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Las «obispas» anglicanas delegarán en hombres en las parroquias rebeldes

La iglesia sigue adelante con la ordenación de mujeres pese al riesgo de éxodo hacia Roma – Rechaza aceptar una estructura paralela para los tradicionalistas

La Iglesia de Inglaterra sigue adelante con su plan de abrir las puertas del obispado a las mujeres a pesar de las fuertes presiones de los sectores tradicionalistas, quienes advierten del riesgo de un éxodo masivo de fieles en dirección al Vaticano. Reflejo de ese pulso "extraordinariamente difícil" en el seno de las filas anglicanas del Reino Unido ha sido la decisión, confirmada ayer, de retrasar hasta el sínodo del próximo julio la ratificación de una reforma que puede avalar la consagración de las mujeres en el plazo de dos años (2012).

El sínodo deberá ratificar en julio la decisión, que entrará en vigor en dos años

La dilación no significa, sin embargo, que se haya cedido frente a las demandas de los conservadores de que se apliquen salvaguardas para los objetores. Es decir, la creación de obispados especiales destinados a aplacar a aquellas parroquias que se oponen a la ordenación de las mujeres. La idea de "una iglesia dentro de la iglesia" fue descartada ayer, en el arranque del sínodo general anglicano de esta semana, por el obispo de Manchester, Nigel McCulloch, durante su presentación del proyecto reformista cuyas labores dirige. En su lugar, se contempla que las preladas "deleguen" en un par cuando sus deberes episcopales (confirmaciones, bodas …) no sean bien vistos por una determinada congregación, pero ello no va a derivar en una estructura paralela de obispos y arzobispos tradicionalistas, tal como exigían cincuenta sacerdotes del grupo evangélico Reform en una carta dirigida al sínodo.

"Aquellos que nos ordenamos a partir de 1992 entendimos de buena fe que se establecerían provisiones para quienes no están de acuerdo con las mujeres integrando el liderazgo de la iglesia", subrayaba el reverendo Rod Thomas, presidente de Reform. Este y otros grupos reticentes a los profundos cambios que se dispone a encarar la jerarquía anglicana argumentan que Jesucristo no tuvo discípulas y que la sucesión apostólica debe quedar en manos masculinas. Pero, sobre todo, han hallado su principal arma en la disposición del papa Benedicto XVI, formulada el pasado otoño, de acoger bajo el manto de la iglesia católica a los anglicanos que lo deseen en pro de una futura reconciliación entre ambas confesiones.

Las recientes declaraciones del arzobispo de York, John Sentamu, en las que sentenciaba que aquellos anglicanos que decidan responder a la invitación del Vaticano nunca serán "verdaderos católicos", han levantado ampollas, especialmente porque se producen cuando sólo faltan siete meses para la visita del Pontífice a las islas británicas (16-19 de septiembre). "Si un feligrés cree genuinamente que quiere ser parte de la Iglesia católico romana, debería convertirse de verdad a través de la catequesis", sostenía Sentamu. Desde los sectores católicos se ha criticado a un prelado cuyas posiciones no suelen estar teñidas de tintes progresistas, pero que apuesta por que sea la propia iglesia anglicana la que dirima las cuestiones en litigio (ordenación de las mujeres y de homosexuales) dentro de su propio seno, sin buscar refugio en otros credos.

"Hemos hecho lo posible para mantener la comunión de las diferentes sensibilidades y opiniones. Ahora lo importante es que, una vez aprobada la reforma, las mujeres obispo de la iglesia de Inglaterra sean aceptadas y reconocidas como tales", sostiene Christina Rees, miembro de la campaña Mujeres de la Iglesia. Si el sínodo de julio acaba confirmando sus expectativas, como está previsto, la canóniga Jane Hedges, de la abadía de Westminster, y su colega Lucy Winkett, de la catedral londinense de San Pablo, se convertirán en las primeras féminas en protagonizarlas.

La iglesia de Inglaterra seguiría entonces la línea inaugurada en Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos. Incluso la de las conservadoras Irlanda y Escocia, aunque en estos dos últimos casos se trate todavía de gestos formales porque, frente a la decisión oficial de sus jerarquías, ninguna mujer ha sido todavía confirmada obispo hasta la fecha.

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