable en la medida de que podían ignorar su existencia. El compromiso sobre las obispas ha resultado insuficiente para ellos porque habrían tenido autoridad para ordenar sacerdotes, algo que consideran inconcebible.
Consciente de esas divisiones, Justin Welby, había intervenido a primera hora de la tarde para pedir el voto a favor de permitir a las mujeres el acceso al obispado pero también para pedir que eso no sea un motivo de división y enfrentamiento entre quienes están a favor y quienes se oponen. “No podemos caer en la trampa de creer que esta es una decisión de suma cero, que lo que uno gana lo pierde otro: esa no es la teología de la gracia”, dijo. Y puso especial énfasis en la necesidad de que la Iglesia de Inglaterra demuestre que es capaz de “gestionar la diversidad de visiones sin división; diversidad en concordia, no diversidad en antagonismo”.
Antiguo ejecutivo de empresa y comprometido personalmente en la mediación en conflictos, el futuro arzobispo de Canterbury recordó a los congregados: “Mientras nosotros estamos aquí hablando, en este mismo momento, en lugares como Israel y Gaza o como Goma, en Congo, hay matanzas y sufrimiento porque la gente no puede superar sus diferencias. Nosotros, cristianos, somos los que llevamos la paz y la gracia como un tesoro por el mundo. Tenemos que ser nosotros quienes aportemos una forma mejor de hacer las cosas, quienes acarreemos ese tesoro de forma visible y lo distribuyamos con generosidad”.
Para sus defensores, el obispado femenino es la lógica consecuencia del camino que la Iglesia de Inglaterra empezó a labrar hace más de 40 años, cuando empezaron los debates sobre la incorporación de la mujer al sacerdocio. Los primeros debates, en los años sesenta, dieron un paso de gigante cuando en 1975 el sínodo anglicano aceptó el principio de que “no hay objeciones fundamentales” para la ordenación de mujeres y luego, en 1978, cuando aprobó un documento para empezar a discutir los cambios legislativos necesarios.
En 1985 se aprobó la legislación necesaria para que las mujeres pudieran ser diáconos, pero hasta el 11 de noviembre de 1992 no se dio la luz verde al sacerdocio femenino. La primera mujer sacerdote fue ordenada en la catedral de Bristol el 12 de marzo de 1994. Quedó entonces abierta la batalla por el obispado. Abierta sigue.
La reverenda Kat Campion-Spall, ayer durante el sínodo. / POOL (REUTERS)
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